Uno por uno del Nàstic-Sanse: más sombras que luces, con Pablo como faro entre la niebla
El conjunto tarraconense cayó ante el Sanse (1-3) y tiene el ascenso muy lejos

Antoñín Cortés sufrió mucho en la banda izquierda, está mucho más cómodo en el centro.
Perder siempre es una herida, pero hacerlo en casa y en una final de play-off es una punzada más profunda. El Nàstic vivió una tarde difícil ante el Sanse, que le desnudó las costuras y le puso contra las cuerdas. En ese escenario de inquietud y frustración, emergieron algunos nombres propios con luz, otros se perdieron en la penumbra, y el equipo quedó entre dos aguas: ni vencido del todo, ni del todo esperanzado.
Pablo, el aliento de la grada
El único gol grana llevó su firma, y con él, por un instante, el estadio volvió a latir con fuerza. Pablo Fernández fue el rostro de la fe, el que agitó el partido cuando más lo necesitaba su equipo. Su tanto llegó como una ráfaga de esperanza, aunque la reacción del rival no tardó en apagar la llama. Fue de los pocos que jugaron con el corazón por delante. Esperanzador.
Defensa al borde del colapso
En portería, Dani Rebollo no tuvo su tarde. Superado en los dos primeros goles, y con alguna responsabilidad en el tercero, no ofreció esa seguridad que exige una cita así. En defensa, Migue Leal alternó el desorden con el acierto: su centro fue medio gol, pero también vivió momentos de caos. Unai Dufur, desafortunado, se vio superado por Gorosabel y firmó un autogol que retrata su noche. Enric Pujol, más firme, aunque igualmente expuesto, y Joan Oriol, el más sobrio de la línea, se mantuvieron con dignidad.
Centro del campo invisible
Marc Montalvo quiso y no pudo. Intentó imponer algo de criterio, pero fue sustituido cuando parecía crecer. Gorostidi sufrió el peso del reencuentro con sus ex y fue devorado por la presión. Víctor Narro, incómodo en la banda derecha, mostró su frustración más con gestos que con juego. Roberto Torres, apagado, no encontró su sitio, y Antoñín, encorsetado en banda, apenas generó peligro.
Luis César, sin respuestas
El técnico gallego se vio superado por el planteamiento del filial txuri-urdin. Su idea, tan eficaz en Murcia, se volvió vulnerable y previsible. Introdujo cambios en busca de reacción, pero cuando el equipo quiso despertar, el castigo ya estaba dictado. Derrotado.
Los cambios sí cambiaron cosas
Desde el banquillo llegaron las mejores sensaciones. Jardí dio amplitud y verticalidad. Óscar Sanz mejoró la circulación en la sala de máquinas. Concha casi anota un gol que habría cambiado el destino del partido: fue eléctrico y atrevido. Y Álex Jiménez, como siempre, dejó minutos intensos. Ellos encendieron la chispa que ahora debe prender fuego en la vuelta.