Economía

Creado:

Actualizado:

En los archivos de muchas empresas industriales y tecnológicas existe un patrimonio silencioso: decenas, a veces cientos, de patentes que fueron registradas con entusiasmo, alabadas como símbolo de capacidad innovadora, y que desde entonces duermen en reposo. No se explotaron, no se licenciaron, no llegaron al mercado, siendo a menudo olvidadas debido a los frecuentes cambios en la cadena de promoción de los líderes de I+D, preocupados por la inmediatez más que por su pasado histórico.

La gestión de estas patentes recuerda al trabajo de la unidad policial de ‘Caso Abierto’. En esa unidad, un crimen sin resolver no es un expediente olvidado, sino un caso pendiente que se conserva hasta que una nueva tecnología o contexto permita reabrirlo con posibilidades de éxito. De igual modo, una patente dormida es un archivo en espera, con pruebas tangibles que en su día no condujeron a un resultado comercial, pero que pueden reactivarse cuando las circunstancias cambian.

Las razones por las que una patente entra en letargo son múltiples. Puede que el mercado no estuviera preparado o que la tecnología fuera demasiado intensiva en capital o que, simplemente, la normativa no acompañara. También influyen las decisiones corporativas al no invertir recursos en algo que no encajaba con su estrategia en ese momento. Simplemente, el entorno de mercado no era el adecuado.

En la industria de la automoción, las tecnologías de propulsión eléctrica e hidrógeno se registraron décadas antes de que fueran viables. Algunas se reactivaron con cambios legislativos y avances en baterías; otras las desarrollaron terceros, como spin-offs formados por antiguos empleados que encontraron un mercado donde encajaban. En materiales, un polímero inútil para la industria aeronáutica resultó idóneo para envases y embalajes de gran consumo. La clave, como en ‘Caso Abierto’, está en saber cuándo revisar los expedientes y reconocer que el contexto ha cambiado.

Las empresas que abordan esta tarea con seriedad crean equipos multidisciplinares, similares a los que en la serie combinan detectives, analistas y forenses. Aquí, ingenieros y científicos reevalúan la viabilidad técnica; abogados de propiedad intelectual verifican la vigencia y alcance legal; analistas de mercado identifican oportunidades comerciales; y directivos en innovación priorizan las que merecen ser reabiertas. No todas se activan, cada patente dormida necesita un activador concreto, ya sea una nueva tecnología o un cambio legislativo, para ser revisada.

Ejemplos reales confirman el valor de esta disciplina. En telecomunicaciones, patentes de compresión de datos olvidadas cobraron protagonismo con la irrupción del streaming y las videollamadas, generando ingresos por licencias muy superiores a la inversión original. En energía renovable, diseños de rotores eólicos descartados reaparecieron cuando mejoras en los materiales permitieron alcanzar eficiencias competitivas. En todos los casos, la protección de la patente fue el equivalente a guardarla en una caja fuerte. Sin ella, otros habrían explotado libremente la invención.

Al igual que en las investigaciones televisivas, una patente dormida permanece en silencio, esperando a que alguien se atreva a abrir la caja. Reactivarla exige humildad intelectual. Supone actualizarla y adaptarla sabiendo que no posee el glamour de un descubrimiento inédito. Este trabajo requiere una combinación poco común de habilidades técnicas, visión de mercado y respeto por la historia de la invención. No está al alcance de muchos, pero en las manos adecuadas puede transformar una investigación olvidada en una ventaja competitiva.

Gestionar patentes dormidas con el rigor de una unidad de gestión del patrimonio intelectual no es nostalgia empresarial, es estrategia. No se trata de resolver el pasado, sino de convertirlo en futuro. Una empresa que gestiona activamente su archivo de patentes entiende que una idea aparcada puede convertirse en su próxima ventaja competitiva.

tracking