'El alcohol es una mala medicina'

El grupo de alcohólicos anónimos de Salou celebra mañana su segundo aniversario con una nueva reunión en la iglesia evangélica. Como es habitual, estará abierta a cualquiera que quiera ir

19 mayo 2017 19:01 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:35
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Gabriel es el veterano del grupo de alcohólicos anónimos de Salou. Asegura que lleva más de treinta años sin probar una gota de alcohol. Su testimonio sirve de ejemplo a sus compañeros. Sobre todo a los más novatos. Cada domingo, entre seis y nueve personas se reúnen en la iglesia protestante de la calle Pere Gales. Durante unas dos horas, de cinco y media a siete y media de la tarde, se liberan de sus malas experiencias. Cuentan sus dilemas, se apoyan, se animan, se ayudan. No son terapeutas ni psicólogos, pero todos han pasado por lo mismo y se entienden. La sesión de mañana será especial: el grupo celebra su segundo aniversario. Empezará a las cinco de la tarde y, como siempre, estará abierta a cualquiera que quiera acercarse para desahogarse y buscar una salida.

«Me pasé más de veinte años diciendo que ya no iba a beber más. Me levantaba y pensaba ‘hoy no me voy a emborrachar’. Pero me tomaba un carajillo, luego una copa y al mediodía ya estaba borracho. Me gustaba cómo me ponía el alcohol, me hacía evadirme de todo», recuerda Gabriel.

«Los alcohólicos somos enfermos emocionales que vemos en el alcohol? una mala medicina», afirma Sandra, otra habitual del grupo. La mayoría ha pasado o pasa por un momento tortuoso. «Mi padre era alcohólico y murió sin reconocer su problema. Mi infancia fue dura, no me quería a mí misma y me escondí detrás de un botella. Bebía a escondidas en casa y acabé siendo una alcohólica como mi padre. Como no tenía valor para tirarme por el balcón, decidí suicidarme lentamente bebiendo», relata Sandra. Ya ve la luz al final del túnel. Lleva tres años sobria, aunque reconoce que en su proceso de recuperación ha sufrido recaídas.

José María dejó de empinar el codo hace más de seis años. Se pone nervioso cuando habla de su caso. Llegó a alcohólicos anónimos «muy desesperado»: «Quería suicidarme. Todo me iba fatal en la vida: las relaciones familiares, el trabajo... Me daba igual vivir o morir, mi prioridad era el alcohol». En este grupo ha encontrado un refugio y una puerta a la esperanza: «He cambiado de mentalidad. La vida que llevaba antes no me funcionaba, ahora he encontrado un nueva forma de vivir. Ya me quiero a mí mismo y me siento como una persona normal. Ytodo se lo debo a la comunidad de alcohólicos anónimos. Yo solo no habría podido».

«En este grupo nos sentimos como en casa. Todos somos iguales, no hay jerarquías. Compartimos nuestras experiencias y nos ayudamos a recuperarnos», señala Sandra.

El primer paso para reconocer y encauzar su problema es «admitir que éramos impotentes ante el alcohol y que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables». Gabriel estaba tan ‘enganchado’ que llegó a viajar un día a Zaragoza porque había ido a trabajar allí un camarero que le caía bien. «Durante el viaje paré en varias estaciones de servicios para beber. Cuando llegué a Zaragoza estaba borracho y el bar estaba cerrado», comenta.

Los alcohólicos no son los únicos que sufren, su entorno también es víctima de esta enfermedad. El grupo Al-Anon está formado por familiares y amigos de los bebedores. María tiene un hijo que se está recuperando de su dependencia del alcohol. «Me sentía impotente y culpable porque no sabía cómo ayudarle. Me preguntaba en qué había fallado. Cuando llegué al grupo y escuché otros testimonios entendí que es una enfermedad y que yo no tengo la culpa. Ahora soy feliz y cuando hay una crisis no me desespero como antes», comenta Maria.

Celia está casada con un alcohólico activo. «Cuando te dicen que es una enfermedad, choca, pero al mismo tiempo es una liberación. Ahora sé que cuando bebe no lo hace para fastidiarme, sino que tiene un problema. Pero afecta a los hijos, nietos, vecinos, compañeros de trabajo... Su adicción es el alcohol y la nuestra, el alcohólico», concluye.

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