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    Madrid colapsado por la cumbre de la OTAN

    La mirada

    01 julio 2022 19:51 | Actualizado a 02 julio 2022 07:00
    Jordi Julià
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    Miércoles a las seis y media de la mañana. Subo a un taxi para ir del centro de Madrid hacia Atocha. El taxista, ya con la radio a todo volumen me avisa: «Hoy esto va a ser una lotería, con lo de la cumbre (de la OTAN) tal vez llegaremos justos o no. Vamos a rezar», me dice con una mezcla de resignación y cansancio. Por suerte a medio camino me comenta: «Mire, no hay nadie por la calle, ningún coche particular, solo veo taxis, la gente se ha quedado en casa haciendo teletrabajo o ha cogido el metro». Y al final cruzamos media capital de España en unos minutos milagrosamente. Ya en la estación el taxista me despide con un «ha tenido suerte, ayer no se podía circular por ningún lado».

    Pues este testimonio resume lo que se esconde detrás de una celebración mastodóntica internacional como esta. Los datos son impresionantes. Más de 10.000 agentes formaron parte de este dispositivo, entre ellos 6.000 policías nacionales, 2.400 guardias Civiles, 1.200 policías municipales y 800 bomberos. Todo para proteger a los más de 5.000 participantes, 2.000 periodistas acreditados, 2.000 delegados y 40 delegaciones. Casi nada.

    En el grupo de WhatsApp de amigos, muchos de ellos madrileños, no paramos de recibir vídeos con la imagen más espectacular de la cumbre. La de ‘la Bestia’, el imponente coche de Joe Biden, paseando por un Madrid casi desértico sin coches. Lo que se intuye en esos vídeos son los cortes y los atascos monumentales que se generan. Los locales y no locales aguantan con un estoicismo casi espartano las idas y venidas de las delegaciones de la cumbre.

    Y es que los alrededores de IFEMA y la zona del Paseo de la Castellana hasta la estación de Atocha permanecieron blindados al tráfico. Se vieron más policías que nunca. Algo inaudito. Incluso en zonas alejadas del perímetro OTAN. El despliegue policial recibió el nombre de Operación Eirene. No era por casualidad, quería homenajear a la diosa griega que traía la paz.

    Pero para algunos madrileños, la paz no era precisamente la sensación que más les corría por las venas. Unos conocidos me cuentan que para ir al aeropuerto y coger un vuelo hasta el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid les suponía levantarse a las dos de la madrugada ya que «tenían miedo de llegar tarde por algunos cortes».

    Eso sí, no todo son lamentaciones. «Lo único bueno es que el metro y el bus es gratis dos días, eso se agradece», me comenta muy sonriente una compañera de trabajo. Y así ha sido: un incentivo a dejar el coche en el garaje de casa.

    El propio alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, dijo en rueda de prensa esta semana que el tráfico dentro del anillo interior de la M-30 había disminuido durante la cumbre un 30% con respecto al de la semana anterior y sacaba pecho como ejemplo «del compromiso y ejemplo de los madrileños». El madrileño de a pie en cambio, y especialmente el que conduce habitualmente, seguro que no está muy de acuerdo con esas palabras. Es cierto que no había muchas alternativas, pero tal vez la cita se podría haber realizado en un punto menos céntrico, tal vez en las afueras de la capital. Obviamente estos días la ocupación en autobuses de la Empresa Municipal de Transportes ha registrado su máximo en un mes de junio desde 2019 –antes de la pandemia–, superando el 85%.

    Son cifras, muchas cifras. Pero la realidad dice que a altas horas de la mañana los madrileños y los residentes en la ciudad, como yo, han tenido que aguantar de madrugada el ruido de los helicópteros que no te dejaban pegar ojo, fuertes controles de tráfico que provocaron colas tremendas y un control policial en la calle que era tan evidente como exagerado.

    La cumbre dejará tal vez grandes imágenes de los políticos tomando decisiones importantes pero tal vez habría que plantearse si es necesario hacer estos encuentros en el centro de una ciudad que ya, por sí, tiene muchos problemas de tráfico en las entradas y las salidas para ir a trabajar.

    Empecé a ser periodista en ‘La Veu de Flix’ y el ‘Diari de Tarragona’. He pasado por Canal Reus, Antena 3, IB3 TV, 8TV, Informativos Telecinco y Cuatro al día. Ahora soy reportero del programa de actualidad ‘En boca de todos’, en Cuatro.

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