Pequeños pueblos, grandes tesoros de la Costa Daurada

20 octubre 2022 12:24 | Actualizado a 24 octubre 2022 11:42
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Los pequeños pueblos de la Costa Daurada tienen un encanto especial. Con menos de 500 habitantes, mantienen la esencia de la vida rural, con la vecindad cercana y esas charlas en las plazas y a las puertas de las casas en las sillas de mimbre, de las de toda la vida. Muchos de estos rincones mágicos han ido perdiendo sus habitantes más jóvenes, que se fueron en busca de mayor fortuna y mejores oportunidades. En otros, no obstante, se han ido instalando segundas residencias, cuyos propietarios huyen de las grandes urbes, en busca de paz y reposo con el único sonido del tañer de las campanas. Recorrerlos es toda una aventura, descubriendo sinuosas callejuelas empedradas, pueblos enclavados en el interior, en profundos valles o entre frondosos bosques. A pesar de tratarse de lugares recónditos, son rincones accesibles donde pasar unos días en familia; subir a las ermitas que se hallan en los aledaños de antiguos castillos señoriales, o desentrañar las leyendas que hablan de agua milagrosa, mártires y romanos. Vamos a visitar algunos.

Pontils, entre la historia y la leyenda

El susurro del río Gaià acompaña diversas comarcas de Tarragona, un río que recoge sus aguas de las sierras de Brufaganya y de Queralt. Justamente en la primera, en el término municipal de Pontils, se alza el santuario de San Magí, donde está enterrado el mártir, según la creencia popular. Cuenta la tradición que en el siglo III, el emperador Daciano mandó encarcelar a Magí, quien iba pregonando las bondades del cristianismo. No obstante, gracias a unos ángeles que arrancaron cadenas y rompieron puertas, Magí pudo escapar de Tarragona y volver así a su cueva en la Brufaganya. Hasta allí llegaron los soldados de Daciano, exhaustos y sedientos. Cuando Magí los vio, hizo brotar agua de una fuente, con solo tres golpes de su gayata. A pesar de todo, los esbirros le dieron muerte. Era agosto del año 360.

Desde entonces, durante siglos, muchos habitantes de diferentes poblaciones han subido hasta la Brufaganya a por agua milagrosa y actualmente es uno de los actos centrales de las fiestas de San Magí, patrón de la ciudad de Tarragona, en el que una comitiva festiva transporta el agua a la capital en carros, donde la reparten entre sus habitantes.

Rodeado de frondosos bosques, Pontils es una pequeña población en la comarca de la Conca de Barberà, con apenas 140 habitantes. El paisaje ofrece una belleza agreste, con colores tan diversos como los de la viña, los cereales, los olivos y almendros, además de pinos y robles. Actividades en familia, como senderismo o BTT, son algunas de las mejores opciones para descubrir su entorno natural y disfrutar del paisaje, así como de sus gentes.

El antiguo castillo de Santa Maria de Santa Perpètua de Gaià, actualmente en ruinas, regala una de las estampas más vistosas de la comarca. Documentado en el año 1012, su torre es la única de planta triangular de Catalunya. La edificación albergaba una iglesia románica que, con el tiempo fue sustituida por la actual, de estilo barroco, construida a principios del siglo XIX.

De igual manera, la ermita de San Miquel de Montclar es otra privilegiada atalaya. Se trata de una antigua iglesia de estilo románico, perteneciente al castillo del mismo nombre y a la que se puede acceder fácilmente por una pista forestal.

$!Senan. Foto: ©Fondo fotográfico Ruta del Cister Costa Daurada.

Senan, callejuelas en pendiente y casas de piedra

También en la comarca de la Conca de Barberà se ubica Senan, un pintoresco pueblecito de apenas 44 habitantes, de los más pequeños de la Costa Daurada. Localizado en un extremo de la Sierra del Tallat, la población marca el límite entre la Conca de Barberà y las Garrigues y es uno de los mejores ejemplos de la Catalunya rural. Las tierras, de secano, se dedican a la cebada, los olivos, almendros y viña, una estampa salpicada de pequeños huertos.

El municipio se agrupa alrededor de un cerro, antiguamente presidido por el castillo. Y recorrer sus viejas callejuelas, en pendiente, es todo un descubrimiento. Son sinuosas vías que invitan a perderse conversando con sus habitantes, pacientes, a las puertas de las típicas casas de piedra. En ellas destacan algunos artesanos que trabajan la cerámica, así como la seda. Actualmente, en el pueblo se pueden distinguir tres partes: el núcleo antiguo, de forma alargada y dos arrabales, el de la Cruz y el de la Fuente.

