Opinión

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El discurso de Nochebuena del Rey fue uno de los de más calado de los últimos años. Mandó mensajes para todo el mundo. Alertó, por ejemplo de «la inquietante crisis de confianza» que afecta a la «credibilidad de las instituciones». El facherío mediático asegura que se refería a Pedro Sánchez y los supuestos casos de corrupción. Pero debería aludir a algunos jueces que, con sus sentencias e instrucciones, creen estar en el Congreso y no en un tribunal. La separación de poderes obliga también a las togas negras, no solo a los políticos.

«Los extremismos, los radicalismos y populismos se nutren de esta falta de confianza, de la desinformación, de las desigualdades, del desencanto con el presente y de las dudas sobre cómo abordar el futuro», dijo el monarca. Todo un zasca a Vox y su constelación de webs ultrafachas. No es de extrañar que Abascal y sus súbditos no traguen al Rey. De vez en cuando les pone en su sitio.

Felipe VI se preguntó «¿qué podemos hacer cada uno de nosotros para fortalecer la convivencia? ¿Qué líneas rojas no debemos cruzar?» Núñez Feijóo y la mujer que le apuñalará (políticamente hablando), Isabel Díaz Ayuso, deberían responder. Hace tiempo que ambos, sobre todo la Reina de los Bulos, han cruzado todas las líneas rojas de la decencia política.

«Estoy hablando de especial ejemplaridad en el desempeño del conjunto de los poderes públicos», siguió el Rey. Pedro Sánchez y su entorno deberían tomar nota. Su situación es insostenible. El problema es que lo que se avecina es terrorífico, sobre todo para Catalunya.

El Rey destacó además «la necesidad de situar la dignidad del ser humano, sobre todo de los más vulnerables, en el centro de todo discurso y de toda política». Albiol, la Corona te ha reñido. ¡Avergüénzate! No todo vale por unos votos.

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