Un guardia civil tarraconense tras el 1-O: «De estar integrados, a ser parias»

Un guardia civil relata cómo ha cambiado su vida y la de su familia desde los sucesos del 1 de octubre del año pasado. «Lo peor –dice– es ver sufrir a los hijos, oírles decir que quieren abandonar la tierra en la que nacieron»

29 septiembre 2018 17:06 | Actualizado a 06 octubre 2018 19:35
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«Desde el 1 de octubre del año pasado hemos pasado un año horrible. Hasta entonces éramos una familia integrada plenamente en la sociedad; teníamos nuestros amigos, una buena relación con los padres de los compañeros de colegios de nuestros hijos, con sus profesores y maestros… Y todo eso, esa vida que considerábamos normal, se ha venido abajo. De repente, hemos pasado de ser ciudadanos integrados en la sociedad catalana a convertirnos en una especie de parias».

Quien así se expresa es un agente de la Guardia Civil que vive en un municipio de la provincia de Tarragona al que llamaremos Juan para ocultar su identidad, pues relata sus sentimientos con la condición de mantener «en absoluto secreto» su identidad. «Sí, porque tenemos miedo. No por mí, que uno es profesional y sabe lo que esto significa y conlleva, sino por la familia, por nuestros hijos, por lo que les puedan decir o incluso hacer».

Juan sabe de qué habla. Dice que tiene compañeros que sienten lo mismo. Él tiene mujer y dos hijos. «El que más nos preocupa es el mayor. Está en los últimos años de instituto, en un edad difícil, la adolescencia, que no ayuda, precisamente. Tiene su grupo de amigos desde que iban juntos a P-3. Ha jugado a fútbol con ellos, ha salido de fiesta con ellos, y nunca había tenido ningún problema. Ni con ellos ni con nadie. Es un chaval tranquilo. Era un estudiante modelo, de sacar todo sobresalientes. Pero el curso pasado le fue fatal. Estaba deprimido y decía que se quería ir de Catalunya. Al parecer, en el instituto se metieron con él por ser hijo de un guardia civil. Lo hemos llevado al psicólogo y algo ha mejorado, pero insiste en irse. Apenas sale de casa».

A Juan, un hombre curtido que ha participado en importantes operaciones, se le aguan los ojos cuando habla de lo mal que lo están pasando sus hijos. Relata que «los padres de los compañeros de mi hijo pequeño le invitan cada vez a menos cumpleaños, a menos salidas con sus hijos... Ya nada es como antes. Es muy triste todo esto que está pasando».

«Nosotros cumplimos órdenes»

Juan no quiere hablar de lo que hizo el 1 de octubre del año pasado. Ni siquiera confirma si participó en algún operativo ni aclara si acudió a algún colegio en busca de urnas y papeletas. Lamenta, eso sí, «lo que sucedió y cómo sucedió». 

No responde a la pregunta de si se sintieron utilizados ni entra a juzgar el papel de los Mossos d’Esquadra. «No soy quién para eso –dice–. Imagino que ellos, como nosotros, obedecen las órdenes que les dan sus mandos». Y aprovecha para aclarar que «los guardias civiles y los policías nacionales estamos obligados a hacer cumplir las órdenes y requerimientos de los jueces, aunque no nos gusten, aunque muchas veces incluso nos generen un rechazo personal. Nos pasa –cita a modo de ejemplo– con los desahucios por impago de la hipoteca. Pero es nuestro trabajo, tenemos que hacer cumplir la ley». 

Y añade a renglón seguido que «este trabajo incluye también ayudar a las personas que se encuentran en situaciones difíciles. Y lo hacemos sin mirar si el que está en peligro es independentista o unionista, como aquellos compañeros que hace años salvaron la vida a unos proetarras medio congelados en una montaña dándoles calor con sus cuerpos. Estamos para servir».

Futuro incierto

No sabe qué le deparará el futuro ni dónde estará mañana. «Yo me sentía muy a gusto en Catalunya, y mi familia también. Mis hijos han nacido aquí. Pero ahora todo ha cambiado. Si esto no mejora, no descarto pedir otro destino. No soporto ver sufrir a mis hijos, ni que se metan con ellos por el trabajo de su padre. Lo considero tremendamente injusto. Y si las cosas no se arreglan, nos iremos. Seguro».

Juan se despide maldiciendo a «los políticos irresponsables que en vez de preocuparse por el bienestar de la gente a la que representan se dedican a dividir, a enfrentar a unos contra otros, sin medir las consecuencias de sus actos. Ojalá vuelva el tan famoso seny y este mal sueño acabe. Aunque ya ha causado mucho daño. Demasiado», dice con la tristeza dibujada en la cara. 

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