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    Un cordel y un saco de cal: el curioso nacimiento de Miami Platja

    Fueron aragoneses, andaluces, alemanes llegados tras la Segunda Guerra Mundial y ‘pieds-noir’ los primeros vecinos de un enclave nacido a rebufo del turismo y la construcción

    23 julio 2022 19:52 | Actualizado a 24 julio 2022 07:00
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    Miami Platja es hijo del siglo XX. Su padre, el turismo del aperturismo de la dictadura franquista. Su madre, la inmigración. Pocos conocen la historia del nacimiento de este enclave, que en los años 50 aunó el hambre, es decir la búsqueda de oportunidades de negocio para los constructores, con las ganas de comer, el crecimiento exponencial del turismo, tanto español como europeo.

    Así empezó todo: Era un día cualquiera de 1952 y Marcel·lí Esquius, un promotor inmobiliario barcelonés muy activo, se plantó en la antigua y entonces solitaria carretera N-340 y fijó un clavo en el centro de la calzada. Lo hizo sin peligro de atropello, probablemente sin testigos, en una zona entonces casi desértica y poco transitada.

    En la cabeza del clavo ató un cordel de 50 metros y, con un saco de cal, dibujó un círculo: la mitad a un lado de la carretera, la otra mitad al otro. Hoy ese círculo es la plaza Tarragona, el embrión de un Miami que desde su nacimiento dejaba clara una cosa: el sector de la construcción sería fundamental.

    ¿Pero cómo llegó Esquius hasta ese momento de marcar la plaza Tarragona? Poco tiempo antes, el empresario había comprado 700 hectáreas de terreno que había pertenecido al marqués de Marianao, un Grande de España cuya familia había hecho fortuna en Cuba, propietario del icono modernista Parc Samà, y que utilizaba esas tierras, conocidas como el vedat, como lugar para sus cacerías.

    Encargó el proyecto de urbanización de Miami y la dirección facultativa al prestigioso arquitecto Juan Zaragoza Albi (1913-2006). La primera obra de construcción fue la oficina de ventas junto a la plaza Tarragona y, para ello, Esquius contrató los servicios del constructor Jaume Gil Castellvi ‘Bufada’.

    A su lado trabajaría Esteve Sirisi, Pepito de cal Sila y Manel Jardí del mismo pueblo, y Emilio Vernet de cal Pere el Serio de L’Hospitalet de l’Infant.

    A esta cuadrilla les corresponde el honor de ser los que colocaron la primera tochana en Miami Platja. La labor urbanizadora del promotor fue inmensa e intensa. A partir de 1954/55 se acelerarían los trabajos. Jaume Argilaga, Paquito Aguiló, Joan Gou y Prudencio Castellví fueron los responsables de marcar las calles diseñadas por Zaragoza y la empresa del Boteller del Perelló de desbrozarlas y de limpiar las parcelas. El suministro de agua resultaba vital para consolidar el proyecto y en 1956 queda garantizado con los pozos.

    No habían pasado ni cinco años de la escena de Marcel·lí Esquius en la N-340 marcando con cal la plaza Tarragona que Miami Platja organizó sus primeras fiestas mayores, igual que las actuales, por Sant Jaume. En 1958 inauguraba el Hotel Miami, un gran reclamo. La electricidad con los generadores de la avenida Zaragoza (los motores) arrancaba en 1960 y ese mismo año, se construía el emblemático torreón del paseo Marítimo que recrea una torre medieval de vigilancia pirata. También inauguraría ese año la plaza Fleming con el busto del premio Nobel británico. Todo obra de Sebastián Javaloy.

    La iglesia y el cuartel

    En julio de 1965 abre al culto la Iglesia de Santa Maria Magdalena y en 1966 establece el cuartel de la Guardia civil. El campo de futbol lo construye en 1968 para el CF Hospitalet. Pero detengámonos en dos hitos: la primera vivienda construida por encargo, fue la de un acomodador de Barcelona que venía con su mujer y sus hijos en tren los fines de semana. Y el primer nacimiento de Miami, en 1959: fue una niña, que se llamaría María de la Mercedes Magdalena Hortensia Calvera Gómez, hija de Carmen Gómez y de Félix Calvera , de Zaragoza, que habían llegado en 1958.

    Félix trabajaría como ordenanza de Marcel·li Esquius. El parto fue asistido por el doctor Francisco Capella, don Paco. Y al hermano de la primogénita de Miami Platja, Roberto Calvera, le debemos parte de la recuperación de la memoria oral que enriquecen este y otros artículos.

    Estos años fueron para España los de la explosión de los grandes movimientos migratorios hacia las regiones más favorecidas económicamente. Miami Platja no fue ajeno a ello. La importante cantidad de trabajadores que empezaron a acudir, animaron a Esquius a parcelar para ellos dos manzanas de terreno entre la avenida de la Diversitat, Sevilla, calle Segovia y avenida de Murcia.

    Allí construyó en 30 solares de 135 m² unas viviendas a precios asequibles. Esta zona se conoció popularmente como el «Barrio obrero» y fue la auténtica semilla de la población que hoy conocemos como Miami Platja y a la vez crisol de sagas de magníficos albañiles. La mayor parte procedían de Andalucía, especialmente de Pozo Alcón en Jaén. El barrio La Florida multiplicó el número de vecinos, lo que provocó la puesta en marcha de un minibús que llevaría a los niños a la escuela de L’Hospitalet de l’Infant. Aún así, en 1965 ya se impartía clase en las dos naves del colegio parroquial Marcelino Esquius de niños y niñas (separados) que estaría dirigido por José Romeo Samitier. Los primeros encargos de chalets vinieron de Zaragoza.

