Opinión

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S erá porque estamos a las puertas de Navidad o porque los mercadillos vieneses avivan a uno el espíritu, he decidido darle un tono optimista a mi última columna del año. Para ello, voy a echar la vista atrás y recuperar algunas ideas nucleares de las columnas más esperanzadoras que he firmado para el Diari este 2025. No ha sido una tarea fácil porque, por desgracia, no hay muchas. Qué queréis que os diga, la realidad da para lo que da.

Empecé el año con la mirada puesta en las nuevas formas de periodismo comunitario. Bajo el título Las pequeñas cosas que nos dan sentido, escribí sobre cómo proyectos locales, algunos de ellos ni siquiera ejercidos por periodistas profesionales, eran capaces de aportar valor e información a una comunidad. Una mujer vietnamita que reside en California y que tiene un canal en YouTube donde traduce las principales noticias de cercanía a su lengua materna para mantener informados a su diáspora, muchos de ellos con dificultades para entender el inglés, o la newsletter Northern Echo de Sarah Hartley, antigua periodista del The Guardian, con la que monitoriza el impacto real de la crisis climática en las pequeñas localidades del norte de Inglaterra, son pequeñas pepitas de oro que ponen en relieve el valor del periodismo local.

Este 2025, también he hecho un tributo a los cientos
de periodistas locales gazatíes

Precisamente, el periodismo local y su papel fundamental para combatir la mentira y los bulos fue donde puse el acento en la mirada titulada Desiertos informativos. El texto alertaba de la creciente desaparición de medios locales en Estados Unidos y algunas partes de Europa que dejaban a comunidades enteras ‘desiertas’ de información de servicio y de calidad de su realidad más inmediata: Escándalos de corrupción en los ayuntamientos, intentos de silenciar periodistas por parte de políticos, cambios en las normativas que afectan nuestro día a día, etc. La columna subrayaba la necesidad de apoyar los medios locales ante esa creciente desertificación, ya que el poder de una pequeña ciudad, un pueblo, un barrio o, simplemente, una pedanía estará en manos de sus habitantes y no de sus políticos siempre y cuándo cuente con unos medios locales fuertes.

En marzo, puse el foco en las protestas sociales de Serbia. Coincidiendo que visitaba Belgrado por trabajo, me acerqué a una de ellas como espectador para observar el espíritu de una movilización que había encandilado a buena parte de Europa por su resiliencia. La policía había intentado desestabilizar a los manifestantes con cargas, uso de cañones sónicos, e incluso con agentes infiltrados, fracasando siempre en su cometido: que se convirtieran en manifestaciones violentas. En La esperanza, un bien escaso, repasé el papel de los medios y periodistas independientes que, a pesar de ser objeto de amenazas y acoso legal, seguían a pie de calle informando al resto del país balcánico sobre la evolución de las protestas en la capital. Este 2025, también he hecho un humilde tributo a los cientos de periodistas locales gazatíes, muchos de ellos han perecido bajo las bombas. En Nuestros ojos en Gaza, escribí sobre los ataques dirigidos contra las tiendas dónde se cobijaban reporteros locales que se habían negado a abandonar la Franja para seguir informando a la comunidad internacional de la barbarie cometida por las fuerzas israelíes en el asedio a Gaza. Ellos eran (y siguen siendo) nuestros únicos ojos mientras cientos de periodistas internacionales seguían apostados en la frontera esperando que Netanyahu les permitiera el acceso.

La cultura suele poner un espejo ante nosotros para que nos detengamos a observar la realidad

También hablé de la importancia de leer en la Mirada del cuatro de julio Un libro, un verano, y no como una actitud elitista o ‘cultureta’ sino como un verdadero acto revolucionario para hacer frente a la deriva populista. La cultura suele poner un espejo ante nosotros para que nos detengamos a observar la realidad que nos rodea. Algo que intentan evitar a toda costa los populistas y ultranacionalistas, ya que si paramos y observamos, les podemos ver las costuras. Así que para cerrar este año, me vais a permitir que aluda a Isabel Pantoja y a su célebre «Dientes, dientes, que es lo que les jode». Pero en esta ocasión voy a parafrasear la cita con un: «Leed, leed, que nos quieren tontos». Felices Fiestas.

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