Eugeni Verdú: «La Iglesia intentó poner orden en las orgías de sangre de la Inquisición»

La abadía de los herejes es un thriller histórico situado en 1379, entre las condenas del Santo Oficio por herejía y las conspiraciones durante el Cisma de Occidente 

20 marzo 2022 15:04 | Actualizado a 21 marzo 2022 17:32
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Limoux, 1379. Tras una enigmática reunión, la Inquisición encarcela, sin causa aparente, a una humilde familia. El matrimonio es interrogado, torturado y condenado. Tiempo después, Ejean, el hijo mayor, regresa de Milan y se encuentra con la desgracia. A partir de ahí no cesará hasta restaurar el honor de sus padres. Para ello, tendrá que ingresar en la abadía de Sant Miquel de Cuixà, donde empezarán a ocurrir sucesos extraños, fruto de conspiraciones y de un libro que profetiza la llegada del fin del mundo. La abadía de los herejes, de Eugeni Verdú, es un thriller histórico publicado por Roca Editorial. Su autor es abogado en activo y como novelista ha publicado Opus Spicatum: La Crónica prohibida.

Se traslada a una época en la que los Papas ponen y quitan a los reyes y se preocupan de dirigir las invasiones. ¿Es el momento del nacimiento del Estado moderno?
Sí. La ubicación de 1379 es muy importante por el Cisma de Occidente. Había dos papas, uno en Roma y otro en Aviñón y la lucha entre ellos por la información era tremenda. Se tenían que mover rapidísimamente para saber qué estaba pasando, para saber con quién estaba quién. Tenían que ir buscando apoyos con Navarra, Castilla, Portugal, Inglaterra, Francia, con los reinos italianos… La información requería de una gran red de espías.

Como ocurre en el monasterio…
En realidad, en el monasterio están las mentes más privilegiadas benedictinas de Europa Occidental, que trabajan a las órdenes del servicio secreto del papa Clemente VII.

Es como una previa del código Morse.
Sí. Coincidió que cuando estaba inmerso en el proceso de la novela, mi hermana me regaló Los códigos secretos, de Didier Müller, que también hace una referencia a los primeros sistemas. El libro me sirvió de inspiración para estos códigos secretos de la época medieval.

 

 

Si seguimos con ensayos y novelas, ¿cuánto hay de Umberto Eco en La abadía de los herejes?
Es indudable que está, pero no de una forma evidente. De hecho, mi estilo literario nada tiene que ver con ese gran maestro, para bien y para mal. Por ejemplo, Umberto Eco se detenía mucho en los detalles y yo voy mucho más directo. Lo que sí tiene es la ambientación. Verdad es que mi novela solo transcurre media parte en un monasterio y lo que también diré es que tú coges a unos monjes, los pones en un monasterio y ya es Umberto Eco. Eso no ocurre ni con el Western, ni con la Segunda Guerra Mundial, ni con ningún otro género ni literario ni cinematográfico.

Y si además fallece alguno…
Sí que es verdad que fallecen algunos monjes, unos por la peste y otros por supuesta peste… Sin embargo, reconozco que lo que a mí me ha fascinado siempre es la película de Jean-Jacques Annaud.

Antes de llegar al monasterio, hay un auto de fe de la Inquisición. Transmite una indefensión total cuando la Inquisición llamaba a la puerta sin saber quién era el denunciante.
Totalmente. Este apartado me interesó muchísimo porque soy abogado y he tenido la fortuna de estudiar actas y juicios reales de la época y, por bruto que parezca, también el tipo de tortura que se efectuaba. Y es muy bárbaro. Hubo unos tratados, uno de ellos en Tarragona y en la novela aparece, en los que la Iglesia intentaba poner un poco de orden en las 'orgías de sangre' que tenían lugar en la Inquisición, sobre todo en los países del norte.

 

«Tú coges a unos monjes, los pones en un monasterio y ya es Umberto Eco. Eso no ocurre ni con el Western, ni con la Segunda Guerra Mundial ni con ningún otro género ni literario ni cinematográfico».

