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Gemma Gasulla

Gemma Gasulla

Miembro del Comité Ejecutivo del Col·legi d’Economistes de Catalunya en Tarragona

Cuando las empresas no saben qué necesitan

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Por qué invertimos en formación que luego no se aplica? Cada año, miles de compañías catalanas destinan presupuestos relevantes a capacitar a sus equipos. Sin embargo, un dato llama la atención: distintos estudios sectoriales estiman que hasta el 40% de esa formación no se traduce en mejoras visibles de productividad. La causa principal es clara: muchas organizaciones forman sin haber hecho antes un diagnóstico real de sus necesidades.

Como economista y experta en el ámbito del talento, hemos vivido y vivimos este patrón demasiadas veces: se contrata un curso porque hay una subvención, porque la competencia también lo hace o, sencillamente, «porque toca». Pocas veces se realiza la pregunta decisiva: ¿qué necesita de verdad esta empresa para ser más competitiva en los próximos tres años?

El coste de decidir sin información. Una firma logística de Tarragona puede invertir en formación digital para el personal de almacén. Está bien. Pero quizás lo que realmente es interesante sería reforzar otras habilidades como la gestión de equipos, porque los responsables de área tienen dificultades para coordinar turnos. Otro ejemplo, puede ser una pequeña empresa de servicios que envía a parte de su equipo a cursos de marketing online, cuando su mayor reto es mejorar la atención presencial al cliente, el face-to-face.

La formación no es el problema; el problema es que la formación que se realiza no responde a la necesidad concreta de la empresa y, en consecuencia, no se alinea a su estrategia, objetivos ni necesidades. No es solo una cuestión económica -presupuesto mal aprovechado-, sino estratégica: la empresa pierde tiempo, las plantillas no perciben utilidad en lo que aprenden y la competitividad queda igual. Pero, en un mercado tan exigente, la factura llega rápido.

Orientación empresarial: más que un servicio. Aquí es donde interviene la orientación empresarial, entendida como un acompañamiento personalizado, realizado por profesionales expertos, que más que ofrecer consejos genéricos guía a la empresa en un proceso ordenado:

1. Diagnosticar dónde está la empresa y adónde quiere ir.

2. Identificar qué competencias faltan para llegar.

3. Planificar cómo desarrollar ese talento: formación, contratación o reorganización.

4. Medir resultados y ajustar.

Otro ejemplo que nos toca de cerca, podrían ser las empresas del polo petroquímico-energético de Tarragona, que afrontan retos de sostenibilidad y digitalización que exigen competencias muy específicas. Saber cuáles son prioritarias -y en qué secuencia abordarlas- puede significar liderar o quedarse atrás. Lo mismo ocurre con el tejido turístico del territorio: la digitalización de un hotel no tiene nada que ver con la de una empresa de actividades.

El valor de acreditar la experiencia. Un gran desconocido por muchas empresas. Otro factor clave es la acreditación de competencias: la oportunidad de obtener una acreditación oficial demostrando lo que la persona profesional es capaz de hacer a partir de su experiencia laboral. Muchas empresas cuentan con profesionales con muchos años de experiencia, la cual no ha sido reconocida. Impulsar a organizaciones y profesionales a acreditar la experiencia, tiene un doble efecto: la organización sabe exactamente con qué talento cuenta y las personas se sienten valoradas. Además, ante certificaciones sectoriales o licitaciones públicas, disponer de personal acreditado se convierte en una ventaja real.

Prepararse para avanzar. Las empresas que se detienen a entender qué necesitan, que planifican el desarrollo del talento y que reconocen las competencias de su gente son las que acaban liderando el cambio. Porque saber a dónde vas es tan importante como disponer de las herramientas para llegar.

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