- ¿Cómo empezó su aventura de ser corresponsal?
- De un día para otro. Me llamaron por si quería ir a Asia y no dudé en aceptar. No conocía el continente y pensé que sería una gran oportunidad, tanto a nivel profesional como personal.
- ¿Y lo ha sido?
- Sin duda. Además, el apartado de internacional del diario es uno de los únicos que disfrutan de una libertad total, y eso es fantástico. La Casa Blanca nunca llama al director de La Vanguardia para decir que tu crónica no le ha gustado, ¿sabes? Eso te da unas libertades que no tienes en otras secciones.
- Así que eso de ser corresponsal le enganchó.
- Mucho. Cuando empecé sobre los años setenta, era la época post-crisis y los gastos no se miraban tanto como ahora. Viajaba muchísimo y no tenía ninguna restricción.
- Qué suerte.
- Además, el público de aquí tampoco tenía mucho conocimiento de Asia. Todo de lo que hablaba era algo nuevo para el lector y por supuesto para mí.
- Y supongo que estando fuera ves el mundo de otra manera.
- Lo que te da el periodismo internacional es un gran conocimiento de la naturaleza humana. Ves con tus propios ojos el día a día de la gente, otras culturas, otras costumbres... Y a mí eso es lo que me hace disfrutar de mi trabajo.
- Imagino que usted ha estado con personalidades muy importantes.
- Eso también forma parte del trabajo. He estado con el presidente de los Estados Unidos, con un emperador de Japón, con un líder chino.
- ¿Y vivencias?
- La matanza de Tiananmen del 89, Juegos Olímpicos, tres campañas presidenciales de los Estados Unidos, la Primavera Árabe en Egipto, entre otras.
- Entonces, ¿se queda con Europa, Asia o los Estados Unidos?
- Sin duda con Asia. Yo he visto cómo, en pocos años, Asia se ha transformado completamente. Cuando yo llegué al continente en la década de los setenta, Asia era prácticamente Japón. Y hoy en día gracias a la globalización, nos encontramos con un territorio en el cual no falta comida, la gente estudia y trabaja. Para mí, el cambio que ha hecho Asia es uno de los mayores que se han producido en el mundo en los últimos 30 años.
- Las malas lenguas dicen que el periodismo no tiene futuro. ¿Y los corresponsales?
- Los corresponsales de calidad son muy importantes porque, ¿quién si no te cuenta la crisis de Grecia, por ejemplo? Pues alguien que tenga pleno conocimiento de los hechos y que esté en el lugar adecuado en el momento adecuado. Me parecen muy bien las nuevas tecnologías y el uso que se les da para lograr unas noticias más inmediatas, pero nunca sustituirán al buen periodismo.
- En la conferencia que dará mañana en la Antiga Audiència, nos explicará su experiencia. Adelántenos una anécdota.
- Haber hecho dos viajes con el séquito aéreo del presidente de los Estados Unidos con un Air Force One. Solamente viajan con él tres o cuatro periodistas. Pero los otros viajábamos en otro avión acompañándolos. Tienes la sensación de que el poder era eso: entrar en todos los países del mundo sin tener que dar el pasaporte ni pasar por el control de seguridad y aterrizar en cualquier sitio.
- ¿Les trataron bien?
- La sociedad americana es la que tiene un gran sentido del derecho a la información. La gente sabe cuál es el trabajo del periodista y te facilitan todo para que puedas hacer tu trabajo lo mejor posible.