    Losaragoneses ocuparon la primera línea de costa, en la zona de las calas, especialmente. El primero de los contratistas que se instaló fue Jesús Anguiano de Egea de los Caballeros. Anguiano levantó la gasolinera de Baldomero Martínez y el taller de coches de la Seat en la avenida Barcelona.

    Junto a él llegaron algunos paletas, que posteriormente se establecerían por su cuenta, como Vicente Franco del Barrio Oliver y José Sánchez, pintores como Ricardo Pérez o fontaneros como Ricardo Urisel. La lista poco a poco se haría interminable. Salvador Alceda, de Zuera, vino para levantar el edificio Calazul y continuaría con las grandes construcciones de la primera línea. Todo esta vorágine de la construcción se nutrió a partir de 1958 del primer almacén de materiales, abierto por el empresario Antonio Alonso, aunque no tendría continuidad. Ya en 1963 los hermanos Alfonso y Eugenio Tejero abren uno en la avenida de los Ángeles que iría de la mano del núcleo en crecimiento y consolidación.

    Detrás de los aragoneses desembarcaron los alemanes, entorno a 1958. Este colectivo se agrupa entorno al barrio alemán, que se ubicó entre la avda. de California y la calle del Mar, a la altura de Islas Canarias. El principal responsable fue el arquitecto y promotor Jonhy Utten, que había sido piloto de hidroaviones Heinkel-59 de la Legión Condor durante la guerra civil española.

    El promotor barcelonés Marcel.lí Esquius García compró 700 hectáreas de terreno junto al mar

    Explicaba Utten que su escuadra estaba establecido en la base de Mallorca y que acostumbraba a bombardear con frecuencia la costa de Tarragona. Solían entrar a tierra por Miami Platja a la altura de la Cova de la Mel, y quedó tan prendado por la belleza de este paraje que se prometió a sí mismo que en cuanto acabara la guerra intentaría establecerse ahí, y así lo hizo. Utten construyó infinidad de encantadoras casas de planta baja y para ello contrató empresas como las de Eugenio Tejero, José Soler o Manolo Mirambel. Promovió locales históricos de restauración como el Carlos I o el Mesón Bahía.

    Esa finca adquirida había pertenecido al marqués de Marianao, propietario del Parc Samà

    Explica la memoria oral que cuando Utten aterrizó en España hacía tan solo 13 años que la segunda Guerra Mundial había llegado a su fin. Franco, por afinidad ideológica, dio protección a militares germanos con un pasado relacionado con el nacionalsocialismo. Miami Platja no fue una excepción. Otros dos promotores de la misma nacionalidad triunfaron también en aquellos primeros años, el artista Adolf Müller, conocido como el melenas, y Paul Frieben que edificó la mayoría de chalets situados en la primera línea del acantilado de la playa Cristal y los Bahía Palace.

    También tuvieron una fuerte implantación los franceses. Fue fundamental la proximidad geográfica y el desarrollo del turismo gracias a la apertura del régimen.

    También sería determinante el éxodo, a partir de 1962, de los 800.000 ciudadanos galos evacuados de Argelia después de su independencia. Se les conoció popularmente como pieds-noirs. La mayoría de ellos volvió a la metrópoli pero otros muchos, por el clima o simplemente excluidos culturalmente, decidieron establecerse aquí.

    La España de Franco los acogía a ellos y a sus divisas con los brazos abiertos. François Lebasque, natural de Argelia, había establecido una potente colonia en la nueva urbanización Les Planes del Rei (Pratdip) que se extendería por capilaridad en el territorio próximo y ayudaron a la consolidación de urbanizaciones como les Oliviers, Pins de Miramar y San Miguel de Mont-roig.

    Recientemente he descubierto que en 1961 el escritor francés de ciencia ficción Jacques-Henry Juillet proyectó en los terrenos del Casalot la urbanización Shangri-la, que quería replicar sobre una superficie de 40 hectáreas la legendaria ciudad tibetana de la felicidad. Al final se quedó en agua de borrajas, pero eran tiempos que permitían soñar.

    En 1952 no existía nada y en 1957 se organizaron por Sant Jaume las primeras fiestas mayores

    “»o no ho veuré mai, però Miami serà molt gran» acostumbraba a decir Marcel·lí Esquius durante las conversaciones con Ramón Casadó en el taller de Baldomero Martínez. Acertó ciertamente en sus predicciones, pero la muerte le sorprendió el 26 de diciembre de 1969 sin ver su obra culminada.

    Hoy, todos vemos a Miami Platja como uno de los más importantes centros turísticos del litoral de Tarragona. Solo entenderemos su vitalidad comercial y social si somos capaces de explicar que hace 70 años fue la tierra que acogió a tantas gentes venidas de media España; gentes que abandonaron sus campos, sus casas y a sus familias en Aragón, La Mancha, Andalucía, Extremadura, Galicia... en busca del sueño de una vida mejor, en busca del sueño catalán.

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