Pasó 15 años definiendo palabras
El rincón de Mont-roig del Camp que inspiró a María Moliner para escribir su diccionario
La autora de uno de los diccionarios claves del español pasaba los veranos en su casa de la playa, donde escribió parte de su obra y compartía ratos con Miró

Maria Moliner, junto a su familia en la Pobla Oriola, la casa en la que veraneaba en Mont-roig del Camp.
La lexicógrafa y bibliotecaria María Moliner fue una de las personalidades lingüísticas más destacadas del siglo XX, aunque silenciada y rechazada profesionalmente por la situación político-social de la época. Sin embargo, su amor por las letras pudo derrocar los obstáculos y acabar publicando el Diccionario del uso del español, una obra que, en parte, está relacionada con Mont-roig del Camp.
Aunque Moliner nació en Paniza (Zaragoza), fue en Murcia donde conoció a su marido, el catedrático Fernando Ramón, originario de Mont-roig. En 1930 se mudaron a Murcia, pero desde 1924 empezaron a establecer vínculos con el pueblo, pasando todos los veranos allí.
Ambos estuvieron vinculados al ámbito universitario y fueron figuras reconocidas durante la Segunda República: él como catedrático y ella como archivera. De modo que, «después de la guerra estaban siendo depurados y durante la represión franquista vivieron silenciados y anulados profesionalmente», relata su nieta, Marcela Ramón.
En 1941, debido al fuerte vínculo que sentían con la familia de Fernando, se compraron una casa gracias al dinero de una herencia. La vivienda es conocida como la Pobla Oriola, una casita pequeña, situada a las afueras del pueblo, que recuerda a un estilo modernista.
La Pobla: clave en su inspiración
Según relata Ramón, la Pobla Oriola tenía una esencia señorial, muy distinta a las casas vecinas. En ella, una antigua cocina de invierno fue reconvertida en archivo, que la lexicógrafa utilizaba para guardar sus fichas y documentos. Ella trabajaba en la mesa principal, en la que también se comía y, aunque estaba de vacaciones, escribía sin parar: «La maleta nunca venía cargada de ropa, estaba repleta de libros con los que se ponía a trabajar», recuerda la nieta.
Nunca llegaron a mudarse a Tarragona, pero el vínculo estival no se perdió. «Querían mucho la casa y venir aquí era como un premio», explica Ramón. No solían acercarse mucho al pueblo, debido a la lejanía de la vivienda, aún así, concurrían la playa de la Pixerota y, durante la posguerra, asistían a misa en el Mas Romeu, justo al lado del Mas Miró. Lugar donde, curiosamente, solían coincidir con el artista Joan Miró.
Así fueron los 15 años de creación del diccionario. Desde 1952, Moliner empezó un trabajo intermitente que compaginó con sus obligaciones tanto en Madrid como en Mont-roig. La nieta cuenta que la tercera parte del libro la escribió en la Pobla, un lugar perfecto para finalizar la mejor de sus obras. Con todo ello, el diccionario pudo salir a la luz en 1966, dejando un legado que, posteriormente, se convirtió en una de las obras más relevantes de la lingüística española. Un diccionario que sigue siendo referencia 60 años después de su publicación.
La historia de María Moliner no ha dejado de recordarse. Tanto familiares como otros catedráticos han dedicado tiempo a investigar y escribir sobre ella. Libros como Hasta que empieza a brillar, de Andrés Neuman; o El exilio interior: La vida de María Moliner, de Inmaculada de la Fuente, han contribuido a dar valor al trabajo de la lexicógrafa.
Pero, sin dudarlo, la tarea más especial de todas fue la conferencia de su nieta, Marcela Ramón. Protagonizó la charla Postales a mi abuela María Moliner, una iniciativa muy bonita en la que reconstruye su historia a través de postales que le regaló su abuela.
Con estas palabras de orgullo, Marcela la describe como «una mujer que tuvo que luchar para mantenerse activa en plena represión franquista».