Una mañana para ver los secretos de la Catedral de Tarragona, un emblema nacional e internacional

La Catedral de Tarragona es un gran atractivo turístico, tanto para gente de todos los rincones de España, como para visitantes de los países más lejanos del planeta.

Cuando vivimos en una localidad determinada, en este caso Tarragona, tal vez no le demos el valor suficiente a los monumentos que vemos, ya que en gran parte estamos acostumbrados a verlos frecuentemente. Esta idea y la mencionada anteriormente son las conclusiones a las que se puede llegar fácilmente si alguien se pasea por las calles de la Catedral.

He decidido explorar dicho ambiente esta mañana, y me he encontrado con grandes multitudes de personas que formaban grupos de visitas guiadas para contemplar todos los secretos del emblemático edificio. A pesar de haber una gran presencia de turismo internacional, sorprendía escuchar de vez en cuando algún «¡qué bonita!», o «¡es enorme!», proveniente de turistas españoles y sudamericanos que, al igual que el resto, se quedaban asombrados al mirar la fachada de la Catedral.

«Nuestra competencia es difícil de superar porque nosotros venimos de Zaragoza y tenemos la Basílica del Pilar. Pero la verdad es que esta es preciosa», me comentaba en tono humorístico Jaime, que a pesar de bromear sobre la catedral, se hizo unas cuantas fotos con ella de fondo.

En el mismo Pla de la Seu también me he encontrado a Valeria, una turista ecuatoriana que ha venido unos días a Barcelona y ha decidido acercarse a Tarragona para conocerla. Al igual que Jaime y su grupo de compañeros zaragozanos, no ha dudado en ningún momento en hacerse fotos con la fachada del edificio, y mucho menos alabarlo: «Es una catedral muy bonita. No me esperaba que fuera tan grande. Además está muy bien conservada», detallaba satisfecha.

Como no podía ser de otra forma, el perfil del turista internacional, ya fuera europeo o asiático, fue el que más predominaba a lo largo de la mañana. Tarragona, por primera vez en meses, ha vuelto a tener esa faceta abierta a todo el mundo, esa mirada característica a ojos de turistas de todo el mundo que también contemplaban la magnitud de la fachada y de sus pequeños detalles.

La imagen era bien curiosa; una multitud de familias, niños y niñas de excursiones e incluso matrimonios mayores, todos mirando hacia arriba, con sus vestimentas veraniegas y su color de piel enrojecido por el sol. Resultaban inconfundibles.

Me he acercado para mezclarme entre sus conversaciones y preguntarles qué les parecía la catedral y la ciudad, y me he llevado una grata sorpresa, puesto que a pesar de que muchos resoplaban con caras de agobio provocadas por el calor, les encantaba lo que estaban viendo: «Vengo desde Inglaterra. Es maravillosa. Me ha gustado por dentro y por fuera», me explicaba con un inglés muy acentuado Tony, uno de los muchos turistas allí presentes.

Marco, un joven italiano, también me dijo que la catedral le había encantado, aunque estaba en la ciudad para ver las ruinas romanas. De hecho, este era otro de los mayores atractivos para los turistas con los que he hablado. La gran mayoría me indicaba que querían conocer el pasado romano de Tarragona. Uno de estos ejemplos ha sido el de Robert, un danés que simplemente había buscado en Google «qué ver cerca de Barcelona» y le aparecieron fotos de las ruinas romanas tarraconenses. No se lo pensó dos veces, según me ha comentado.

Así, y tras un buen rato, pude hablar con turistas daneses, ingleses, franceses e incluso chinos: «Tenéis una ciudad y un clima maravillosos. Por no hablar de la catedral, que es imponente».

Creo que la joven de Shanghái no lo pudo describir mejor; tenemos una ciudad que, a nivel histórico y patrimonial, permanece a buenos ojos del panorama internacional. Un ejemplo que me ha hecho reflexionar que de vez en cuando los tarraconenses tal vez deberíamos mirar hacia arriba más a menudo, fijarnos en los detalles de los monumentos y valorar las ciudades y el patrimonio que tenemos.