'La tierra de las cosas perdidas', de John Connolly: Un libro, un refugio

Ceres tiene a su hija Phoebe en coma tras un terrible accidente de tráfico y no sabe cuál va a ser su evolución. Lleva ya un tiempo ingresada en el hospital cuando le hablan de Lantern House, un lugar especializado en cuidar de jóvenes en su estado que, además, guarda una enigmática historia sobre la casa que ocupa una parte de sus terrenos. Esta fue construida por el fundador del lugar, un escritor con un pasado dramático, famoso por haber escrito El libro de las cosas perdidas (que es el título de otro título publicado por John Connolly): “había encontrado el modo de convertir su dolor en novela, y esa novela había ayudado a otros que sufrían dolor. Eso es lo que hacían las historias, o al menos las que nos importaban: nos ayudaban a comprender a los demás, pero también a sentirnos comprendidos y menos solos en el mundo.” El libro de las cosas perdidas habla, precisamente, de cómo su protagonista debe asumir una terrible pérdida, estableciendo así un paralelismo entre él y Ceres.

En la mitología romana, Ceres era la diosa de la agricultura y de la fertilidad, y cuando su hija Perséfone es raptada y llevada al inframundo, queda desolada y abandona sus labores hasta que el mundo entra en un largo invierno. Solo cuando acepta que ella pasará una parte del año en el inframundo lejos de ella, acaba ese invierno. Así, habla del duelo y de la pérdida, que también la Ceres de La tierra de las cosas perdidas debe afrontar, un nuevo paralelismo.

Una vez que Phoebe es trasladada a Lantern House, Ceres vuelve a vivir en el hogar en el que creció, y recupera más vivamente el pasado lleno de leyendas y del folclore que su padre le transmitió de niña, hasta entrar en él.

Con su habitual estilo visual, poético, envolvente y melancólico, completado por las sugerentes ilustraciones de Riki Blanco, John Connolly nos cuenta cómo una madre se adentra en un mundo de fantasía para hacer frente a la terrible situación que está viviendo. Sin embargo, no es una fantasía luminosa, más bien todo lo contrario. El Hombre Torcido forma parte de ella, y su mundo es oscuro y tenebroso, habitado por hadas que no son buenas ni malas, sino “otra cosa”.

Llevado por la empatía y la curiosidad que el lector siente inmediatamente por los acontecimientos que está viviendo la protagonista, entrará de lleno en esta metaliteratura que reclama el poder de las historias desde la primera página, en cómo estas pueden salvar y curar, pero también atrapar a quien las lee.