El girigay

Todos contra todos. El debate entre los ocho números 1 por Barcelona se convirtió en un multitudinario cruce de reproches 

05 noviembre 2019 23:03 | Actualizado a 06 noviembre 2019 08:18
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Como si fueran loritos de repetición, los cinco candidatos por Barcelona de los partidos de ámbito estatal reprodujeron el debate de sus jefes del lunes. Inés Arrimadas, de Ciudadanos, recuperó el histrionismo de Albert Rivera y, en vez de un adoquín, esgrimió un lazo amarillo y reiteró argumento tras argumento. Incluso dedicó una y otra vez el enervante «no se ponga nervioso» a sus rivales.

Ignacio Garriga (Vox) volvió al consabido ataque al estado de las autonomías, momento en que se produjo, eso sí, un cambio respecto al lunes. Casado no le había rozado un pelo, dialécticamente hablando, a Abascal. La candidata del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, le exigió, en cambio, a Garriga: «No tires el estado autonómico con el agua sucia del nacionalismo. Eso es decir que la Constitución ha fracasado por culpa de estos desleales». 

Jaume Asens, de En Comú Podem, pareció un Pablo Iglesias de un nivel dialéctico inferior. Y Jose Zaragoza, del PSC, se intentó colocar, como siempre, en la equidistancia, pero olvidó, ¡qué frágil es la memoria!, que su jefe, Pedro Sánchez, había propuesto recuperar la ley que castiga la simple convocatoria de un referéndum. 

El debate se convirtió en un girigay, en un combate dialéctico entre unos y otros, con duelos cara a cara, casi como si en vez de un plató de TV3 estuvieran en OK Corral. El moderador del debate y director de la televisión autonómica, Vicent Sanchís, tuvo un detalle de mal gusto cuando habló de «Alberto» Rivera. A la memoria vino aquel «me llamo Josep Lluís aquí y en la China Popular» que espetó Carod-Rovira en TVE-1.

Los únicos que no se enzarzaron fueron los candidatos independentistas del stablishement, Gabriel Rufián (ERC) y Laura Borràs (Junts per Cat). El primero lucía una chapa amarilla. La segunda, una mariposa del mismo color ‘indepe’. Habilidosa forma de sortear la prohibición de lucir lazos amarillos. No se pelearon, pero Rufián ignoró la propuesta de Borràs de que las tres formaciones secesionistas formen un grupo único en el Congreso. La CUP se negó en redondo.

La aspirante de la CUP, Mireia Vehí, se las tuvo tiesas con Rufián cuando este le intentó corregir un supuesto error. «Te estás equivocando... Quiero ayudarte», le dijo Rufián. El tono un tanto paternalista enfureció a Vehí: «A mí no me perdones la vida».

Arrimadas y Álvarez de Toledo parecían gemelas, pero mal avenidas. Cuando Cayetana le advirtió a Vehí que, si persistían en el intento de independencia irían a la cárcel, Arrimadas le dedicó a su colega constitucionalista un «vosotros también tenéis gente en la cárcel. Por corrupción».

Rufián aseguró que la solución al conflicto catalán «pasa por la derrota del PSOE, para que Sánchez esté débil y no pueda elegir». Zaragoza replicó que «la derrota de Sánchez es la victoria de la derecha liderada por Vox». Asens advirtió que «el PSOE se está mimetizando con la derecha». Borràs y Vehí tildaron de «fascista» a Vox. Arrimadas volvió a reclamar el 155. Y Cayetana, en su insistente estilo ofensivo, soltó que los independentistas «tienen un odio profundo a Catalunya». La CUP recuperó sus fantasmas habituales: el Ibex, la Monarquía, las elites... Más de lo mismo.

Entre los zascas más destacados, Rufián tuvo que aguantar que Zaragoza le recordase el tuit de «155 monedas de plata» y Álvarez de Toledo que Rufián le dijese que todos los diputados que tiene en el Parlament o en el Congreso por Catalunya «caben en un taxi». Les sobraría espacio. Con un tándem bastaría para la propia Cayetana y Alejandro Fernández.

El debate se podría resumir con un «mucho ruido y pocas propuestas». Divertido para los frikis de la política, sí, pero a veces con un tono vulgar. Triste. Con este nivel no vamos a ninguna parte.

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