Después de Una oveja para Trebopala, la exitosa novela sobre Escipión, Numancia y los druidas en la Hispania del siglo II a de C., SB Francisco sorprende ahora a los lectores con Leyendas de Tamora (ambos de Click Ediciones), una historia bienhumorada sobre el ser humano en el siglo XXI.
Lleva el relato a una isla.
A Tamora. Una isla maravillosa imaginada en el Mediterráneo. Un hábitat perfecto para neohippies y millonarios excéntricos.
A la que acuden personajes de todo el mundo en busca de un Paraíso perdido.
En su mayoría son privilegiados occidentales de clase media. Los hijos mimados de nuestra civilización. Abominan de los logros de nuestra cultura y se sumergen en sus sueños de mundos ideales pero…
¿Pero?
Al renegar de la razón, de nuestra cultura, de los anclajes que el hombre se ha ido construyendo para salir adelante y fiarlo todo a sentimientos y sensaciones se colocan en desventaja, sin advertirlo, frente a manipuladores y otros seres sin escrúpulos.
¿Quiénes son esos personajes?
Tom y Daniel, los protagonistas, representan a esos personajes. Por suerte para los tamoranos son un par de pícaros y no esos tiburones que manejan nuestros ‘mundos felices’ en la no ficción.
¿Qué forma toman esos tiburones en la realidad?
Quizá no sean unos seres tan odiosos, pero el mundo se ha vuelto complicado y es fácil ser víctima de los ventajistas.
Sin embargo, es un mundo confortable, nos permite vivir con menos esfuerzo que en el pasado.
Y eso es muy agradable, pero nos hemos acomodado en exceso y ya nos da pereza hasta la reflexión.
No nos hacemos preguntas.
Recibimos tanta información que apenas nos queda tiempo para preguntarnos el por qué de las cosas. Lo terrible es que mucha gente ha perdido esa costumbre que en el pasado nos pareció tan recomendable.
En el cóctel de Tamora se incluyen también las drogas.
Es un asunto generacional que se ha tratado a menudo desde sus aspectos más llamativos, como el narcotráfico o las consecuencias sociales del consumo. Las consecuencias sicológicas apenas se han tocado. Y son verdaderamente muy interesantes. En la novela me sirve, además, como truco literario para entrar en el subconsciente de los personajes con naturalidad.
Cuando los dioses fuman marihuana.
Los tamoranos se han puesto como dueños y señores de la creación. Pero no son muy formales.
Me han dicho que el personaje que aparece en la ilustración de la portada es usted mismo practicando yoga en la playa de San Salvador.
Vaya. Era un secreto. Jajajajaja. Vale, sí, me gusta el yoga, especialmente al aire libre, frente al mar de Tamora o al de Tarragona.
Como si fuera un tamorano.
Sí, pero procuro no dejarme llevar demasiado por las fantasías místicas o incluso medicinales que algunos yoguis pretenden. Es una disciplina muy útil y placentera pero no aspiro a que se me aparezca el gran Manitú… Ya me entiende.
Es una novela muy divertida, una comedia narrativa.
Claro. Hoy no hay sacrificios humanos y no salimos a disputarnos el sustento a golpe de machete. Tenemos nuestros problemas, por supuesto, pero en general nos podemos reír más de lo que lo hacemos. Leyendas de Tamora es una fiesta.
Y una crítica.
Quizá sea una caricatura: divertida pero nada frívola, efectivamente.
¿Por qué la escribió?
Hace años que asistimos a la proliferación de pseudociencias en distintos ámbitos del conocimiento: medicinas de cuento chino, neomisticismos de bragueta abierta, filosofías de frases biensonantes, teorías económicas de así es porque así quiero creerlo...
Y las cogió y las llevó a una isla.
A una isla maravillosa convertida en laboratorio para la observación del ser humano.
¿Por qué no escribió un ensayo entonces?
Porque lo que me llama, y creo que también al lector, es ver al ser humano en ese entorno. Como le afecta, cómo se desenvuelve en él, qué alternativas vitales se le presentan. Además, todos somos un poco tamoranos y la novela nos permite vivir unas aventuras extraordinarias sentados cómodamente en nuestro mejor sillón.
Esperando la llegada de la primavera.
Disfrutando de la primavera eterna de Tamora, sí, me ha pillado.
Es un entorno muy agradable, efectivamente, ¿es también un truco para atrapar al lector y llevarle a dónde usted quiere?
Suena al estilo de los tiburones que hemos comentado. Pero no es así. Leyendas de Tamora quiere llevar al lector a la reflexión. Es una novela, no da fórmulas mesiánicas, muestra situaciones e invita al lector a que se forme sus propias ideas.
Un hábito que se está relajando.
Sí, pero la batalla no está perdida. Todavía quedan lectores. Gente empeñada en pensar por sí misma.
Información: www.planetadelibros.com/libro-leyendas-de-tamora/297372