Aprender a vivir fueradel cascarón de la tutela

La Casa de Joves de Vila-seca acoge a jóvenes extutelados de entre 16 y 21 años a los que ha tocado vivir conflictos familiares, carencias económicas o incluso han llegado en patera

19 mayo 2017 19:10 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:26
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Brahim, argelino de 18 años, llegó a España en patera hace siete meses. Alcanzó la costa de Almería después de cuatro días en alta mar a bordo de una lancha motora de dos metros de eslora. Se jugó la vida junto con otros jóvenes compatriotas que huían de la miseria. Viajaron sin apenas espacio para moverse, confinados, hasta que fueron rescatados por un helicóptero de la Guardia Civil. Estaban a la deriva tras quedarse sin gasolina. «Vine feliz, con confianza y sin miedo a la muerte», recuerda Brahim.

Su primera parada fue el centro de acogida de menores La Mercè de Tarragona. Al cumplir la mayoría de edad se trasladó a la Casa de Joves de Vila-seca. Es la última incorporación de esta residencia donde conviven once jóvenes extutelados en riesgo de exclusión social. Allí aprenden a valerse por sí mismos y a labrarse un futuro orientados por un equipo de ocho educadores. Sin el cascarón de la tutela. Se trata de un proyecto de Actua sccl, una cooperativa de iniciativa social creada en 2005 por profesionales del campo educativo, integrado en el Àrea de Suport al Jove Tutelat i Extutelat del Departament de Treball, Afers Socials i Famílies de la Generalitat.

Brahim está estudiando castellano y catalán. Le gustaría ser mecánico, le encantan las motos y es un gran fan de los pilotos Jorge Lorenzo y Marc Márquez. En Argelia trabajaba de butanero ocho horas al día por unos doscientos euros al mes. No terminó los estudios básicos. «Me echaron casi a patadas del colegio porque no lo podía pagar», dice. Su familia sigue en su país. Mantiene contacto telefónico con ella. «Si me hubiese quedado en Argelia no tendría un futuro; aquí tengo la oportunidad de construirme uno poco a poco», dice medio en árabe medio en castellano. El marroquí Zaka, también de 18 años, ejerce de traductor. Ambos tienen complicidad, coincidieron en La Mercè.

Zaka es un joven alegre y risueño. Es un tipo simpático. Lleva tres meses en la Casa de Joves. Asegura que de pequeño era problemático. «Estaba un poco perdido y hacía cosas que es mejor no contar». Ahora está totalmente reformado. Hace prácticas de floristería en El taller de les flors de Vila-seca y de auxiliar de cocina en el hotel Mercure Atenea Aventura. «Me gustan las dos cosas, comenta. Está contento con su vida en la casa, afirma que tiene buen rollo con los compañeros. Su familia vive en Valls. Va cada sábado a verla.

Ángel es de Tarragona y tiene 18 años. Con sólo ocho ingresó en el centro de menores La Pastoreta de Reus porque sus padres, cuenta, tenían problemas con el alcohol. Ahora están completamente rehabilitados y pasa todos los fines de semana con ellos. Su hermano Dani, de 20 años, también pasó por lo mismo y vive en la Casa de Joves. «No me gusta la vida aquí, en cuanto pueda me iré. Mi hermano y yo ya hemos mirado algún piso», señala Ángel. Ambos tienen una paga de algo más de 600 euros al mes por su condición de extutelados.

Ángel cursa un ciclo de grado medio de Electricidad en el instituto Compte de Rius de Tarragona. Cuando lo termine quiere estudiar un ciclo superior de Robótica. Es un apasionado del manga, el anime y el rock duro. Asking Alexandria y The Offspring son dos de sus grupos favoritos.

Dani vive en la planta de arriba, en el piso compartido. Allí tiene más autonomía que Brahim, Zaka y Ángel –estos están aún en la denominada casa de acogida–. Comparte las tareas del hogar con sus compañeros, eso sí, cada uno se hace le comida. «Lo que más me gusta de estar aquí es que siento que nadie me vigila; lo que menos, que a veces me gustaría tener la cosas hechas cuando llego». Lleva una vida normal. «Podemos entrar y salir cuando queramos. Voy a clase, quedo con los amigos para tomar algo...», indica. Estudia un ciclo de grado medio de Instalación de Telecomunicaciones en el instituto Compte de Rius y este verano buscará trabajo.

La Casa de Joves de Vila-seca acoge a jóvenes de 16 a 21 años con problemáticas diversas: les ha tocado vivir conflictos familiares, sin recursos económicos o han tenido que emigrar en busca de un porvenir. Es un lugar que debe servirles de transición hacia su emancipación e inserción sociolaboral. «Son chavales con la autoestima baja y con carencia de estudios escolares. Algunos han cruzado la frontera en patera o debajo de un camión», explica Albert Roig, director de este proyecto.

«Esta es su casa. Tienen las llaves y les damos confianza desde el principio. Cada uno tiene su propio horario: unos van a clase, otros buscan trabajo... Les guiamos para que se hagan responsables de su vida y de su futuro y les marcamos un itinerario», añade Roig.

El primer escalafón es la casa de acogida, dotada con una cocina, un comedor y un espacio común donde ven la televisión. Arriba está el piso compartido, destinado a aquellos que han demostrado un grado mayor de autonomía. El proceso finaliza en el loft, donde los más avanzados ya viven solos. Cada inquilino paga entre 150 y 250 euros al mes en función de la parte de la casa en la que estén.

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