Con el rostro demacrado tras una noche en la prisión de Estremera, Santi Vila definió con una palabra su breve experiencia en la cárcel, «desoladora». El exconseller señaló que sus seis compañeros encerrados en ese centro penitenciario, ubicado a 70 kilómetros al oeste de la capital y también conocido como Madrid VII, están «bien y serenos».
Vila, al igual que Oriol Junqueras, Jordi Turull, Joaquim Forn, Raül Romeva, Josep Rull y Carles Mundó, pasaron sus primeras horas en el módulo de ingresos. El jueves a última hora de la tarde fueron filiados. Los primeros fueron el exvicepresidente y el exconseller de Interior porque fueron enviados por la juez Carmen Lamela a esa prisión. Ambos llegaron en el mismo furgón de la Guardia Civil y después lo hicieron los otros cinco que habían sido repartidos en un primer momento por otros centros penitenciarios madrileños. Fueron fotografiados de frente y de perfil, unas fotos que serán controladas con celo por los funcionarios para evitar filtraciones a la prensa.
Su comportamiento, según fuentes de Interior, fue «correcto». En las próximas horas serán trasladados a uno de los 16 módulos de la prisión, que cuenta con 1.200 celdas de once metros cuadrados cada una. Es improbable que coincidan con el recluso más notorio, el exsecretario general del PP de Madrid Francisco Granados, presunto cabecilla de la trama ‘Púnica’. Es la cárcel más moderna de Madrid, y fue inaugurada en 2008 por el entonces ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el consejero del ramo de la Comunidad de Madrid, precisamente Granados. En su momento se la consideró una prisión de cinco estrellas por sus instalaciones -polideportivo y piscina incluidos, aunque esta no funciona- y que costó cien millones de euros.
Vila, sin embargo, comprobó en persona que de confort, nada de nada, es «desoladora», aseguró a la salida. Se quejó de la medida «desproporcionada» de la juez, y reclamó a todas las instituciones del Estado y a las fuerzas políticas que tomen «cartas en el asunto» para poner fin a un conflicto que ha degenerado en una situación «terrible» y que «desde los juzgados no se va a resolver». Dicho esto, se fue en un coche. Antes había pagado los 50.000 euros de fianza.