«Han sido horribles estos tres meses sin poder abrazar a nuestro hijo»

Enrique, con discapacidad psíquica, nunca en sus 38 años había pasado un fin de semana separado de sus padres

14 junio 2020 07:16 | Actualizado a 14 junio 2020 07:20
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El viernes fue un día muy especial para Juan y Tere. A las 11 de la mañana tenían cita para visitar a su hijo Enrique, que padece una discapacidad desde su nacimiento, el 27 de diciembre de 1982, y que desde hace diez años vive en la residencia Marinada, ubicada en Reus pero muy cerca del término municipal de Cambrils. Se trata de un centro de titularidad pública del Institut Català d’Assistència i Serveis Socials (ICASS) del Departament de Benestar Social i Família de la Generalitat de Catalunya, que atiende a personas con disminución psíquica en régimen de residencia y también como centro diurno de atención especializada.

Llevaban tres meses sin verlo, desde la última semana de febrero, una situación inédita. Y es que nunca antes en los 38 años que tiene Enrique había pasado un fin de semana separado de sus padres, pues cada viernes le buscaban en la residencia para llevarlo a casa hasta el lunes. Pero el confinamiento al que ha obligado esta pandemia ha sido cruel y ha separado a los padres de los hijos, a los nietos de los abuelos... 

«Ha sido horrible todo este tiempo sin poder verle ni abrazarle, aunque me daba tranquilidad saber que estaba bien atendido en el sitio donde está, pues esta residencia no ha registrado ni un caso positivo de coronavirus. Lo hemos visto por vídeo, en la residencia le grababan y nos lo enseñaban», confirma Tere.

Pero todo eso pasó a un segundo plano cuando Juan y Tere pudieron no solo ver a su hijo, sino también fundirse en un emotivo abrazo con él. Los momentos previos al reencuentro fueron de muchos nervios. «Estábamos muy contentos y a la vez muy preocupados. No pude pegar ojo en toda la noche anterior. Temía que quizá no nos reconociera, después de tanto tiempo sin vernos», cuenta Tere. 

Fueron a la residencia con tiempo: «Teníamos que estar en el centro media hora antes para someternos a todo el protocolo de seguridad: guantes, mascarillas, desinfección de ropa y calzado, ponernos unas batas especiales…». Pero todo mereció la pena cuando vieron a su hijo avanzar hacia ellos. Y sí, claro que los reconoció. Y los abrazó. A la madre y al padre. Una y otra vez. Y otra. Imposible contener la emoción. «He llorado al tenerlo en mis brazos. Ha sido solo media hora, pero muy intensa. Ha estado muy bien», dice Tere.

«Nunca caminará»
Enrique nació en el hospital Joan XXIII y ya entonces los médicos avisaron a la familia de que no podría caminar nunca. «El neurólogo incluso me dijo que era una ilusa si pensaba que algún día caminaría –dice Tere–. Aquello fue muy duro, y le respondí que nadie sabe hasta dónde puede llegar una persona. Creo que le hice pensar y a los días, en otra consulta, me pidió disculpas». 

Y es que aquel neurólogo no conocía el tesón y el amor de Tere por su hijo ni la voluntad de Enrique. Convertida en una auténtica madre coraje, se sacó el carnet de conducir solo para poder llevar cada día a su hijo a nadar al Reus Ploms. También lo llevaban cada tarde, cuando su padre salía del trabajo, a Vilanova i la Geltrú para que recibiera masajes en las piernas. Y sí, Enrique camina, y lo hace con bastante normalidad. Todo aquel esfuerzo mereció la pena. Hasta el punto de que Enrique no solo anda, sino que incluso ganó una medalla de plata en los Special Olimpics de Granollers, celebrados tras las Olimpiadas de Barcelona.

Ahora Juan y Tere, con la sonrisa todavía marcada en la cara por esa media hora que pudieron pasar abrazados a su hijo, ya esperan con ansiedad que llegue el viernes para volver a verle. «Es duro no tenerlo con nosotros», dice Tere, que da las gracias a los empleados de la residencia Marinada que han cuidado a Enrique y pide a todos «un poco más de conocimiento para evitar que haya rebrotes» que le obliguen a pasar otra temporada separada de su hijo. 
 

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