Alice Munro: la vida está en los detalles

Se publica un volumen de cuentos inédito en español de la premio Nobel canadiense Alice Munro

23 abril 2021 11:19 | Actualizado a 20 mayo 2021 09:27
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En 2014, poco después de que Alice Munro (Winghman, Ontario, 1931) fuera galardonada con el Premio Nobel de Literatura, “por su maestría en los cuentos”, la editorial Lumen, donde puede encontrarse su obra, publicó una antología de sus cuentos seleccionada por ella misma con el título de Todo queda en casa. Además de los cuentos, contaba con un prólogo en el que Munro explicaba su mundo. Ahí cuenta que todo empezó con la desazón que le produjo La sirenita, el cuento de Andersen: decidió inventar otro final, el suyo feliz, para ese personaje al que creía merecedor de un destino mejor. Escribía en la cabeza, en el trayecto de la escuela a casa, en ese paisaje canadiense de granjas que aparece en muchos de sus cuentos, inventaba historias: “Conforme fui creciendo los cuentos versaban cada vez más sobre mí misma, era como una heroína en una u otra situación; no me molestaba que los cuentos no se publicaran enseguida y no sé si pensaba siquiera en que otras personas los conocieran o los leyeran. Lo importante era la propia historia, generalmente una historia muy satisfactoria desde mi punto de vista”. Esa niña que se contaba historias de vuelta del colegio creció, se casó, tuvo tres hijas, montó una librería con su primer marido y escribía cuentos, dice la leyenda, en las siestas de las niñas. “Era un ama de casa, de modo que aprendí a escribir en los ratos libres, y creo que nunca lo dejé, aunque hubo momentos en los que me sentí muy desalentada, porque empecé a ver que los cuentos que escribía no eran muy buenos, que tenía mucho que aprender y que era un trabajo muchísimo más difícil de lo que yo pensaba. Pero no me detuve, no creo que lo haya hecho nunca”. Afortunadamente, Munro no se detuvo: tenía 37 años cuando publicó su primer libro, al que han seguido muchos, casi todos, libros de cuentos, por algo la brillantísima Cynthia Ozick la llamó “nuestro Chejov”.

La palabra que mejor describe lo que hace Munro es sus cuentos es disección: es como si nos dijera que las cosas no son siempre lo que parecen

De entre los libros de cuentos de Munro faltaba uno por traducir, un volumen publicado en 1974, Algo que quería contarte, que ahora recupera Lumen con traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. El primer cuento es el que da título al volumen, compuesto por trece piezas en total que exploran de diferentes maneras las relaciones y condensan en unas páginas toda una vida con sus circunstancias, sus accidentes, sus alegrías y sus miserias. Dice Margaret Atwood que la palabra que mejor describe lo que hace Munro es sus cuentos es disección. Es cierto, solo que es una disección limpia, sin salpicones, que a veces se parece a un agradable paseo por el bosque en el que una amiga nos revela un secreto, un comportamientos inesperado. Es como si Munro nos dijera que las cosas no siempre son lo que parece. Sucede en “Algo que quería contarte”, donde hay un secreto que tal vez no se desvele y que encierra una vida; en “Verdugos”, donde ni siquiera hace falta que se explicite el secreto para que el lector, antes que la narradora, comprenda qué ha sucedido. Sucede en “Despedida”, donde una mujer acude a la casa de su hermana para acompañarla en el funeral de su hijo, muerto en un accidente de coche. Otro tema que puede verse en este volumen es el de las expectativas: en dos cuentos hay mujeres que esperan cartas, y en casi todos lo que hay es la confrontación de lo que uno creía que iba a ser la vida con lo que luego es. También la literatura es otro asunto de alguno de estos cuentos, “Material”, donde una mujer lee el cuento que ha escrito su exmarido sobre un episodio que vivieron juntos. A veces, la narradora rompe la cuarta pared y se pregunta sobre si lo que ella hace es tan distinto de lo que se hacía en su familia al contar historias.

Muchos de los relatos de Alice Munro se mueven en el ámbito familiar, o casi habría que decir doméstico, que fue el suyo durante años: muchos de los relatos exploran la relación que se produce en las cocinas, en las casas, en los dormitorios, a veces implica a un matrimonio, otras a una abuela con su nieta, pero también se puede contar la historia desde el punto de vista de la chica que se ocupa de las tareas domésticas con la familia, como en “Cómo conocí a mi marido”, o con la niña en “Verdugos”.
Lo que le interesa a Alice Munro no es la familia como institución sino como lugar donde se ponen en juego los afectos, los vínculos, las lealtades y también las traiciones. Y así se va construyendo un abanico de vidas. En los cuentos reunidos en Algo que quería contarte la trama suele ser un pretexto para contar esas vidas, a esos personajes y las decisiones que toman, o que no toman pero determinan su futuro. Todo tiene importancia, no hay una palabra de más ni un detalle de menos, todo sirve para construir poco a poco, como las hormigas haciendo acopio de víveres para el invierno, personajes cuya figura queda tan clara que parece imposible que solo estén hechos de palabras y frases que suenan sencillas, sin artificios, como si no hubiera otra manera posible de contar eso que cuentan, como si esa fuera su forma natural.

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