Salud
El drama de Alicia, primera incapacitada absoluta por Covid persistente en Tarragona
Esta vallense de 55 años acaba de lograr la primera sentencia judicial en la provincia que le reconoce que por su enfermedad no puede desarrollar ningún trabajo. Casos como el suyo ilustran la batalla de estos pacientes contra la administración y en los juzgados

Alicia Barrado camina ayudada de su bastón, en su domicilio de Valls.
Alicia Barrado (55 años) es otra persona desde que se contagió de Covid-19 en 2022. Un 67% de minusvalía, el sistema inmunológico afectado, niebla mental, fatiga, dolores musculares, distracciones, dificultad para el aprendizaje y para andar, y hasta un microinfarto cerebral. "Han pasado tres años y sigo igual. Camino con un bastón y si un día me canso demasiado tardo tres en recuperarme. No puedo hacer nada de lo que hacía antes. Me afecta a las piernas, de rodilla para abajo. Es como si estuvieran dormidas", explica.
Ella, vecina de Valls, describe un cuadro extremo, en parte compartido por los más de dos millones de personas en España que sufren 'long Covid', reconocido ya como enfermedad crónica. El reguero de males que le ha dejado Alicia es vasto: “Al principio estaba tan mal que incluso tartamudeaba. La cabeza no me funciona igual. Pierdo la memoria, si estoy leyendo no me pueden interrumpir porque me pierdo. Y todo se me agrava más. Si tengo una infección de orina, me dura mes y medio. Si me constipo, es a lo bestia. Todo me ataca mucho más".
Tal es la gravedad que el Juzgado de lo social 1 de Tarragona le acaba de dar la incapacidad permanente absoluta, lo que le impide desarrollar cualquier empleo. Se trata del primer caso en la provincia, al menos según tienen constancia los colectivos de afectados por Covid permanente, que llevan tiempo movilizándose y luchando por la visibilidad de la enfermedad.
La sentencia de la vallense, avalada por informes médicos y periciales, argumenta que su dolencia “le impide la realización de trabajo físico, es decir no puede trabajar como operaria de fábrica, (ocupación habitual), pero además, para trabajos más livianos y sedentarios tampoco presenta capacidad laboral a causa de su dolencia, crónica y permanente”.
Cualquier problema de salud que tenga, a mí me afecta mucho más", reconoce Alicia
El cuadro es déficit funcional de extremidades inferiores, disfunción neurocognitiva, síndrome de fatiga crónica como consecuencia de Covid permanente, además de lumbalgia y cervicalgia. A eso se añade el golpe mental y emocional. "He tenido que ir al psicólogo para aprender a vivir con esta nueva situación. He pasado mucha ansiedad”.
Alicia, que trabajaba en una fábrica textil en el Pla de Santa Maria, se infectó de Covid-19 en 2022. Ya estaba vacunada. “De golpe me sentí muy mal, como una gripe bestial, como si me hubieran pegado una paliza”, cuenta. Ahí comenzó su pesadilla. Aquellos síntomas de la fase aguda se transformaron en un calvario que ya nunca se fue. “Era insoportable. La cabeza no me funcionaba, todo me costaba muchísimo. Cogía la cuchara para comer y parecía que pesara 50 kilos. Estuve un mes del sofá a la cama y de la cama al sofá. Tengo lagunas”.
Situación cercana a un estado "predemencial"
Fue derivada a medicina interna del Hospital Pius de Valls. Padeció una inflamación cerebral que le agravó la fatiga. Hizo rehabilitación y, aunque por momentos mejoró, se alargó hasta hoy esa condición que la resolución judicial definió como “limitante de la capacidad laboral” y el informe pericial de “situación cercana a un estado predemencial”.
Todo ello, con el desgaste que supone para muchos tener que recurrir a la justicia para obtener estas incapacidades, ante las constantes denegaciones de la Seguridad Social. Así lo reconoce su abogado, Miguel Curto: “La Seguridad Social se niega a reconocer estas secuelas como incapacitantes, de alguna forma vienen a decir que es una patología prácticamente magnificada por los que la sufren. Eso obliga a los ciudadanos a gastar en abogados y médicos para que les reconozcan la afectación, muchos no tienen los recursos necesarios y a abandonan”.
El drama también es financiero, y Alicia lo sabe bien. “Esto para mí ha sido el derrumbe económico. Me despidieron improcedente para darme el paro, y estuve más de un año cobrando, pero se acabó. Cobro 480 de una ayuda pero pago una hipoteca de 360 euros. Mi pareja cobra 500. No nos da”.
Por eso acceder a una pensión contributiva a través de una incapacidad es para muchos una cuestión vital. “Es importante porque supone que al menos puedas cubrir las necesidades. No hablamos de irnos de vacaciones”, dice.
La Seguridad Social se niega a reconocer las secuelas de la Covid como incapacitantes", lamenta el abogado Miguel Curto
Pacientes como Alicia libran una lucha en los juzgados que se prolonga durante años y que, en realidad, comienza antes, con las denegaciones previas de la Seguridad Social. ¿Dónde está la clave del éxito? “Son patologías que no se sabe muy bien de dónde proceden pero están reconocidas por la OMS. Médicamente tienes que demostrar que hay una afectación tanto física como cognitiva”, explica Curto, abogado con despacho en Tarragona y Tortosa.
La incapacidad recogida por el tribunal supone, para Alicia, un alivio. “Al menos es empezar a quitarte parte de esa mochila”, cuenta ella, poco confiada en que pueda mejorar. “No estoy en ningún tratamiento porque según me dicen no tengo mucho que hacer. Intento mantenerme activa, no quedarme parada nunca para no atrofiarme. Pero las piernas no me responden como antes y tengo miedo porque cualquier problema de salud que tenga yo lo sufro más”, reconoce.