La iglesia de Santa María, de estilo románico, es su edificio más emblemático. Fue construida a finales del siglo XII bajo el impulso de los monjes benedictinos de Montserrat. De hecho, la propia población dependía del Monasterio de Montserrat tras la cesión del señor de la villa, Guerau de Granyera, a la abadía barcelonesa. Pero como la lejanía impedía la buena administración, ya en el siglo XIII, el abad Bertran vendió el pueblo a su homólogo del Monasterio de Poblet, quien lo gestionaría hasta el siglo XIX.

Pero Senan es y ha sido durante siglos tierra de paso, ya que por él transcurre el Camino de Santiago. En los últimos años, además, el pueblo se ha convertido en lugar de veraneo, a donde regresan antiguos habitantes que un día decidieron marchar.

$!La Morera de Montsant. Foto: ©Costa Daurada.

La Morera de Montsant, cuna de cartujos

La comarca del Priorat tiene como una de sus principales esencias la elaboración del vino. En ella, La Morera de Montsant, con poco más de 150 habitantes, es uno de los pequeños grandes tesoros de la Costa Daurada, a los pies del Parque Natural de la Serra del Montsant. Del núcleo histórico destaca la iglesia parroquial dedicada a la natividad de la Madre de Dios y de sólida construcción, el antiguo castillo de la Morera, de probable origen sarraceno. Asimismo, protegida por la cordillera se encuentra la Cartoixa de Escaladei, fundada en 1194, la primera en toda la península ibérica. Entre el recogimiento del silencio y la oración, durante setecientos años los monjes hicieron poblar los campos, construyeron molinos y trabajaron la viña. El esplendor se truncó con la desamortización de Mendizábal, cuando los monjes abandonaron el lugar. Actualmente se puede visitar, en un recorrido comentado, el exterior de los tres claustros, la iglesia y el refectorio, así como una celda reconstruida con todo detalle.

Mientras, en 1215, en el siglo XIII, 13 religiosas procedentes de la ermita de Santa María de Montsant también eligieron el Priorat para fundar el Monasterio del Bonrepòs que, con el tiempo, quedaría bajo la protección del poderoso Conde de Urgell. El cenobio, en el que ingresaban las hijas de las familias más ilustres de cada época, recibió tierras y privilegios de diversos reyes hasta su decadencia, en el siglo XV, cuando tanto el monasterio como las tierras pasaron a manos del prior de Escaladei, quien construyó una granja, así como una capilla dedicada a San Blai. Actualmente, se encuentra abandonado.

Otros puntos destacados de la Morera, para hacer excursiones y evadirse son el Clot del cirer o poza del Montsant, uno de los parajes más emblemáticos del Parque Natural. También el Toll de l’Ou, del que mana agua prácticamente todo el año o el Balcó del Priorat del Montsant, un mirador natural desde el que contemplar el Priorat, la Sierra de la Gritella y la de Llaberia.

$!Porrera. Foto: ©Ernest Fonts. Ayuntamiento de Porrera Costa Daurada.

Porrera, un micropueblo grande

Sin abandonar la comarca del Priorat, nos acercamos hasta Porrera, un micropueblo grande, si se tiene en cuenta que tiene 441 habitantes. Perdido en medio de las montañas, es de obligada visita si se quiere conocer el auténtico sabor de la vida rural en la Costa Daurada. El pueblo está rodeado de viña y buena parte de sus vecinos se dedican a la cultura del vino, han montado sus bodegas y sus agrotiendas de puertas abiertas al público.

Porrera es una tierra adusta, casi salvaje, en la que cultivar la viña se convierte en artesanía, con terrazas de cepas que no suavizan la vendimia. Sus casas espaciosas y calles suntuosas, el río y las amplias portaladas recuerdan su glorioso pasado. Son de interés turístico la iglesia parroquial dedicada a San Juan Evangelista, la ermita de San Antonio Abad y la Ruta de los relojes de Sol, que datan de 1840 a 1880. Se trata de un original itinerario para descubrir 14 de estos artilugios, fruto del auge económico de aquella época. Orientados en su mayoría al sudeste, lucen diferentes formas y colores.

El conocido cantautor Lluís Llach está estrechamente vinculado a Porrera. Llach, descendiente por parte de madre de porreranos, abrió a principios de los 90 una de las bodegas más conocidas del lugar, el Celler Vall Llach, que justamente puso a Porrera en el mapa más internacional. Precisamente en 1994 Lluís Llach le dedicó a esta tierra el tema Món Porrera en la que le declara su amor, como un amante fiel y ardiente. Nin-Ortiz, Cims de Porrera o Clos Dominic son otras bodegas de interesante visita para los amantes del vino, aunque no las únicas.

