Ocio, deporte y patrimonio los 365 días

El parque de la Torre d’en Dolça se ha convertido en el pulmón verde de la Costa Daurada. 37 hectáreas para el esparcimiento alrededor de una torre medieval

01 marzo 2018 11:59 | Actualizado a 01 marzo 2018 12:10
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Siglo XVI. La piratería acecha las poblaciones del Mediterráneo. Los corsarios sarracenos saquean aldeas allá por donde pasan. Tienen atemorizada a toda la Costa Daurada.

Para defenderse ante la llegada de barcos enemigos, Vila-seca construye un entramado de torres de defensa que sirven para alertar a la población. La más grande de ellas, la Torre d’en Dolça, a medio camino entre el núcleo urbano y la Pineda.

Con el paso de los años y la pérdida de sus funciones, la construcción se fue degradando. También su entorno, convertido en el siglo XX en un vertedero de escombros. Hoy, alrededor de esta torre medieval se ubica un parque urbano de 37 hectáreas. Un pulmón verde que es un foco de atracción para el ocio, el deporte y la cultura y que abre los 365 días del año.

El parque de la Torre d’en Dolça cuenta con 5 kilómetros de senderos en los que pasear, correr o ir en bicicleta, rodeado de grandes arboledas y zonas verdes.

Uno de los ejes que vertebra el parque es el circuito hípico, que acoge cada enero el tradicional Cós de Sant Antoni con motivo de la Fiesta Mayor de invierno.

El resto del año, el circuito, que tiene un kilómetro de longitud, se convierte a diario en una pista para la práctica atlética.

Próximamente, además, se instalará una área de salud con varias máquinas de ejercicio

En el año 2015, y coincidiendo con su décimo aniversario, el parque estrenó una nueva entrada desde el Raval de la Mar. Una puerta que incorporó el nombre del parque con un conjunto escultórico formado por letras de dos metros y medio de altura. Un punto de encuentro y de recepción que alberga otro de los símbolos de Vila-seca, el Piló del Rescat.

Este monumento, que rememora la leyenda del ‘Rescat de les 100 donzelles’, fue restaurado y reubicado en este entorno para darle mayor visibilidad.

Junto a la Torre d’en Dolça, que se restauró por completo, y el yacimiento de la villa romana de Els Aragalls (siglo II aC), conforma un conjunto patrimonial que deja aflorar varias épocas de la historia de Vila-seca. Las antiguas canteras de ‘sauló’, la piedra calcárea con la que se construyeron buena parte de los edificios modernistas del Camp de Tarragona, también son una huella del pasado.

El parque de la Torre d’en Dolça también conserva reminiscencias de su pasado agrícola. Restos de campos de cultivo y la presencia de multitud de algarrobos u olivos dan muestra de ello.

El parque, de hecho, aloja la única barraca de piedra seca que sigue en pie en Vila-seca y que usaban como resguardo los agricultores de la zona. 

Se trata, además, de un ejemplo de sostenibilidad. Tanto las lagunas artificiales como el riego de todo el parque se alimentan del agua regenerada de la depuradora.

El poder de la naturaleza hace el resto y ha convertido este enclave, rodeado de actividad industrial y turística, en una zona de nidifiación de aves.

Tampoco es extraño observar especies como garzas o flamencos que hacen parada en las lagunas de la Torre d’en Dolça en plena migración desde zonas húmedas de África.

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