¿No son supuestamente más civilizados?
Sí, pero ahí no. Se producen tres tipos de inquisiciones en nuestra zona: la episcopal, que la llevaban los obispos y, por fortuna, fracasó; la segunda, que es sobre la que versa la novela, la pontificia, apoyada básicamente por los papas y que tenía como destino la lucha contra los Cátaros; finalmente y posterior es la Inquisición de los Reyes Católicos, del famoso Torquemada. Por lo que respecta a la pontificia, se hizo un manual en el que, aunque parezca una aberración, se trataba de que la tortura estaba exclusivamente encaminada a discernir la verdad de la mentira, si la víctima era hereje o no lo era. Y luego se le ponían unos límites al tiempo, que oscilaba entre la media hora y los tres cuartos de hora y no debía haber sangre ni amputación de miembros. Era brutal, no nos vamos a engañar, pero al mismo tiempo cuestiona mucho el cliché que tenemos.

Pero si el preso se confesaba hereje, mal. Y si lo negaba, también mal. No se salvaba nadie.
No. Muy pocos. La única diferencia y en la novela se explica, es que si se confesaban culpables tenían una gran fortuna y es que cuando los quemaban, ya estaban muertos. Si no se confesaban y las dudas eran más que razonables o las pruebas estaban más que claras, morían en la hoguera, lo que era una forma bastante más angustiosa de morir. Por eso el abogado de los padres de Ejean, el protagonista, interviene antes de la ejecución.

Las acciones de Ejean, ¿son venganza o justicia?
Es un joven apuesto, inteligente e intuitivo. Su padre es carpintero, pero él decide que no quiere jugar con espadas de madera, sino con armas de verdad, de hierro, que le pesen. Por ello se va a Toledo a buscar las fórmulas magistrales para hacer espadas y dagas, a Valencia, Barcelona y Milan, donde tropieza con una brujita que le deja entrever que sus padres están en peligro, por lo que decide volver a casa. Es entonces cuando se encuentra toda la situación. ¿Busca venganza? Sí. ¿Busca reparar justicia y el honor de los padres? También. Hay ambas cosas.

 

«El miedo es el gran caballo de batalla de todos, ya sean reyes, estados o religiones. Con esto te tienen controlado»

Uno de los personajes asegura que viven dominados por el miedo. ¿Todavía es así?
Sí. El empleo del miedo es una constante en la novela, tanto cuando los padres del protagonista pasan todo el juicio, como cuando los monjes hablan del control del miedo y de la vida. El miedo es un recurso fácil. Tenemos que ser conscientes que igual que ahora hemos pasado la epidemia del virus, en aquella época estaban sometidos a la peste y este hecho es algo que ha coincidido. Pero el miedo es el gran caballo de batalla de todos, ya sean reyes, estados o religiones. Con esto te tienen controlado.

En aquel momento, las situaciones ya no se veían tanto como un castigo de Dios. ¿Es así?
Sí. Por ello mi fijación por establecer la trama en 1379. Son los finales del siglo XIV, poco antes de que llegara el Renacimiento. Como se plasma en la novela todo es guerra, peste, muerte, hambruna… Todo ello provocó un desasosiego muy grande porque unas personas, unos monjes, que cumplen con todas las obligaciones religiosas, que aman a Dios y le rezan, ven que todo es destrucción. Quiero dar a entender, como tesis de trabajo, que sin aquel horrible siglo XIV, en el XV no hubiera llegado el Renacimiento. Hubo una pequeña rebelión interna que llegó a posibilitar que unos años después se pasara del teocentrismo al androcentrismo, que pasara de Dios al hombre. Hablamos de Miguel Ángel, de Leonardo, del retorno a la cultura clásica, de los científicos. Por supuesto, la religión continuó existiendo.

Y la inquisición también.
La iglesia vigilaba y era un sistema de control, el miedo. El miedo es el leitmotiv de todo y sigue siéndolo. Y aunque en aquel momento hubo barbaridades como por ejemplo la ejecución de Miguel Servet, empezó cierta liberación. Fue el inicio de algo y yo quiero ser positivo porque en el fondo, la novela es positiva. Ojalá también nos ayude un poquito. Quizá ahora podríamos darle un lugar a la naturaleza, quizá tocaría ya en el siglo XXI que empezáramos a cambiar un poco esos chips que tenemos tan enquistados.

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