La reforma del Port Esportiu enfrenta a amarristas y al Nàutic de Tarragona

Los primeros aseguran que la entidad centenaria está actuando con «ocultismo» en relación a este proyecto y temen que esto pueda acabarles pasando factura a todos

06 diciembre 2021 19:30 | Actualizado a 07 diciembre 2021 14:12
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El proyecto de reforma del Port Esportiu está sumido en la polémica, por las diferencias entre el Reial Club Nàtic de Tarragona y la Associació d’Amarristes. Este colectivo acusa al primero de actuar con «ocultismo» respecto a las decisiones que se han tomado y que han comportado cambios en la reforma que se había acordado sobre el espacio. La situación ha generado malestar entre las partes. Y esto se produce cuando faltan poco más de dos años para que expire la concesión de esta zona y con los trabajos derivados de la primera fase en marcha.

«El Club Nàutic se ha apropiado de aquello como si fuera suyo y no vemos claro que una entidad, sin animo de lucro, siga adelante con un proyecto así, en contra de los amarristas, porque vemos que detrás hay una operación económica que les beneficia claramente y que puede hacer peligrar el proyecto de forma tremenda», indica el presidente de la Associació d’Amarristes del Port Esportiu de Tarragona, Augusto Vallvé.

El origen del ‘conflicto’ lo sitúan en febrero de 2016. En aquellos momentos, ambas partes aprobaron un acuerdo según el cual la Associació d’Amarristes entregaría al Reial Club Nàutic la cantidad de 21.660 euros en concepto de pago anticipado por la compra de 1.000 acciones de la empresa mercantil Nàutic Tarragona SA, concesionaria de las instalaciones donde se ubica el Port Esportiu.

La decisión se tomó para intentar revertir la deriva en la que había entrado la zona en los últimos años y con el objetivo de que el club se convirtiese en el socio mayoritario de la sociedad gestora. «Queríamos garantizar que la actividad del Nàutic siguiera siendo la náutica», apunta Vallvé. Este fue uno de los puntos que se estableció en la contraprestación que solicitaron los amarristas, a cambio de su aportación económica. Un acuerdo que, por otro lado, fijaba que se trabajaría para obtener una ampliación de la concesión y que se crearía una comisión en la que este colectivo estaría representado.

Finalmente, otro de los puntos, indicaba que la Associació d’Amarristes del Port Esportiu de Tarragona tendría un representante en el consejo de administración del Nàutic Tarragona. En este organismo también estaba el Reial Club Nàutic, que con la operación había pasado a convertirse en el socio mayoritario, pasando del 30 al 50% del accionariado de la sociedad, además de la Autoritat Portuària de Tarragona, que poseía el 35%. Por su parte, los amarristas representaban un 5%, mientras que el resto pertenecían a accionistas minoritarios.

A partir de la nueva composición, el consejo de administración del Nàutic Tarragona, que en aquellos momentos presidía Manel Cremades –a su vez presidente del Reial Club Nàutic de Tarragona–, aprobó encargar la redacción del proyecto para la reforma de las instalaciones. «Si queríamos renovar la concesión no valía una reparación, sino que tenía que hacerse una mejora en cuanto a servicios y aspectos medioambientales, entre otros, por valor de 3,5 millones de euros», indica Vallvé.

De las tres propuestas presentadas, la seleccionada fue la que presentó la ingeniería IDOM, que entre otras actuaciones preveía la construcción de una gran escalinata en la zona de Llevant, para mejorar el acceso.

El proyecto básico fue aprobado por el consejo de administración el 3 de diciembre de 2018 y, posteriormente, tenía que validarlo la Autoritat Portuària, para que en base a este y a la inversión realizada se decidiera si se renovaba la concesión y para cuántos años.

En este contexto se presentó la moción de censura, que no prosperó, pero que acabó forzando la convocatoria de elecciones en el Reial Club Nàutic de Tarragona. De esta forma, en febrero de 2019 Andrea Mazzanti se convertía en la primera mujer en presidir esta institución centenaria.

Una de las decisiones que tomó la nueva junta fue que se «valoraría» el proyecto que ya estaba en marcha, para adecuarlo a los objetivos del nuevo rumbo, acorde con los cambios producidos dentro de la entidad. Asimismo, el club pasaba a ser administrador único de la sociedad Nàutic Tarragona SA, rompiendo el acuerdo firmado en 2016. «Se estaban haciendo modificaciones sobre el proyecto de IDOM, que se había aprobado desde el consejo de administración, y lo hacían completamente de espaldas a todos y dejando a los amarristas completamente de lado», añade el presidente de la entidad que defiende los intereses de unos 160 propietarios.

Con la modificación, el proyecto ha pasado de una inversión de 3,5 a 4,4 millones. Asimismo, los amarristas denuncian que los cambios propuestos «tan solo benefician al club», que amplia la superficie del 25% al 40% «en perjuicio del resto de usuarios del mismo». El colectivo también pone en entredicho cómo se va a financiar la operación. «La empresa gestora lo asumía y entre el Reial Club Nàutic, los locales y los amarres se recuperaba el dinero, pero al final el club dice que no va a pagar nada, porque ellos ya asumen en riesgo empresarial y si la idea es no vender el derecho de uso de los locales, porque una parte de estos se derribará, al final los únicos que pagamos somos nosotros», lamenta Vallvé.

