Grífols, pájaras y pájaros

Víctor Grífols visita la Facultat d´Economia i Empresa de la URV para pronunciar una conferencia ante un auditorio donde predominan los estudiantes

19 mayo 2017 17:27 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:42
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Cuentan que las conferencias de Víctor Grífols, presidente y director general de Grífols SA, suelen ser distraídas. Desenfadado y cercano, su espontaneidad le ha dado trabajo más de una vez a la gente de comunicación de esta multinacional con sede en Sant Cugat del Vallès, que cotiza en el Ibex, factura cerca de 4.000 millones de euros al año y emplea a 14.000 personas en 29 filiales repartidas por todo el mundo.

Invitado a la Facultat d’Economia i Empresa de la Universitat Rovira i Virgili (URV) en Reus por el Centre de Recerca en Economia Industrial i Economia Pública (Creip), tampoco en esta ocasión la charla de Víctor Grífols decepcionó. ¿Otras declaraciones que lo alinean en el grupo de los empresarios catalanes independentistas? ¿Una nueva crítica al gobierno español y a sus políticas? No esta vez. O no demasiado. Lo normal, y pasando de puntillas por el tema. Que es como se alude en algunos círculos empresariales a lo que otros llaman el procés o el monotema, según. En esta ocasión, lo imprevisto vino del público.

Andaba contando Víctor Grífols que lo que fundaron en 1940 su padre y su tío, con 21 y 23 años, respectivamente, hoy sería una startup. Y que el abuelo José Antonio Grífols, que ponía el dinero para hacerlo posible, sería un inversor. Posiblemente, un Business Angel. Pero que en la España gris de la posguerra, como en el Macondo de García Márquez, había cosas que no tenían nombre.

Contaba Víctor Grífols el negocio familiar de los hemoderivados que les ha llevado hasta donde están ahora (se coge sangre humana de donantes y se transforma en productos de uso médico como el plasma), y de paso repasaba las proezas inventivas de su abuelo, cuando la I+D+i tampoco tenía nombre, allá por 1928.

Describiendo con todo detalle el funcionamiento de la Flébula, un tubo de ensayo provisto de una aguja que servía para llevar a cabo extracciones de sangre, y que en 1949 alguien patentó en los EEUU con el nombre de Vacutainer, dejándoles con cara de autárquicos con DNI español.

Tan apasionadamente relataba las maravillas de las agujas, de las transfusiones de sangre y de los donantes, tan calentito estaba el auditorio, que al fondo triunfó la estadística, y algún aprensivo a las agujas se vino abajo, en una lipotimia de manual. Lo que, en lenguaje coloquial, viene a ser una pájara.

Nada nuevo para Víctor Grífols, acostumbrado a que de vez en cuando haya alguien entre el público que se venga abajo: «Ya quedan pocas agujas en la charla», bromeó. «Ahora ya entienden por qué tenemos poca competencia en nuestro sector».

Clásicos del micrófono

Superada la pájara, ahí siguió Grífols, avanzando por la historia familiar, yendo hasta los EEUU, haciendo crecer la empresa, invirtiendo, expandiéndose y fijando su propia jubilación a los 67 años, el próximo mes de enero. Y entonces, llegados al turno de preguntas, apareció el pájaro. Indignado. Con su monólogo sobre los oligopolios, el Ibex y el capitalismo. Un clásico que Víctor Grífols, que no era la primera vez que lidiaba con eso, respondió de carrerilla y con oficio.

Pero un sector del auditorio quería más, y llegaron los bises con el top clásicos del micrófono de todos los tiempos y de los que han de venir: la alusión a la prensa malvada y manipuladora (que no falte nunca una buena ración a granel de antiprensa con el antiloquesea)... y Donald Trump. El nuevo centro del universo. El perfecto sincretismo de la pájara y el pájaro.

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