La Gira Gastronòmica del Diari ha confirmado en Mas La Boella una evidencia que el territorio conoce bien, pero que conviene reivindicar con constancia: la cocina es mucho más que una suma de platos. Es una forma de narrar quiénes somos, de explicar paisajes, oficios, estaciones y trayectorias. Cada edición de la Gira se ha propuesto demostrarlo, y la que ahora concluye lo ha hecho con una luz que trasciende el brillo de la gala final. La proyección que abrió el acto, con imágenes de Calafell, Cambrils, Amposta, Tarragona, Reus y Salou, recordaba que la gastronomía del territorio no se entiende sin su diversidad. Es cocina que respira en los puertos, en los huertos, en las lonjas, en los secanos, en los arrozales del Ebre y en la cultura urbana que renueva técnicas sin renunciar al producto. Esa variedad es un patrimonio que no se improvisa: nace de una geografía generosa y de generaciones que han sabido interpretarla sin romper nunca el hilo con la tradición.
Calafell, Cambrils, Amposta, Tarragona, Reus y Salou recordaron que la gastronomía del territorio no se entiende sin su diversidad
La Gira pone sobre la mesa una idea vieja y planiana: la cocina es territorio en la cazuela. Lo es cuando un restaurante convierte un tomate de proximidad en una pieza central del menú; cuando un productor rescata variedades locales condenadas al olvido; cuando un cocinero joven reformula un guiso sin vaciarlo de memoria. Lo es también cuando un público exigente reconoce el valor de estas raíces y entiende que la calidad no es un artificio, sino la expresión de un ecosistema que funciona. Del recorrido de este año se desprende una segunda convicción: la gastronomía se ha convertido en un elemento de cohesión. Al unir localidades, chefs, productores y sectores económicos, la Gira demuestra que el talento culinario no crece en compartimentos estancos. Cada parada es un ejercicio de comunidad que proyecta una imagen de territorio dinámico, plural, innovador y auténtico. La entrega de reconocimientos a las localidades anfitrionas simbolizó ese esfuerzo coral. No fue un gesto protocolario, sino el reconocimiento explícito de que la ambición gastronómica del territorio es el resultado de un trabajo compartido: la suma de quienes cultivan, pescan, transforman, cocinan, sirven y explican.