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Cinco águilas y halcones controlan la sobrepoblación de palomas en Salou

La cetrería se emplea por primera vez en el municipio, como prueba. Se han detectado «muchos focos» que abordar y ya se registran los primeros resultados

El halconero Juan de la Cruz Padilla con una de las aves de presa, en la calle Carles Buïgas de Salou.Àngel Ullate

Mónica Pérez

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«Es la primera vez que Salou usa la cetrería como sistema de control. Igual que en tantos otros sitios, hay un problema de palomas. Y probaremos», detalla el halconero Jonathan Maldonado. Él coordina el despliegue de aves de presa que, desde abril y como un test, tratan de reducir la población de palomas en la capital de la Costa Daurada.

Allí trabajan unos cinco ejemplares entre águilas de Harris, halcones peregrinos y halcones híbridos. Realizan los llamados «vuelos disuasorios, de dispersión» en puntos calientes para «ahuyentar a las palomas» y, así, «romper así sus focos, sus núcleos de estancia».

Las tareas, encargadas a la empresa F&H Servicio Control de Fauna, las dirige el Ayuntamiento hacia la contención de tres especies: la paloma roquera, la que estamos más acostumbrados a ver, gris y con tonos verdes y violetas alrededor del cuello; la tórtola turca, muy similar en tamaño pero más esbelta y de color más claro; y la paloma torcaz, la mayor de las presentes en Europa, gris intenso y con manchas blancas en el cuello. Esta última, explica Maldonado, «ha cambiado sus costumbres por completo» en los últimos tiempos y «se ha habituado a entrar en las ciudad y a nidificar en estructuras en lugar de árboles».

En esta prueba piloto en Salou, «hay que aplicar una estrategia en cuanto a los puntos sensibles de la población de palomas», concretando «dónde están establecidos sus dormideros y sus principales sitios de cría». El halconero indica que, al tratarse de un modelo que se estrena en el municipio, ha sido necesario realizar estudios paralelos que han arrojado la presencia de «muchos focos». Por eso, dos o tres días a la semana, se suelta a los halcones o las águilas en las más relevantes áreas de concentración, «siempre bajo el control del halconero».

Queen, una águila de Harris que presta servicio en Salou.Àngel Ullate

«Las asustan»

«Principalmente, asustan a las palomas, no se las comen», indica Maldonado, que precisa que «se trata de que el águila muestre una actitud de trabajo para que vean que hay un depredador activo y que exista una presencia regular; no hablamos de cazar, sino simplemente de infundir miedo». Así se rompen los núcleos de estancia de las palomas y baja la natalidad –crían en colonias y si el lugar no parece exitoso no se ponen más–, que es la meta. Los profesionales se manejan con las aves rapaces mediante silbidos y gestos, pero todas tienen su nombre. En Salou vuelan, por ejemplo, las águilas de Harris Queen y Jerezana.

Primeros resultados

¿Dónde hay más palomas? Sin aportar ubicaciones concretas, «los pinares, por ejemplo, son dormideros o espacios de nidificación» y en las «zonas sensibles –donde reposan, comen o duermen– es donde más excrementos se acumulan».

¿Y por qué proliferan? Los factores son muchos y uno de ellos es la alimentación descontrolada que consiguen: «Se ve perfectamente un flujo de palomas que van a comer al puerto y vuelven a Salou, que es donde viven, a descansar». El halconero habla de este servicio como un mecanismo «de sanidad» en el que las aves rapaces «son aliadas».

Padilla y Maldonado, con Jerezana, otra de las águilas de Harris con las que trabajan, frente a la Masia Catalana de Salou.Àngel Ullate

Halcones y águilas causan sensación entre la gente que los ve planear por las calles. La pregunta «Can I take a picture?» fue mil veces repetida, de boca de los turistas, durante los vuelos para la toma de imágenes de este reportaje en la céntrica Carles Buïgas. Estas aves, inofensivas para la ciudadanía, entrenan intensamente antes de salir a operar, tejen vínculos estrechos con sus técnicos y «aunque son eficaces con menos tiempo», tardan dos años en alcanzar la etiqueta de «halcones maestros, muy perfeccionados». Duermen en El Morell, comen carne natural de pollo o codorniz y su labor se destaca: «A veces, tenemos el ave del mes, el que mejor lo ha hecho».

En estos primeros compases, ya se han empezado a apreciar resultados en forma de «reducción del número de palomas en varios de los focos de concentración previamente identificados». Pese a todo, un periodo de seis meses se considera «corto» para sacar conclusiones y «lo mejor sería alargarlo algo más, que sea sostenido», acaba Maldonado.

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