Emprendedores en tiempos de pandemia

En medio de la destrucción de empresas y de la incertidumbre económica, hay quien está luchando para abrirse una oportunidad y hacer realidad sus sueños. Juan Benítez: "Con dos pinzas y un trozo de precinto te hacemos un traje de novia"

22 agosto 2020 16:00 | Actualizado a 23 agosto 2020 10:52
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La Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre daba algunos indicios de la tragedia económica que ha supuesto el impacto de la Covid-19 en nuestras comarcas. La pandemia ha destruido 16.200 empleos en la provincia, una pérdida de puestos de trabajo como nunca a la que hay que sumar los trabajadores que a día de hoy siguen en ERTE.

En medio de este panorama de desolación, hay los que piensan que detrás de toda crisis hay una oportunidad. A lo largo del confinamiento siguieron madurando ideas y proyectos que empiezan a aflorar. En algunos casos eran iniciativas que ya estaban en marcha y que siguen adelante con más fuerza, adaptándose a los tiempos actuales. En otros, nuevos nichos de actividad que buscan abrirse un camino en un panorama que aún se presenta desconocido.

 

«Los marchantes nos reinventamos constantemente»

Es el caso de Juan Benítez, vecino del barrio de Bonavista de Tarragona. El 12 de marzo cerraban los mercados ambulantes, lo que lo obligaba a pasarse 107 días en casa, sin poder ir a trabajar. «Acostumbrado a salir a las seis de la mañana y tener que montar cada día la parada, independientemente de si llueve o estamos a cuarenta grados, está claro que tuve demasiado tiempo para pensar», dice. 

Preocupado por la falta de ingresos y, sintiendo la necesidad de que debía hacer alguna cosa, decidió que había llegado el momento de reabrir, Calzados Palma, el local de la calle Número 9 de Bonavista, que permanecía cerrado desde inicios de los noventa. «El espacio era nuestro y los gastos los seguía pagando. Así es que, con la previsión de tener otro ingreso, y la ilusión de levantar la persiana todos los días decidí reinventarme», explica.

Benítez defiende que «con dos pinzas y un trozo de precinto los marchantes te hacemos un traje de novia». De carácter inquieto y emprendedor, Benítez ha abierto una nueva línea de negocio que complementa la actividad de venta ambulante. «Es dar más servicio y probar otra faceta, la de subir una persiana y tenerlo todo montado», afirma. Desde 2010 que empezó a vender a través de Facebook y ahora, como presidente de los Marxants de Tarragona, trabaja de forma activa para crear, junto con la Generalitat y la Agrupació d'Entitats Gitanes dels Països Catalans (AGIPCAT), el primer market place de vendedores ambulantes de Catalunya.

 

«Desde los ocho años el sueño era montar mi propia empresa»

Clara Brull hizo su primer plan de empresa a los ocho años. Con la ayuda de su padre planificó la viabilidad de la tienda de pizzas y pasteles, que vendía a familiares y amigos. Esta anécdota explica el carácter y la fuerza de la mujer que está detrás de Group CBS quality, una academia fundada en 2014 y que acaba de abrir su nueva sede en la calle Ventallols de la Part Alta.

Brull obtuvo la mención al mejor expediente universitario de Catalunya cuando se licenció en Administració i Direcció d’Empreses. Recién salida de la universidad empezó a trabajar en diversas empresas, hasta que se estableció por su cuenta. «Cuando dependes de tu mismo y creas tus propios proyectos me siento feliz», asegura.

El negocio se basa en dos líneas: Estudiar es fácil, con clases de repaso e idiomas, y Opositar es fácil, para la preparación de exámenes para acceder a una plaza en la administración. Una maquinaria no se ha parado durante estos meses. «Nos confinaron el 13 y el día siguiente hacíamos la primera clase on-line. Fue como crear una nueva empresa en dos días».

Mientras las clases seguían de forma no presencial, Brull se encargaba de supervisar las obras de rehabilitación integral de la nueva sede. Los trabajos no se pararon a pesar de las adversidades del momento y a inicios de mayo daba la primera clase en las nuevas aulas. Alrededor de 1.500 alumnos han pasado por la academia durante estos seis años.

 

«Estamos contribuyendo y aportando un beneficio a la sociedad»

Alexandra Cherta empezó a coserse la ropa a los ocho años. «Soy de Bonavista y una mujer me enseñaba costura, esto me abrió una nueva visión y seguramente a vestir de una forma más original», relata. A medida que fue adentrándose en este mundo empezó a preocuparse por la procedencia, las condiciones de trabajo en las fábricas, la explotación infantil y todo lo que hay detrás de la producción. «Dejé de comprar porque incluso puedo decir que vivía enfadada», añade.

Así que estudió Administració i Direcció d’Empreses y se animó para sacar adelante su propio proyecto de moda asequible, sostenible y fabricada en talleres locales. El resultado es LE·BOBÚ.
Tras presentar los primeros diseños para ver su aceptación, en octubre lanzará su primera colección. Se ha inspirado en la nouvelle vague y afirma que está pensada de cara a la mujer empoderada. 

El diseño es fruto de años de trabajo, aunque ha seguido ultimando los detalles durante el confinamiento. «Detrás de la Covid también está la emergencia climática, por lo que hemos decidido seguir adelante porque estamos contribuyendo y aportando un beneficio a la sociedad», dice. La producción será bajo demanda, para evitar que se generen residuos, y podrá comprarse exclusivamente por internet. De la parte técnica se encarga Natàlia Almaraz

 

«Empecé con el pie izquierdo, pero soy un poco cabezota»

Alex Gheorghe es cocinero, pero en la vida ha hecho «un poco de todo». A principios de año sufrió un accidente laboral cuando trabajaba en una empresa de andamios, que hizo que perdiera su empleo. Así es que después de darle vueltas pensó que «había llegado el momento de dejar de trabajar para otro y en vez de luchar por sus sueños, hacerlo por los míos».

El 3 de marzo firmaba el contrato de alquiler de un local en la calle August. Dos semanas más tarde se decretó el estado de alarma y poco a poco cerró todo. «Empecé con el pie izquierdo, pero soy un poco cabezota y conozco el negocio. Hay que ser valiente y un poco loco», asegura. Durante las semanas del confinamiento fue dándole vueltas al proyecto y el 1 de junio abría sus puertas Eco Boutique, un negocio de ropa reciclada, de segunda mano, con precios asequibles para todos los bolsillos. 

La situación del comercio no es buena y muchos negocios tienen un futuro incierto para cuando se acaben los ERTE. Pese a ello, Gheorghe se muestra optimista. «Comprarse una prenda de ropa es el único capricho que le va a quedar a mucha gente», defiende. Asegura que una de las cosas que más le preocupa es «encontrar el equilibrio entre los precios y lo que puede pagar la gente de la calle».

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