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    «La gente aprovecha más las cosas y prefiere arreglarlas antes que comprarlas nuevas»

    Los talleres de reparación de ropa, bicicletas e informática, entre otros sectores, han notado como su trabajo y su clientela ha incrementado desde el inicio de la actual crisis de precios

    03 octubre 2022 19:36 | Actualizado a 04 octubre 2022 07:00
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    Todo ha subido. Todo. La energía, la ropa, la comida y un largo etcétera del que nadie se salva. La mayoría de familias, para sobrevivir, deben recortar por donde pueden. Y un ejemplo de esto se encuentra en el hecho que, desde el inicio de la inflación y la crisis de precios en la que estamos inmersos, los talleres de reparación han visto como ha incrementado de forma considerable su trabajo, incluso con la consecución de nuevos clientes. La respuesta es obvia: si antes a la mínima que algo se estropeaba, por pequeño que fuera el deterioro, ya se compraba un substituto nuevo, ahora la gente, en ese afán de ahorrar por todos los lados posibles, intenta aprovechar todo lo aprovechable y lo lleva a que se lo arreglen para no tener que pagar el precio de un nuevo producto.

    Talleres de bicicletas, de equipos informáticos y de costura han confirmado este aumento de la actividad durante este último año. Jordi Centelles, desde su tienda Centelles Informàtica de la avenida Prat de la Riba de Tarragona, explica que se dedica principalmente, desde hace 42 años, a la reparación de ordenadores de mesa, ahora más bien de portátiles, de teléfonos móviles y de fotocopiadoras. «Antes me dedicaba también a la venta de este tipo de productos, pero desde la llegada de Internet y de el comercio en línea dejé de hacerlo porque no podía competir contra ello», señala Centelles.

    En relación al aumento de servicios de reparación, el propietario de la tienda lo sitúa alrededor del 20%: «Las más habituales son de las pantallas, las placas madre y los discos duros de los portátiles, cuyo precio oscila entre los 90 y los 200 euros, y de las pantallas o las baterías de los móviles y tabletas, que cuestan entre 50 y 150 euros, según la marca».

    «La gente cuando viene lo comenta, que con lo cuesta un producto de estos nuevos prefieren ver antes si hay la posibilidad de repararlo, aunque después también hay que ver lo que cuesta arreglarlo y valorar si vale la pena», comenta Centelles. A nivel de trabajo, dice que depende de la semana, pues «hay veces que no paro, con 8 o 9 reparaciones en marcha». Por otro lado, señala también que «la gente quiere que se lo arregle rápido, sobre todo el teléfono móvil, pero entre que monto y desmonto y me llega la pieza de recambio tardo un mínimo de tres días, y en el caso de los portátiles, que a veces pido piezas que vienen de China, puedo tardar hasta 15 días».

    Centelles empezó con el negocio en 1980, cuando arreglaba y hacía el mantenimiento de máquinas de escribir en oficinas. Con el tiempo, se tuvo que adaptar a las nuevas tecnologías y aprender el funcionamiento y los engranajes primero de los ordenadores y después de los smartphones y las tabletas. Con todo, asegura que hace un par de semanas ya se podría haber jubilado, porque tiene 65 años, pero sigue porque «me distrae, me gusta y soy el jefe».

    Quién también ha notado un aumento de la demanda para reparar es Jordi Mariné, propietario de la tienda Mariné Bicicletes. Cuenta que ya hubo un «boom» tras el confinamiento, con las diferentes restricciones, cuando mucha gente apostó por actividades al aire libre como ir en bici. Cabe recordar que la demanda disparada de bicis, y los problemas de suministro que hubo entonces por la pandemia, provocaron largas listas de espera para recibir de nuevas, con lo que en muchos casos la única opción fuera quitar el polvo de las viejas y ponerlas a punto.

    «Actualmente estamos teniendo bastante faena», señala Mariné. Cuenta que «muchas personas vienen para reparar una bicicleta vieja y nosotros se lo desaconsejamos porque es gastarse un dinero en algo que seguirá teniendo el mismo valor, pero nos dicen que no se pueden permitir comprar una nueva y que la única opción es arreglarla».

    En cuanto al precio de las reparaciones, Mariné explica que oscila entre las más baratas, de 8 euros, como puede ser el cambio de una cámara de aire del neumático, hasta el cambio de la transmisión, que puede costar entre 90 y 350 euros, dependiendo de la bicicleta. En este sentido, comenta que el precio de las bicis ha aumentado alrededor de un 10%, pero que todavía ha incrementado más el coste de los recambios, sobre un 25% concretamente. «La guerra de Ucrania es bastante reciente, pero ya antes se encareció la materia primera y el transporte, con los contenedores famosos que venían desde China», recuerda el propietario de la tienda de bicis.

    La demanda de arreglos también se ha disparado en el ámbito de la ropa. Neus Fornòs es la propietaria de Entre Teles, una tienda de costura de Amposta. «Siempre solía ser la gente mayor la que acostumbraba a aprovechar toda la ropa al máximo, pero ahora hemos notado un aumento de clientela de todas las edades», señala Fornòs.

    Explica que «ahora mismo estoy arreglando un vestido de novia de una marca muy famosa que han comprado de segunda mano y me lo han traído para que lo arregle a medida». En esta misma línea, cuenta que también hay muchas clientas que le traen vestidos de sus madres para adaptárselos, «sobre todo en piezas buenas».

    Fornòs destaca que «la gente es reticente con los precios, y a mi transformar una pieza de ropa me cuesta dinero y a veces cobro más de lo que te cobran en unos grandes almacenes por una pieza nueva, donde un pantalón te puede costar 12 o 15 euros». En este sentido, critica que «para vender productos a estos precios habría que saber quien, donde y en que condiciones se confeccionan, porque es imposible que un pantalón cueste 15 euros o una chaqueta 25, a no ser que lo hagan niños explotados, pero todavía no estamos concienciados en este tema».

    Fornòs también ofrece en su tienda clases de costura y asegura que mucha gente, cuando ven lo que cuesta hacer una pieza, le preguntan como puede ser que se vendan a precios tan bajos.

    Sobre esta cuestión de las clases de costura, la propietaria de Entre Teles cuenta que «ahora mucha gente quiere aprender para poder arreglarse sus cosas, por lo menos las básicas». Recuerda que antes todas las mujeres sabían coser porque se lo enseñaban en el colegio, «pero hoy en día no, y debería ser una asignatura obligatoria, tanto para niños como para niñas, para saber hacer algo tan sencillo como coser un botón».

    En su caso, los precios pueden variar en función del arreglo, desde los 7 euros para hacer el borde de unos pantalones, los 25 por cambiar una cremallera y hasta los 300 euros por transformar todo un vestido de novia, por ejemplo.

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