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    Encuentros en la tercera fase china

    04 abril 2023 17:13 | Actualizado a 05 abril 2023 07:00
    Alfredo Ramírez Nárdiz
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    Ahora permítanme abrir una ventanita a la reunión de la semana pasada de nuestro presidente y el chino Xi Jinping. Mírenlos posar. Saludar a la prensa. Componer la sonrisa perfecta el español y el gesto indefinido insuperable el chino.

    Pasan a un saloncito privado donde, con la ayuda de traductores, se ponen al día de los temas más importantes de sus respectivas naciones. He oído que hace unos días te hizo una moción de censura un comunista de cierta edad. Así es Xi, ¿no te parece increíble? ¿En qué cabeza cabe que alguien a esos años siga siendo comunista y que además quiera hacerse con el gobierno

    Mirada fija del chino, que preside el Partido Comunista de su país y que tiene ya unos añitos. Sánchez aprieta nervioso la mandíbula. Quiero decir, cierto que era un antiguo comunista, pero ahora se presentaba de la mano de un partido que no cree en la democracia. ¡Imagínate! Nueva mirada fija del chino, que preside una dictadura que se reconoce abiertamente tal en su propia Constitución. Pedro traga saliva. Trata de cambiar de tema.

    Bueno, cuéntame, ¿cómo está el tema de la inflación por aquí? Xi se encoge de hombros. Responde sin mucho interés. Todo bien, los datos de contabilidad pública aquí en China dependen en última instancia del Gobierno. ¿En serio? Pregunta el más guapo de los dos. ¡No te imaginas la suerte que tienes! Ojalá pudiera yo decirle al CIS o al INE que dijeran lo que a mí me viniera mejor.

    Entra un asistente. Ofrece una taza de té al español que entre el primer y el segundo sorbito considera que es un momento idóneo para hablar de la Guerra de Ucrania. Me dicen mis colegas de la Unión Europea que te insista en que no puedes darle armas a Putin, amigo Xi.

    ¿En qué cabeza cabe que alguien a esos años siga siendo comunista y que además quiera hacerse con el gobierno? Mirada fija del chino, que preside el PC de su país y tiene ya unos añitos

    ¿En serio? Responde el chino esbozando lo que quizá en otra dimensión sea una sonrisa. Bueno, es gracioso que hables de él justo ahora que estás tomando un té que precisamente él me trajo la semana pasada. Me dijo que era un té muy especial, que sólo ofrece a sus invitados más relevantes.

    El líder mundial europeo mira con súbita aprensión la bebida de origen ruso. Deja la taza sobre la mesa incapaz de ocultar cierto súbito temblor en el pulso. Carraspea. Sonríe. Pregunta. ¿Y entonces las armas? Bueno, nosotros los chinos somos neutrales en ese conflicto. No nos gusta meternos en los problemas de otros como, en tu caso, tus problemas con los catalanes.

    ¿Qué problemas? Responde inquieto el presidente español. No, ninguno en particular. No digo que nosotros esperemos el mismo trato hacia, digamos..., Taiwan. No tiene nada que ver, ¿verdad? Son cosas por completo diferentes... Afirma con aprensión el líder español imaginando tan sumamente incómodo invitado a la política nacional.

    Claro, no te preocupes, tú sabes que para nosotros los chinos el respeto a la soberanía y fronteras de los Estados es un principio básico. Tenemos mucho en común, ¿no es cierto?

    El presidente español sonríe sin mucho convencimiento, pero, en su rol de portavoz europeo, decide lanzarse a por todas. ¿Y los derechos humanos de musulmanes y tibetanos qué tal van? Supongo que igual que vuestros títulos de deuda pública que están en nuestras manos, responde sin parpadear el chino.

    ¿Cómo? Pregunta el español, súbitamente incómodo en el asiento. Que mejor no hablar mucho de aquello que no beneficia a nadie, ¿no te parece? Sí, sí, responde el nuestro bajando la mirada. Cuéntame qué posibilidades tienes de ganar las próximas elecciones. Se interesa Xi.

    El chino palidece. Mira fijamente al español. ¿En España los gays tienen derechos? ¿Los trans? ¿Las mujeres? Xi interroga al traductor buscando confirmación

    El español dibuja su mejor sonrisa. ¡Las ganamos sin problemas! Tenemos el apoyo de toda la izquierda. ¿De toda? Pregunta Xi. Sí, de toda. Bueno, tú me entiendes, de toda la que cuenta, o sea, nosotros y lo que sea que ocupe el espacio que representa Yolanda. ¿Qué Yolanda? Pregunta el chino. ¿Ya no tenéis al tipo ese con coleta? No, ese ya lo dejó. Responde el líder de la izquierda. ¿Qué dejó, la política? No, la coleta. Insiste el español. La política ya veremos.

    Entiendo. Asiente Xi. ¿Y la derecha no tiene opciones? Ninguna, responde el español. Imagina lo atrasados que están que, aunque después se suban al carro, al principio siempre se oponen a todas las reformas que propongo: que si los derechos de las mujeres, que si los de los gays, que si los de los trans.

    El chino palidece. Mira fijamente al español. ¿En España los gays tienen derechos? ¿Los trans? ¿Las mujeres? Xi interroga al traductor buscando confirmación. El español se encoge de hombros. ¿Aquí aún no les habéis dado derechos?

    El chino, visiblemente contrariado, se da cuenta de que no recuerda el nombre de este español, cree que ni se lo han dicho, todos le parecen iguales.

    Responde serio: Aquí no le hemos dado derechos a nadie. Bueno, remata alguien acostumbrado a dejar de dormir por las noches, nadie es perfecto.

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