Dos estaciones, un solo futuro: hacia la gran Tarragona metropolitana
El Camp de Tarragona se enfrenta a una decisión que marcará las próximas décadas: la creación de una auténtica área metropolitana capaz de competir, de cooperar y —sobre todo— de mejorar la vida cotidiana de las personas. El debate sobre la estación urbana de Horta Gran y la futura Intermodal de Vila seca se ha convertido en el último campo de pruebas de esa ambición colectiva. Como primer secretario del PSC del Camp de Tarragona quiero ser claro: las dos estaciones deben construirse, porque no compiten; se deben complementar y responden a necesidades distintas en calendarios distintos.
La estación de la Horta Gran próxima al Francolí, aspira a acercar Rodalies y, cuando el by pass esté operativo, los AVLO, Euromed, AVE y demás trenes del Corredor Mediterráneo, tanto al centro de la ciudad, como a los barrios de poniente. La estación Intermodal de Vila seca, en la confluencia aeropuerto puerto corredor ferroviario, será nodo de Rodalies, enlace con el TramCamp, la estación necesaria y de referencia del aeropuerto de Reus y una gran plataforma logística y turística del Camp de Tarragona. Lejos de competir, ambas estaciones son eslabones complementarios de una sola estrategia de movilidad y desarrollo.
Ninguna infraestructura estratégica ha sido un camino de rosas: la A 27 bajo el Coll de Lilla pasó años atrapada entre túneles inacabados y sobrecostes; el metro de Bilbao sufrió retrasos y costes adicionales, pero hoy es el eje que religa toda la ría. Cada parón obligó a redefinir diseños y plazos, y aun así el resultado final fue mejor. Con la estación de la Horta Gran y la Intermodal puede ocurrir lo mismo: habrá informes contradictorios, ajustes presupuestarios y quien intente rentabilizar el conflicto, pero de cada tropiezo aprenderemos y saldremos más fuertes.
Por primera vez en muchos años coinciden liderazgos locales con visión de futuro y una Generalitat y una Gobierno Central dispuestos a acompañar. Esa alineación —frágil en ocasiones, sí, pero real— es oro político. Mantenerla exige altura de miras y una premisa sencilla: la cohesión y confianza de todos los ayuntamientos implicados. Sin esa argamasa institucional no habrá masa crítica para negociar financiación, recortar tiempos ni ver materializados nuestros anhelos.
El resultado final de la futura Área Metropolitana no será del agrado de todos. Alguien renunciará a una rotonda, otro a una pasarela y todos cederemos protagonismo. Pero esto no va de “quién se cuelga la medalla más brillante”, va de sumar. Tarragona, Reus, Salou, Cambrils, Vila-seca, Valls, La Canonja y Constantí están llamados a liderar un proceso que acabará beneficiando también a Montblanc, Vandellós o la Bisbal del Penedès.
Un ente metropolitano bien diseñado va mucho más allá de coordinar autobuses y trenes: permite planificar suelo industrial de forma unificada para atraer inversiones que hoy se nos escapan por falta de espacio; negociar de manera conjunta la compra de energía verde y abaratar la factura pública; impulsar una red única de carriles bici y corredores verdes. Todo ello son beneficios tangibles que cualquier ciudadano puede percibir en su bolsillo, en su salud y en sus oportunidades de futuro.
Estamos ante una oportunidad histórica: convertir el Camp de Tarragona en el segundo polo demográfico y económico de Catalunya sin renunciar a nuestra identidad mediterránea, diversa y cohesionada. Las infraestructuras son acero y hormigón; el alma la ponen las personas que se atreven a cooperar y llegado el momento, a renunciar. Sigamos adelante con ambas estaciones, aprendamos de las dificultades y construyamos, con ambición compartida, el futuro que nuestra ciudadanía merece. Ahora es el momento: no dejemos que la historia pase de largo.

Dos estaciones, un solo futuro: hacia la gran Tarragona metropolitana