El debate transcurría anoche por un cauce de bostezo, tedioso, de otros tiempos, hasta que saltó la corrupción, y el plató, soso y anticuado, estuvo a punto de incendiarse.
-«Usted no es una persona decente», espetó Pedro Sánchez.
-«Hasta aquí hemos llegado. No le acepto que diga eso. Soy un político honrado», respondió Mariano Rajoy.
-«Usted debió dimitir tras los sms a (Luis) Bárcenas», insistió el candidato del PSOE.
-«Usted es ruin, mezquino, miserable y deleznable. Jamás me ha citado nadie en un juzgado», respondió el candidato del PP.
Este fue uno de los chispazos a propósito de la corrupción en los que Sánchez se mostró agresivo como pocas veces se le ha visto y Rajoy, ofendido, estuvo a la defensiva también como pocas veces se le ha visto en un debate.
El candidato del PSOE tenía ganas desde el principio de que Bárcenas, Rodrigo Rato y la corrupción salieran a la palestra. Ya en su primera intervención coló sin venir a cuento el nombre del extsorero del PP y los mensajes amistosos de Rajoy. El candidato popular y presidente del Gobierno no entró nunca a las provocaciones de su adversario socialista hasta que no tuvo más remedio cuando fue tachado de indecente.
Los sueldos
Rajoy retó a Sánchez acudir al juzgado y le preguntó por qué no pidió su dimisión en el Congreso o presentó una moción de censura. Pero sobre todo insistió en que no estaba en política para enriquecerse, en que era «honrado» y se mostró sorprendido por los epítetos porque «nunca nadie» le había imputado semejante acusación. Pero el socialista no estaba dispuesto a soltar la presa y hurgó todo lo que pudo en ese flanco.
El líder socialista en ningún momento llamó corrupto al presidente del Gobierno, pero recordó que mientras él percibe 88.000 euros como jefe de la oposición, su interlocutor en el mismo cargo entre 2004 y 2011 cobraba 239.000 euros anuales entre sueldo y sobresueldos de Bárcenas. «Todo declarado a Hacienda», cortó Rajoy tras decir que «nunca» había tenido sobresueldos. «No es un presidente libre; está atado a los papeles de Bárcenas», volvió a la carga el socialista. «No le acepto sus acusaciones», replicó tras admitir que la corrupción ha sido para él y para el PP «un tema muy duro», pero que su Gobierno ha tomado más medidas para combatirla que ningún otro.
Tras el debate, admitió que se sintió incómodo porque «hay cosas por las que uno no puede pasar. El insulto no lo voy a aceptar de ninguna de las maneras».
Hasta el duro rifirrafe, que marcó un antes un después en el debate organizado por la Academia de Televisión, el duelo recordaba a los celebrados hace cuatro, ocho o 19 años. Todo acartonado y con formato de otra época. Rajoy desplegó el argumentario de la herencia recibida del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, «que dejó a España en la quiebra» y «al borde del rescate». Frente a ello, subrayó, su gestión ha sacado a España del pozo y es la envidia del resto de países europeos.
Sánchez no aceptó ni una, no concedió ni un acierto al presidente, al que acusó de recortar en todo, «menos en el de la corrupción». Acusó a Rajoy, «conocido como el del plasma», de ser un gobernante sin contacto con los ciudadanos, que ha vivido «de espaldas» a la sociedad.
El jefe del Ejecutivo desacreditó las propuestas que puso sobre la mesa el secretario general del PSOE porque carece de «credibilidad» a tenor de lo que hizo Zapatero en sus dos legislaturas. Rajoy afeó a Sánchez, además, su empeño de «pintar una España tenebrosa olvidando los avances de los últimos tiempos».
El líder socialista negó el pan y la sal al presidente del Gobierno, pero también cometió deslices, como cuando acusó a Rajoy de «recortar los derechos de las mujeres para ser madres» con su reforma de la ley del aborto. «Intolerable», saltó el presidente, que retó a su oponente que dijera en qué ha recortado los derechos de las mujeres para ser madres.
Los ánimos volvieron a caldearse con el debate sobre Catalunya, pero ya sin la temperatura de la corrupción. No puede ser, dijo Sánchez, que la disyuntiva sea «el inmovilismo» del presidente y «el rupturismo» de Artur Mas. «Eso es un eslogan», despreció Rajoy, porque «usted no dice nada, como siempre».