Salud
Con 42 años y una incapacidad por Covid persistente: "No puedo ni vestirme por mí mismo"
Mamerto Moreno, vecino de L'Aleixar, se infectó en 2021. La Seguridad Social le dio de oficio la incapacidad laboral. Toma 20 medicamentos diarios y participa en ensayos para colaborar a que se sepa más de una enfermedad nueva y aún rodeada de incógnitas

Mamerto Moreno (izquierda), ayudado por su pareja, Raúl Serrano, en el Parc Sant Jordi de Reus.
La vida de Mamerto Moreno se truncó un día de diciembre de 2021. Se contagió de coronavirus en una de las olas y comenzó entonces un drama: a día de hoy acumula una decena de ingresos, tres de ellos en la UCI.
Este vecino de L’Aleixar (Baix Camp) de 42 años trabajaba como auxiliar de enfermería en un hospital psiquiátrico de Reus. Desde entonces no ha podido regresar al trabajo. En su caso, cobra una pensión porque le han reconocido la incapacidad absoluta de oficio, sin necesidad de recurrir a la justicia. "Desde que me infecté caí en picado. Tenía fiebre, dificultad para respirar, me fatigaba”, cuenta.
Nunca se recuperó. “Ahora cualquier infección me lleva al hospital”, asegura. Crisis respiratorias, trombosis, embolia pulmonar o infección de la pleura son algunas de las patologías que le han provocado este ‘long Covid’ que la ciencia sigue investigando y sobre el que aún hay tantas lagunas. “Me derivaron a la unidad especializada de Covid persistente de Can Ruti. Allí hice un ensayo clínico de plasmaferesis. Lo único que puedo hacer es participar en ensayos clínicos. Ahora empiezo otro”.
Toma alrededor de 20 medicamentos diarios, desde anticoagulantes a depresivos pasando por corticoides, para intentar tener controlados los síntomas. “Tengo afectado el corazón con arritmias y una taquicardia sinusal. Para caminar me ayudo con muletas o andador y a veces con silla de ruedas. Las piernas no me responden y me caigo mucho. No sé cuándo me van a fallar”.
Necesito ayuda para todo. El dolor es persistente, no se va. Todo esto me ha generado una depresión mayor diagnosticada", se resigna Mamerto
Cuando habla con el 'Diari', Mamerto lleva dos días de tratamiento con lidocaína y ketamina intravenosa en el Hospital Santa Tecla para intentar paliar un dolor crónico que le amenaza articulaciones y huesos. Cualquier actividad se hace un mundo. “Yo era una persona muy naturalista, hacía senderismo, salía mucho al monte. Todo eso se acabó. He engordado 35 kilos en cuatro años. Necesito ayuda para ducharme, para vestirme, para todo. El dolor es persistente, no se va. Y todo esto me ha derivado a una depresión mayor diagnosticada. Tengo muchos frentes abiertos”, cuenta.
La ayuda de su marido, Raúl Serrano, es fundamental, así como la de otros familiares que le echan una mano en el día a día. El reconocimiento formal de su enfermedad alivia años de incomprensión. “Sigue siendo una enfermedad invisible. No es Covid, son secuelas de Covid. Me he encontrado con médicos que se han reído en mi cara. Hay mucho desconocimiento. Cada paso que se da es decisivo. Cuando el Ministerio de Sanidad reconoció la enfermedad fue importante”, asegura Mamerto, que apenas mejora.
Discapacidad y dependencia
Los informes médicos sobre cardiopatías, tromboembolismos o síndromes compartimentales fueron claves para una incapacidad absoluta que regularmente será revisada por la Seguridad Social, a pesar de los visos de ser crónica. “Me han concedido el grado de discapacidad y estamos esperando la valoración de la dependencia”, dice Mamerto, muy concienciado con la visibilización de esta nueva patología y entregado a la medicina para que se investigue.
Por eso es parte de REiCOP, la Red Española de Investigación en Covid Persistente. “Intento participar en todos los ensayos que salen”, indica, sin esconder una cierta frustración: “Hay mucha investigación que se está llevando a cabo. Ahora se habla mucho del tema de inmunodeficiencias pero no está constatado. De momento, lo único que puedes hacer ir parcheando los síntomas”. Está por demostrar también por qué el mismo SARS-CoV-2 ha afectado tanto a unas personas y tan poco a otros. En su caso, Mamerto era asmático pero tenía esa patología bajo control.
A pesar de haber logrado una pensión, Moreno, como tantos otros enfermos de este coronavirus persistente, se ha sentido muchas veces maltratado desde el punto de vista sanitario y administrativo. También ha tenido que costearse los gastos médicos y la adecuación de su vivienda, donde ha invertido más de 3.000 euros en reformas para adaptarse a su nueva realidad. "Vivo en una finca. Hemos tenido que invertir en ayudas técnicas, en silla de ducha, silla de WC, caminador, silla de ruedas eléctricas y además he adaptado el acceso a la casa con una rampa de más de 20 metros y un pasillo para salir a la puerta".