Opinión

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Hay en el mundo, de forma muy dispersa, lo que se ha venido a llamar ‘tierras raras’, aquellas que contienen una veintena de elementos químicos de difícil extracción muy útiles para la fabricación de teléfonos móviles, lentes ópticas, coches eléctricos y turbinas eólicas, por citar algunas industrias.

La mitad de tierras raras se encuentra en China. En Europa se hallan sobre todo en Ucrania y España, especialmente en Galicia. Donald Trump ha firmado un acuerdo de explotación de estos minerales que alberga Australia, y ahora ha puesto los ojos otra vez en las de Groenlandia, la gran isla perteneciente a Dinamarca que quiere convertir en el Estado número 51 de la Unión. El pulso con China para obtener estas materias marcará en parte la política del año 2026.

Lo que personalmente me preocupa, más que las tierras raras, son los hombres raros.

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