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Aloma Rodríguez reseña el libro de Tessa Hadley 'La fiesta'

Tessa Hadley da con una estructura que le permite sugerir, jugar con las expectativas en el lector sin perder tensión ni ligereza. Logra una precisión gustosa sin dejar rastro del esfuerzo requerido para lograrlo

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Evelyn, protagonista de La fiesta, novela breve de Tessa Hadley (Bristol, 1956), está nerviosa: ¡por fin va a acudir a una fiesta! “Y no era una fiesta cualquiera, sino una fiesta alocada con los amigos de su hermana en un pub ruinoso de terrible reputación, encaramado sobre las aguas negras del puerto”, todo absolutamente prometedor. Evelyn ha salido de casa con un vestido, que se ha quitado y guardado en una bolsa, para ocultar su varadero atuendo a sus padres: camiseta y pantalón ajustadísimos y negros y un cinturón. Evelyn, estudiante de Filología francesa, lectora y con cierta tendencia a verse a sí misma como un personaje de novela, no está libre de las típicas inseguridades con respecto al atuendo. Sobre todo, al verse desde los ojos de su hermana: Moira, estudiante de Bellas Artes que ya hace sus pinitos como diseñadora de moda. Moira parece más resuelta, Evelyn, más tímida; las dos tienen las mismas ganas de cruzar el umbral hacia la vida adulta, sea eso lo que sea, aunque intuyamos por dónde va. Estamos en Bristol, posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Evelyn y Moira pertenecen a una familia de clase media-baja, hay un hermano menor, varón, que fabrica explosivos caseros y un matrimonio en descomposición: el padre tiene una amante más joven, la madre lo sabe y, en opinión de la hija mayor, Moira, se ha dejado bastante.

La fiesta, traducida por Magdalena Palmer, tiene tres partes y dos fiestas, hay una que aparece elidida en la segunda parte. La primera puede entenderse como preámbulo de la tercera, a la que acuden las dos hermanas, invitadas por unos chicos que conocieron en la primera fiesta. En la segunda parte, se muestra la vida doméstica de esa familia, sobre todo, la intimidad de las mujeres: la madre y las hijas y las complejas relaciones de identificación y distanciamiento que se tejen entre ellas. También hay momentos hermosos: “Al pintarle los labios a su madre, Moira unió los suyos a modo de demostración y luego se colocó detrás de ella, observándola en el espejo. Le retiró los rulos, le peinó ondas en el fino cabello castaño oscuro y lo roció para mantenerlo en su sitio. Se suponía que la novia de su padre era mucho más joven y guapa, pero en aquel momento las tres se sintieron esperanzadas mientras le ponían a su madre el collar verde y los pendientes y oían entrar a su padre por la puerta lateral”.

  • Título: La fiesta
  • Autora: Tessa Hadley
  • Editorial: Sexto Piso

Hay un asunto más: la muerte del pretendiente de Moira en Malasia. Moira se lo cuenta de sopetón a su hermana, al final de la primera parte, rompiendo la comicidad de la escena: las dos iban buscando un baño y al no dar con uno, se ponen a orinar en cualquier sitio.

Tessa Hadley da con una estructura que le permite sugerir, jugar con las expectativas en el lector sin perder tensión ni ligereza. Logra una precisión gustosa sin dejar rastro del esfuerzo requerido para lograrlo.

Podría pensarse que el título hace referencia a la tercera fiesta, porque es en la que las hermanas despiertan al mundo, digamos. La velada transcurre entre alcohol, bailes y representaciones, resulta por momentos decadente, divertida e inquietante. Lo que sucede allí le da a Evelyn (y a Moira) una lección sobre la ambivalencia de la vida adulta: “Había querido pasar la noche leyendo a Racine en casa, con su madre y su hermano. Lo que había sucedido en su lugar parecía tener dos lecturas opuestas, y era incapaz de decidirse por una de ellas". Le parecía un humillante error producto de su ebriedad, plagado de riesgos, aquello contra lo que se advertía a las chicas buenas, que la avergonzaría y arruinaría para siempre. Pero también era una revelación del placer sexual, salvaje y real, por la que debía pasar para convertirse en una adulta sofisticada.

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