Los vecinos de Lilla han convocado para hoy, a las 11 horas de la mañana, una manifestación para exigir cobrar el coste de las indemnizaciones, por los daños originados por las obras en sus viviendas. La marcha se iniciará en el acceso al pueblo y se dirigirá hacia la N-240, hasta la zona en la que han construido las dos nuevas rotondas que enlazan con la futura autovía.
Esta la encabezará la alcaldesa de este núcleo de población, Glòria Rovira, quien esta semana se reunió con el subdelegado del Gobierno para abordar la cuestión. «El encuentro fue muy satisfactorio y nos dijeron que en seis meses podríamos cobrar, pero hemos decidido mantener la convocatoria porque cuando él vaya a Madrid a negociar vean que hay una presión», afirmaba.
El peritaje valoró en 700.000 euros la indemnización para cubrir los daños originados por las obras. La causa fueran las 121 voladuras que se llevaron a cabo para perforar el túnel, las cuales generaron grietas en buena parte de las viviendas del pueblo, que los vecinos todavía no han podido arreglar.
Pese a que el peritaje se hizo en julio del año pasado, los afectados todavía no han visto ni un euro. La última dificultad ha sido la contienda entre el ministerio y la empresa adjudicataria Acciona, para ver quién tiene que asumir los costes. Y esta última no quiere dar su brazo a torcer, ya que ha recurrido la decisión del Gobierno. «A nosotros nos da igual que nos paguen unos u otros, pero queremos acabar con esto, porque ¿qué son 700.000 euros en comparación con los millones que ha costado la autovía?», apunta la alcaldesa.
Los vecinos aseguran que vivieron las obras como una «auténtica pesadilla». Jaume Seuma llegó al pueblo en 2019. Meses más tarde empezaron las voladuras que le dejaban una gran grieta de punta a punta del techo. «Se movía toda la casa y mira que es de piedra, con paredes de 50 centímetros, pero todo temblaba», asegura.
Mientras siguen con esta lucha silenciosa, los vecinos ven como las obras están acabando y les deja una autovía que se miran con recelo, ya que pasa a escasos metros de un núcleo de población que hasta hace poco era un oasis de paz y tranquilidad en medio de la naturaleza. «Como recién llegado sabía que tenían que hacer la carretera, pero no que pasaría a cien metros del pueblo. Esto será un caos y un embudo», dice.
Que los camiones de mercancías peligrosas tengan que pasar por la N-240 tampoco es una decisión que guste a los vecinos. «Tendremos a un lado la autovía y al otro los camiones, ya veremos qué pasa», lamenta la alcaldesa.