$!Capafonts. Foto: ©Costa Daurada Rafael López Monné.

Un pico de ave como mirador, en Capafonts

En el Baix Camp, Capafonts es otro minúsculo y precioso pueblo que atrae las visitas. Con 96 habitantes, se encuentra en medio de las montañas de Prades y reposa sobre un cerro del valle del río Brugent, al que la localidad debe su nombre, ya que en latín recibía el nombre de cap de la font, en referencia al nacimiento del Brugent. Su emplazamiento en un terreno empinado condiciona la disposición de sus calles, con un entramado complejo fruto del crecimiento aprovechando las irregularidades del terreno y salvando las trabas de la topografía. Una ruta turística por el núcleo antiguo puede incluir la iglesia parroquial de Santa María con sus campanas, el cementerio viejo, Cal Macià, el horno medieval o las eras.

Tradicionalmente, su principal actividad ha sido la agricultura, complementada con la ganadería y la explotación del bosque, del que se extraía leña y carbón vegetal y que obsequiaba con castañas o setas, así como con colmenas de abejas, de las que obtenían miel y cera. De la vida rural en las montañas de Prades quedan vestigios fuera del casco urbano como molinos, márgenes o eras. El centro neurálgico de la población, donde se concentra buena parte de la actividad es el porxo o perxo, ubicado donde antiguamente se encontraba la plaza.

Asimismo, el centro del pueblo conserva elementos de un gran valor histórico. Así, un horno medieval de pan museizado, del siglo XIII, de gestión comunal, donde los vecinos llevaban la harina y hacían pan. Remodelado con posterioridad, está localizado bajo el Ayuntamiento actual, situado a dos metros por debajo de la calle. El horno conserva la estructura original, con los mismos elementos empleados hasta 1985, incluso las palas y herramientas utilizadas por el panadero. Mientras, Cal Macià es la única vivienda con fachada historiada de la localidad, en la calle Abadia y, por tanto, de gran valor. Del siglo XIII, pertenecía un antiguo recaudador de impuestos.

Si lo que se pretende es disfrutar de unas vistas excepcionales, es indispensable la visita al mirador en el Picorondan, un risco de 1.025 metros con la forma del pico de un ave.

$!Renau. Foto: ©Ayuntamiento de Renau Costa Daurada.

Renau, un espacio natural protegido

Ya en la comarca del Tarragonès, Renau es una pequeña localidad de 153 habitantes rodeada de naturaleza, que forma parte de la Xarxa Natura 2000, con el río Gaià como epicentro. Se trata de una red europea de naturaleza, que tiene como objetivo compatibilizar la protección de las especies y los hábitats naturales y seminaturales con la actividad humana, sin menoscabar los primeros. Se trata de la iniciativa política europea más importante de conservación de la naturaleza. Asimismo, la localidad pertenece al Plan de Espacios de Interés Natural (PEIN), cuyo objetivo es proteger la riqueza paisajística y la diversidad biológica y, en este caso en particular, la desembocadura del Gaià.

El primer documento del pueblo de Renau se remonta al siglo XII, un pergamino preservado en el archivo histórico de Santes Creus donde el arzobispo Bernard de Tarragona da a Guillem de Claramunt diversas propiedades, entre ellas el manso de Reinaldus o masía de Renau. En su plaza, actualmente, se puede visitar la iglesia parroquial de Santa Llúcia, situada donde años atrás se erigía el antiguo castillo, del que no se conserva nada, y del cual, muy probablemente, era su capilla. El edificio es fruto de la reforma y ampliación llevada a cabo en el siglo XVIII y el campanario, del siglo XIX. No obstante, en 1936, en los inicios de la Guerra Civil Española, la iglesia fue quemada, por lo que perdió los altares y buena parte del mobiliario litúrgico. A pesar de todo, todavía hoy se conserva una imagen gótica y una cruz procesional del siglo XVII.

Una de sus joyas es la Ermita de la Mare de Déu del Llorito que data del siglo XVIII, restaurada en 1926 por el genio modernista, el tarraconense Josep Maria Jujol. Lo más remarcable de su intervención se encuentra en el interior, a pesar de que también hubo reformas en la fachada. En la decoración intervino el pintor Ramón Farré, aunque algunas de sus pinturas se destruyeron en 1936, durante la contienda civil.

Cada uno con sus peculiaridades que lo hace único, los micropueblos de la Costa Daurada son ventanas al pasado reciente, a la calma y la tranquilidad, así como al contacto con los ciclos naturales, los cultivos y la vida agrícola, un modus vivendi que acerca a unas rutinas más sencillas y conscientes.

Más informacion: https://costadaurada.info/es/experiencias/micropueblos

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