La Covid-19 obliga a repensar los centros y el sistema educativo

Se trabaja para que la pandemia se convierta en el revulsivo y la oportunidad que le faltaba a la enseñanza

26 febrero 2021 07:06 | Actualizado a 31 marzo 2021 15:55
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El viernes 13 de marzo de 2020 los centros de Primaria y Secundaria de Catalunya cerraban sus puertas. Las aulas se vaciaban y el silencio se establecía en unos pasillos que horas antes hervían de ebullición juvenil. Dos días antes la Organización Mundial de la Salud (OMS) convertía en pandemia la crisis sanitaria de la Covid-19 tras lo cual ya nada volvería a ser igual. Alumnos y docentes fueron enviados a casa a terminar un curso incierto y desconocido. «El 14 de marzo, ya confinados, nos dimos cuenta, evidentemente, de que no estábamos preparados, como sociedad, para hacer esta no asistencia a clase», comenta Jean Marc Segarra, director de los Serveis Territorials d’Educació en Tarragona. Desde entonces han pasado muchas cosas. Once meses de preparación, toma de decisiones, inversión y reflexión.

¿Qué ha cambiado desde aquel 13 de marzo? A simple vista es más o menos sencillo: mascarillas a partir de los seis años, es decir, desde primero de Primaria, distanciamiento de los pupitres entre los alumnos y gel hidroalcohólico, a lo que se añade la limpieza que los propios estudiantes efectúan de sus mesas entre clases. Sin embargo, los cambios en los centros son mucho más de fondo. 

 

«El Departament de Educació disponía de un plan digital ya diseñado con previsión de ponerlo en práctica desde 2020 a 2025. Teníamos el trabajo hecho y lo que hizo la pandemia fue acelerarlo. De cinco años pasó a tres y lo estamos bajando a uno y medio», cuenta Segarra. La transformación pasaba por la digitalización atendiendo al alumnado, al profesorado y al personal de administración, al mismo tiempo que se buscaba «una transformación real metodológica efectiva». Una conversión que la pandemia sirvió en bandeja de plata, convirtiendo el momento en la gran oportunidad que le faltaba al sistema educativo para adaptarse a los nuevos tiempos.

No obstante, en pleno confinamiento, «de los 5.500 centros, más o menos la mitad no estaban transformados», como señala Segarra. La Secundaria mucho más que la Primaria, teniendo en cuenta las dificultades que supone impartir clases virtuales a un niño de P3. «En cualquier caso, todo el mundo entendió que de una forma u otra teníamos que acompañar al alumno, incluso a los pequeños».

Los profesores, influencers

¿Qué se puso en práctica? «Formación, formación y formación, que a día de hoy continúa», de la mano de la Direcció General de Cultura Digital, al frente de la cual está la doctora de la Universitat Rovira i Virgili (URV), Mar Camacho. 
Contra las voces más críticas sobre la gestión de la crisis por parte de algunos docentes, Segarra asegura que el profesorado duplicó su horario durante los primeros meses de la pandemia e incluso el verano pasado. 

«Hacer de Influencer, YouTuber no es tan fácil», dice. Y sin embargo, es precisamente eso lo que tendrán que practicar los docentes. «Es el nuevo capítulo que haremos a partir de este curso. Ponerse delante de una cámara, prepararte el guion con un equipo de gente, hacer esa píldora de vídeo, saber moverse... Esto se tiene que aprender». Unas clases que se impartirán en la Laboral, en Tarragona porque como señala el director de los Serveis Territorials d’Educació en el territorio, «esta oportunidad ha venido para quedarse y con este tipo de material estaremos mucho más cercanos al lenguaje que tienen nuestros jóvenes».

«En estos momentos se está en pleno reparto de ordenadores y ya se ha entregado el 30%»

Porque ciertamente, uno de los desórdenes de los primeros meses de pandemia fue que cada docente o departamento enviaba los materiales por una vía distinta, ya fuera Moodle, Classroom o mail. En un momento en que tampoco todo el alumnado podía acceder a las herramientas adecuadas para seguir las clases.

«Fuimos conscientes de la brecha digital, que viene también de la brecha social», revela Segarra. ¿Dónde falta conectividad? ¿Dónde, herramientas? ¿Dónde, aparatos? Estas fueron algunas de las preguntas de los primeros momentos, resueltas en la inmediatez a través de los móviles. Si bien estos dispositivos no son los idóneos para la formación académica, sí suplieron en un principio las carencias más urgentes. «En el Camp de Tarragona se buscó la complicidad de muchos ayuntamientos y cubrimos prácticamente un gran porcentaje del alumnado, sobre todo de la ESO y el postobligatorio, así como de tercero a sexto de Primaria», afirma Segarra. De esta manera, el consistorio tarraconense aportó unos 80.000 euros, el de Reus otro tanto y así todos los que pudieron colaborar. Al mismo tiempo que se desarrollaba un acompañamiento a través del Centre de Recursos Pedagògics de transformación, transferencia e innovación de conocimiento, de crear material para ayudar al profesorado. 
A pesar de todo, el nuevo modelo obligado por la Covid-19 afectó al rendimiento de una parte del alumnado, ante lo cual se implantaron los Plans de Millora d’Oportunitats Educatives (PMOE) que consisten, básicamente, en compensar las desigualdades que se han producido o agravado a partir de la crisis sanitaria. «Una cosa era la transformación digital y la otra, qué hacer para paliar la situación de esos alumnos que se habían quedado un poco más retrasados que el resto», manifiesta Segarra. Unos planes que al mismo tiempo buscan reforzar la dimensión comunitaria de la acción educativa porque, como resalta el director de los Serveis Territorials d’Educació en Tarragona, «la acción educativa ya no es únicamente la relación alumno-profesor y a la vista está que los padres han hecho ahora de profesores más que nunca. Es decir, la idea es que aprendemos con todo el mundo». 

De la misma manera, la otra de las vertientes de los PMOE ha sido reforzar la atención al alumnado con necesidades específicas. Estos planes están divididos en cuatro ámbitos de actuación con 19 medidas y solo en el Camp de Tarragona han comportado una inversión de casi un millón cuatrocientos mil euros en los centros con fisuras detectadas. Todo ello, asimismo, unido a los Plans Educatius d’Entorn.

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