Opinión

La Mirada

Así empieza el futuro: El inmunizado, un ser de otra especia hoy

Felicidades a los inoculados. Ayer hablé con mi madre a través de la cámara del teléfono entendí que, por primera vez en mi vida, estaba ante un ser de otra especie: un vacunado

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Así empieza el futuro. Llueve. En esta ciudad esto es normal. Siento una nostalgia abominable. Viajo en tren sintiendo una desconfianza inconfesa por el oxígeno que me rodea, y pienso que extraño esos días de confinamiento total, cuando los muros de piedra que rodean mi casa me parecían murallas infranqueables. Recuerdo la luz de ese mes de abril. Uno puede extrañar la pesadumbre si la pesadumbre nos hizo sentir vivos.

Ahora, en este futuro que ha llegado sigiloso como la niebla, estoy blanda e inerme. Llevamos algo más de un año desde que comenzó esta epidemia. ¿Qué hábitos, qué costumbres, qué prohibiciones establecidas durante estos meses no dejarán su rastro para siempre? Esta epidemia parece hablar en otra lengua, una lengua adormecida y tenebrosa. Mientras escribo, hay cosas cayendo a mi alrededor: ganas, placeres, entusiasmos. Son cosas que caen sin hacer ruido, anestesiadas. Escribo inestable, a tientas, buscando un rumbo o un lugar donde caer.

Me crié en un mundo en el cual un ser de otra especie era alguien como el Doctor Spock, que provenía del planeta Vulcano. O ET, que no sé de dónde venía, pero claramente no era de Tarragona. En todo caso, un ser de otra especie era alguien dotado con cualidades inhumanas: capacidad de volar, telepatía, visión de rayos equis, fuerza descomunal. Ayer hablé con mi madre a través de la cámara del teléfono. Hablar quizás sea una hipérbole. A mi madre yo le grito como si estuviera en la otra acera de la Rambla y ella mira la pantalla sin comprender muy bien quién es ese ser que agita los brazos. Entre alarido y alarido (uno espera que el volumen de su voz sea directamente proporcional a la capacidad de expresión) entendí que, por primera vez en mi vida, estaba ante un ser de otra especie: un vacunado.Según datos de la Universidad de Duke, Canadá adquirió un número de vacunas que multiplica por siete a su población; el Reino Unido y los Estados Unidos, por seis. La Unión Europea y Nueva Zelanda, por cuatro. Los países desarrollados acaparan el 99 por ciento de las dosis y, aunque es evidente que cualquier reingreso en cierta normalidad incluso económica no es posible si la mayor parte del planeta permanece expuesta al contagio, no les importa. No hace falta imaginación para ver el mundo que se viene: tours exclusivos para gente que ya recibió la vacuna, países exigiendo un pasaporte sanitario para atravesar sus fronteras. La supremacía del vacunado será ley, una palada más en la tumba de la igualdad.

Los planes más optimistas indican que en Latinoamérica las personas de menos de sesenta años, sin enfermedades de base, serán vacunadas en junio de 2022. En África se estima que el plazo será más largo. Me alegro por todos los vacunados, en especial mi madre.

Me gustaría decir que me enorgullece pensar que formo parte de ese grueso de la población que ha depuesto su bote en el naufragio para que lo use alguien más frágil, con menos posibilidades de sobrevivir. Me alegra pensar que los vacunados no estarán aquí en caso de posibles efectos secundarios a largo plazo y en caso de mutaciones hoy en día imprevisibles.

En realidad, me aterra pensar qué ocurrirá si los muros de piedra que nos protegieron al principio, se desmoronan en este futuro indecible.

Nacida en Tarragona, Natàlia Rodríguez empezó a ejercer en el Diari. Trabajó en la Comisión Europea y colabora en diversos medios. Vive entre París y Barcelona.

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