El alta número 1.074: Javier vuelve con los suyos
Historias de supervivencia. Después de casi tres meses ingresado y de pasar 56 días en la UCI con un muy mal pronśotico, Javier Ventura (71 años), ayer regresó a casa

Javier, acompañado de su mujer, deja el Sociosanitari Francolí en medio de un pasillo de aplausos.
No las tenía todas consigo, pero al final Javier Ventura (71 años) ayer salió, por su propio pie, del Sociosanitari Francolí. Lo hizo entre el pasillo de aplausos y palabras de ánimo que le ofrecieron los trabajadores que se tomaron un momento para despedirle.
Según los datos del Departament de Salut, hasta ayer se habían dado en la región sanitaria del Camp de Tarragona 1.074 altas hospitalarias a pacientes con Covid-19. La salida de Javier es una más, pero el hecho de que las altas se sigan celebrando como una victoria, ayuda a recordar que el enemigo sigue allí.
Abraham, hijo de Javier, cuenta que están prácticamente seguros de que Javier se infectó en un viaje del Imserso que hizo con su madre a Benidorm, porque luego se enteraron que más personas de aquel viaje también terminaron ingresadas. En aquella localidad valenciana, destino turístico por excelencia, han enfermado unos 400 vecinos desde el inicio de la pandemia.
Un aparente resfriado
Al principio todo parecía un resfriado. Javier llegó el 11 de marzo sin voz del viaje. Fue al CAP y coincidieron en que parecía un proceso catarral y le mandaron medicamentos en consecuencia. Después de esto, de hecho, en algún momento le vieron realmente recuperado.
No obstante, de un día para otro empeoró y no podía respirar. Se lo llevaron en ambulancia y lo ingresaron el 16 de marzo. Ha pasado casi tres meses entre el hospital y el sociosanitario.
Abraham recuerda que su padre estuvo 56 días en la UCI del Hospital Universitari Joan XXIII y en algún momento ya no les daban esperanzas. La máquina de oxígeno, aunque estaba al máximo, no era suficiente, y se temían que cualquier otro órgano pudiera fallar. Javier había sufrido un infarto y una neumonía grave hace años.
«Era muy duro, dormíamos poco y nos despertábamos esperando la llamada del médico para saber la evolución. Pasabas muchos nervios porque te temías que no fueran buenas noticias», explica Abraham.
Pero, también de un día para otro, comenzó la mejoría. Pudieron verse por videollamada y, pese a que tenía la traqueotomía y no podía hablar, la familia notaba como se emocionaba, como les entendía.
Y es que a Javier y los suyos les pilló de lleno la decisión que se extendió por los hospitales, de prohibir las visitas.
Cuando la madre de Javier por fin pudo verle brevemente, cuando ya había pasado el momento más crítico, él pensaba que solo había pasado cinco días dormido cuando había sido casi mes y medio en coma.
Pasillo al salir de la UCI
Al salir de la UCI también le hicieron un pasillo de aplausos y a Javier le hizo ilusión. Abraham se propuso buscar el vídeo que sabía que le habían hecho y dio, por medio de compañeros, con una de las enfermeras que le habían atendido. No solo le dio la grabación, sino que «estuvimos hablando mucho rato». Cuenta que nunca tendrán suficiente vida para agradecer la dedicación que los sanitarios tuvieron con su padre.
Después de la UCI pasó por la unidad de medicina interna y luego por el sociosanitario para recibir rehabilitación porque, entre otras secuelas, había perdido masa muscular y no podía ponerse en pie. Hoy puede caminar gracias a unas prótesis y esperan que las lesiones, con tiempo y ejercicios, puedan revertirse.
En el Sociosanitari Francolí Javier ya pudo tener alguna visita, aunque con lo que en realidad soñaba era con volver a ver a toda la familia. Tiene tres hijos y dos nietos.
El encuentro se dio ayer mismo. «Mi padre es un hombre fuerte, un superviviente, lo ha demostrado, pero ahora se emociona por todo», cuenta Aaron, quien dice que ahora le tocará recuperarse no solo de las secuelas físicas, sino también de las psicológicas. «Ha vivido mucho y lo tiene que sacar», reconoce.
Bocata de pavo y vermut
Ahora lo que viene es una recuperación pasito a pasito para volver a su vida de jubilado (trabajó en el Ministerio de Obras Públicas) y volver a soñar con viajar con su mujer y con regresar al pueblo de ella como cada verano. También volver a comerse el bocata de pavo con tomate que se prepara por las mañanas y que tanto extrañó en el hospital y los vermuts que quiere tomarse cuando la medicación se lo permita.
La familia está muy agradecida con todos quienes lo cuidaron, en el hospital y en el ‘socio’, «gracias a ellos lo podemos contar» y creen que el alta de su padre puede ser un motivo de esperanza «porque todavía hay gente que está luchando», recuerdan. Es, además, un buen motivo para tener en mente por qué, pese a que lo peor de este brote ha pasado, hay que seguir protegiéndose.