La empresa ha puesto en venta algunos de los amarres y pañoles, para conseguir fondos. Pese a ello, la Associació d’Amarristes de Port Esportiu denuncia que la situación que se ha generado «puede constituir un delito». «No lo impugnamos, porque al final si se abre un procedimiento judicial y se tumba el proyecto, se acabará el plazo para renovar la concesión y la perderíamos. No queremos ser los culpables de la desaparición del Nàutic Tarragona, porque nosotros también somos socios», añade. Pese a ello, Augusto Vallvé afirma que «estamos preocupados por la financiación ya que al final el club no es consciente de que si no pueden abordarlo, perderán la concesión y acabarán en la calle y que podría venir un fondo buitre que se acabe quedando con todo».

«Es absurdo»

Nàutic Tarragona SA considera que el enfrentamiento que se ha generado «es absurdo». El abogado de esta sociedad, Luis Salas, defiende que la modificación en el proyecto responde al hecho que «se había solicitad una ampliación de la concesión de quince años, que es el límite que se establece, pero con la inversión que estaba prevista tan solo podía dar para una prórroga de siete u ocho». Esta valoración la hace la Autoritat Portuària, en función de la magnitud de las actuaciones previstas y la inyección económica que comporta. La entidad asegura que no tuvo una confirmación por parte del puerto sobre si la renovación sería a ocho, diez o quince años. «Era una estimación que nos dieron los técnicos, pero que no es definitiva hasta que se presenta el proyecto básico a partir de unos cálculos económicos y según la rentabilidad de la inversión», añade Salas.

La empresa consideró que la remodelación debía ser más ambiciosa, incrementando el coste final del proyecto hasta los 4,4 millones, para intentar aspirar al máximo. «El Port Esportiu está muy degradado para darle un giro en ocho años. Necesitas más tiempo», sigue explicando el abogado. Al final, el periodo de tiempo adicional que se ha concedido es de doce años. En cuanto a los cambios en el contenido, el representante legal de la empresa asegura que «es cierto que el club tendrá más espacio, pero este tiene vocación de hacer deporte para niños y crear una cantera, por lo que desplazar el varadero y la gasolinera era estratégico».

Salas también expone que el nuevo proyecto ha sido validado económicamente por parte de la Autoritat Portuària, que ha considerado su «viabilidad». «La inversión la hace Nàutic Tarragona SA, si no sale bien, el que sale perdiendo es el socio con una mayor participación, que es el Reial Club Nàutic», argumenta. Y añade: «Si este proyecto se va a la ruina, el que pierde es el socio mayoritario».

Un puerto abierto a la ciudad y sin ocio nocturno 

El nuevo Port Esportiu busca ser un espacio en el que las familias puedan acercarse al mar y a las actividades náuticas, cerrando la puerta definitivamente a los locales de ocio nocturno que tantos poblemas acabaron generando. Para la transformación del complejo se prevé una inversión de 4,5 millones de euros en los próximos cinco años, con tres fases de ejecución.

La primera hace referencia a la sustitución de los actuales pantalanes de hormigón (muy deteriorados) y su renovación por otros de aluminio. Esta primera fase, está presupuestada en 1.233.090,20 euros, lo que supone la mayor partida del total de inversiones que llevará a cabo el Nàutic Tarragona.

En cuanto a la segunda fase, prevista para el año que viene, hace referencia a la urbanización del paseo y muelle principales del Port Esportiu, así como de sus accesos. Entre las actuaciones previstas destaca la instalación de un ascensor –en la zona donde ahora mismo se ubica la última pista de pádel del Reial Club Nàutic y el primer local de alquiler– que facilitará la entrada desde el paseo superior a las personas con movilidad reducida. También se contempla el cambio de emplazamiento de la gasolinera.

En cuanto a la tercera fase, prevista para el periodo 2024-2025, se procederá a la demolición del edificio de Llevant y sus 21 locales. Su desaparición está ideada para facilitar el acceso al Port Esportiu de todos los paseantes, con un diseño que quiere invitar a adentrarse en la zona. Está especialmente pensado para los ciudadanos que bajen desde la pasarela o que vengan por el Passeig Marítim.

Asimismo, se ampliará la zona de parking, con la creación de un centenar de nuevas plazas, de la cuales una veintena serán para vehículos eléctricos.

Menos locales

Con la demolición del edificio de Llevant, el nuevo Port Esportiu se quedará con un total de 36 locales, respecto a los 59 que hay en la actualidad. De estos, la mitad están concesionados y su contrato vence en 2024.

Con esta reforma, la empresa gestora del Port Esportiu busca llegar al target formado por un público familiar, con una oferta de restauración, alejándose definitivamente del ocio nocturno.

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