Hay pocas cosas inmutables en la vida: la velocidad de la luz en vacío es siempre la misma (299.792.458 m/s); el movimiento perpetuo es imposible; dos más dos da siempre cuatro; tras el día siempre llega la noche... Y en Tarragona nunca toca el Gordo de Navidad. Ayer, no fue una excepción.
Quiero pensar –porque aunque no juego mucho, algún décimo compro– que la maldición de nuestra ciudad no será siempre tan inamovible como las leyes de la física. Que llegará algún día la esperada lluvia de millones a la capital de esta, nuestra querida demarcación...
Vecinos de Salou y Reus ya han tenido esa suerte en el pasado. También en Camarles y Altafulla. En el barrio de Bonavista de Tarragona, en 2020, se vendió un décimo del Gordo. Ha sido lo único que ha rascado la ciudad desde que existe Lotería de Navidad. Pero de lluvia de millones, nada.
Dicen los veteranos del Diari que este año ha sido especialmente pobre en cuanto a lo que a premios de la Lotería de Navidad se refiere. Que no recuerdan tanta escasez de décimos con suerte en muchos años. Ayer, solo una serie de un quinto premio dio alguna alegría en la ciudad.
Fue el penúltimo premio de la mañana, y los agraciados, los clientes de la administración de lotería del bloque Sant Andreu del tarraconense barrio de Sant Pere i Sant Pau. Se llevaron 60.000 euros por la serie: 6.000 por décimo. Eso sí, libres de impuestos. Un premio nada desdeñable –quien lo pillara– pero no es el Gordo.
Para el resto, el 22 de diciembre seguirá siendo el día de «al menos nos queda la salud». O tocará abrazar la máxima, que tampoco es moco de pavo, que dice que «desafortunado en el juego, afortunado en el amor». O, si no tienen mucha salud, ni tampoco suerte en los amoríos, quizás les sirva pensar que «el dinero no da la felicidad». La cuestión es consolarse.