En tiempos de guerra, la urgencia primera no debería ser otra que el silencio de las armas. El alto el fuego es el requisito indispensable para cualquier intento de reconciliación, un paso imprescindible para devolver la esperanza a quienes hoy sufren la devastación. En el caso de Ucrania, resulta evidente que la paz no será fruto de la victoria total de una de las partes, sino del reconocimiento mutuo de que la negociación exige cesiones dolorosas pero necesarias. Europa, en este escenario, tiene una responsabilidad ineludible. La geografía nos recuerda que Rusia seguirá siendo nuestro vecino, y que más allá de las diferencias políticas, económicas y culturales, el futuro del continente depende de restablecer canales de comunicación. El error de cerrar todas las vías de diálogo con Moscú ha demostrado ser contraproducente: ha incrementado la tensión, ha profundizado la desconfianza y ha debilitado la capacidad de mediación europea. Las apariciones de figuras comoDonald Trump son coyunturales y como tal hay que tratarlas.Su caótica gestión diplomática puede tener efectos positivos si obliga a Moscú a sentarse en una mesa de negociaciones. A pesar de que muchos temen que Rusia salga como vencedor de este conflicto, lo cierto es que ha perdido en todos los frentes, aunque recupere Crimea y el Donbas. La reconstrucción de puentes diplomáticos no significa ignorar la agresión sufrida por Ucrania, sino comprender que la seguridad de Kiev solo será duradera si se integra en un marco más amplio de estabilidad continental. La paz exige un acuerdo que garantice la soberanía ucraniana, pero también que ofrezca a Rusia la certeza de no quedar permanentemente aislada. Solo así será posible un futuro en el que Europa no se vea definida por la confrontación, sino por la cooperación y la memoria de haber sabido superar la división. La historia enseña que ninguna guerra termina verdaderamente en los campos de batalla, sino en las mesas de negociación. Y en este caso, cuanto antes se dé ese paso, menor será el sufrimiento y mayores las posibilidades de una paz justa y duradera.