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    Poemas para el nido de ametralladoras de El Vendrell

    Son de una de las personas que vivió cuatro años en el búnker de Les Madrigueres

    07 diciembre 2022 09:30 | Actualizado a 09 diciembre 2022 17:23
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    Josep Matías Perín nació un 21 de diciembre de 1950 en ese búnker que en realidad era un nido de ametralladoras que nunca llegó a estar en combate durante la Guerra Civil. Josep Matías, a quien todos conocían como Higinio vivió en esa fortificación de la playa de Les Madrigueres de El Vendell hasta que tuvo cuatro años. Pero quedan recuerdos.

    «Salíamos a la playa a jugar con mis hermanos. Entonces no había nada». Eran cinco hermanos. No iban al colegio porque entonces la zona quedaba lejos de todo. Pero cuando el padre llegaba de trabajar se preocupaba que los cinco hermanos aprendiesen a leer, a escribir, a sumar... «Siempre quiso que tuviésemos formación».

    Josep Matías regresó este lunes al búnker de Les Madrigueres que fue casa de la familia cuando con cuatro hijos llegó de Marmolejo (Jaén) un 16 de julio de 1949 en busca de un futuro mejor. La Guerra Civil había terminado pero en el pueblo quedaban renco res y en función del lado que se estuviese era difícil seguir.

    $!Poemas para el nido de ametralladoras de El Vendrell

    Josep Matías regresó para presenciar las plasmación en los muros del nido de ametralladoras unos poemas de su hermana Trinidad Casas y que recuerdan aquella estancia en la fortificación. La plasmación fue a cargo de una empresa de recuperación de la memoria histórica por encargo del Ayuntamiento.

    «Desposeída de todo, pasó su infancia en un nido de ametralladoras, refugio en otro tiempo de estrellas envenenadas que caían desde un cielo sin piedad», reza unos de los poemas expresados en el muro de hormigón.

    Ya estaba prevista esa acción. Hace meses en otras de las paredes del nido de ametralladoras quedó pintado el Gernika. Quedaba una pared reservada para recordar vivencias de la familia del búnquer.

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    El poema se pintó durante la noche. Como tantos pensamientos surgirían aquellos años en los que la familia compartía esos pocos metros porque no había más. También porque un proyector plasmó los versos para que pudiesen ser pintados.

    Con el Gernika en unos muros y los poemas en otro, el búnker es un símbolo de la guerra y de la vida. De ser un nido de ametralladoras a un sencillo hogar pero lleno de vida y de esperanzas.

    Los poemas sobre el nido de ametralladoras «hablan de la dureza de la vida en el búnker, pero también de la nostalgia de su paisaje natural con el sonido del mar siempre presente».

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    Ya se colocaron plafones que explican la historia del refugio, de la líneas de defensa de costa y de la familia que residió. El objetivo es completar una dignificación que también recuerde su historia. Ahora las pasarelas de madera para llegar a la fortificación se cambiarán por otras de hormigón

    El nido de ametralladoras se levantó en 1937 durante la Guerra Civil por los republicanos para hacer frente a un posible desembarco franquista que no llegó. Era una de las defensas que se levantaron en toda la línea de costa. Tras la victoria de Franco esas construcciones se mantuvieron ya que el temor entonces era a un desembarco aliado.

    Con el tiempo aquella fortificación de costa quedó abandonada en 1945 y en el olvido y se instaló la familia Casas Perín.

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    Muy pequeño. Oscuro y frío. Sin luz, sin agua. Un candil. Los colchones en el suelo y una pequeña mesa. En el exterior se habilitó una cocina de petróleo. Allí estuvo la familia cuatro años.

    Entonces el nido de ametralladoras quedaba aislado en la playa. Las dunas llegaban hasta las troneras desde las que se controlaba el mar.

    Un día de septiembre de 1952 una riada sitió al búnker. Sólo estaban los hermanos que se subieron a lo alto y los vecinos tuvieron que rescatarlos con la barca Manuela. La madre pedía salvar la máquina de coser con la que lograba un dinero.

    Otras fortificaciones de la zona como en el de Segur de Calafell también fueron habitados por vecinos y llegaron a ser un bar.

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