Lola P. Nieva: «Imhotep poseía unos conocimientos que no se explican a día de hoy»

La escritora sumerge al lector en el Antiguo Egipto en 'La muerte que respiras', un thriller histórico en el que una maldición perseguirá a sus protagonistas desde la antigua Tebas al Valle de los Reyes de Howard Carter.

13 noviembre 2020 16:21 | Actualizado a 08 enero 2021 18:17
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Lola P. Nieva es autora, entre otras novelas, de Tras las huellas del lobo, El último aullido, Meretrice o La perla de agua. Su última historia, La muerte que respiras (Ediciones Martínez Roca. Editorial Planeta), sumerge al lector en el fascinante mundo del Antiguo Egipto. Crímenes, ambición, pasadizos secretos y una maldición perseguirán a sus protagonistas desde la antigua Tebas hasta principios del siglo XX, cuando el arqueólogo Howard Carter abrirá la tumba del joven faraón Tutankamón. Un thriller histórico que quita el aliento, en dos planos narrativos temporales diferentes, conectados por la fatalidad. (Instagram y Twitter: @lolapnieva).

Ha cambiado de registro, aunque no del todo.
Mantengo mi sello, me gusta meter romance porque la vida es un crisol de todos los ingredientes. 

Hay una escena, en la que la protagonista tiene que buscar los síntomas del veneno en un cadáver y tienes que estudiar mucho para ser lo más fidedigna posible.

‘La muerte que respiras’ recuerda, salvando las distancias, a Umberto Eco.
Tenía muchas ganas de hacer dos cosas. Una, embarcarme en el género negro y, en segundo lugar, no dejar de lado lo que es una de mis pasiones, la historia. Es cierto que sí que tiene pinceladas a Umberto Eco. El nombre de la rosa es un referente de la literatura y me apetecía mucho jugar con ese misterio del templo, con escribas en esta ocasión. La ambientación en el Antiguo Egipto me venía muy bien, con ese misticismo que tenía esa civilización. Me apetecía dejarme llevar por los personajes. 

En una novela coral.
No ha sido fácil porque es la primera novela coral que he escrito y tienes que definir el carácter y la personalidad de cada personaje. Yo tenía un registro mental. Es decir, cuando escribía Selkis, era Selkis, cuando me metía en la cabeza de Amsu o en la de Najmint, pues evidentemente tenía que cambiar. El hecho de sentirte ese personaje y vivir todo lo que vive es lo que al final transmites al lector. 

¿Se ha empapado de venenos?
Totalmente. La documentación es un personaje más y he disfrutado mucho. En el tema de los venenos tienes que saber cuál se inhala o cuál es más nocivo. Hay una escena, en la que la protagonista tiene que buscar los síntomas del veneno en un cadáver y tienes que estudiar mucho para ser lo más fidedigna posible. Es fascinante. 

Justo arranca con una plaga y con la recomendación de Imhotep de lavarse las manos. Actualmente, estamos en lo mismo.
En mi defensa diré que acabé la novela en diciembre de 2019. En aquella época eran muy habituales las plagas de malaria, simplemente por los mosquitos, el Nilo y el calor. Ellos sabían perfectamente que necesitaban higiene y también tenían antibióticos para tratarla. De hecho, una de las causas de la muerte de Tutankamón fue que, aparte de que no estaba bien por enfermedades congénitas, había contraído la malaria y en su caso los antibióticos no funcionaron. En cuanto a la medicina, toda la sabiduría que tenían procedía de Imhotep, quien poseía unos conocimientos que no se explican a día de hoy. La plaga es el detonante de la novela, en la que la protagonista empieza a decidir su futuro sin saber lo que estaba haciendo.

La búsqueda de la inmortalidad va a ser eterna porque incluso en el siglo XXI, con todos los avances tecnológicos, siempre tenemos el anhelo de alargar la vida, de eludir la muerte

¿Las mujeres podían hacer lo que hace Selkis?
Sí. Las mujeres, ciudadanas de a pie, tenían los mismos privilegios que los hombres. Se podían divorciar, podían trabajar, tenían su propio dinero, etc. Lo único que no alcanzaban era la sucesión de la Corona. Solo ha habido dos faraonas, una ha sido Hatshepsut y la otra, Cleopatra. En eso sí que han sido muy machistas. Pero la sociedad de a pie era igualitaria. Ese avance en todos los sentidos llama muchísimo la atención porque estamos hablando de hace 3.000 años. 

Cuando sacan en procesión a los dioses viene a la mente el cristianismo. 
Todos bebemos de lo mismo y el cristianismo ha bebido de las religiones politeístas. Cuando el emperador Constantino quiso imponerlo, para que la población lo aceptara se nutrió de las religiones politeístas de los paganos. Hemos hecho una mezcla de todo y es cierto que la procesión en el festival de Opet es justamente la Semana Santa. Al final, no hemos inventado nada.

Si tuviera que irse de la mano de un personaje, como le ocurre a Zaid, ¿qué época escogería? 
La Escocia de la Edad Media, con todos los conflictos que tuvieron en esa época, en la que no se aburrían. 

El ser humano sigue buscando ser inmortal...
Esta búsqueda va a ser eterna porque incluso en el siglo XXI, con todos los avances tecnológicos, siempre tenemos el anhelo de alargar la vida, de eludir la muerte, nuestra compañera desde que nacemos. Queremos convertirnos en dioses, casi. Pero en esa época todavía más porque ellos divinizaban a los reyes, para ellos un faraón era un semidios. Entonces, en la novela toco mucho ese tema, en un momento en el que intentaban alcanzar la inmortalidad embalsamando. Se momifica el cuerpo para que cuando resucite esté incorruptible. Por eso preservaron los cadáveres de sus reyes, para que fueran inmortales.

Los antiguos egipcios sabían perfectamente que necesitaban higiene y también tenían antibióticos para la malaria.

¿Tiene alguna predilección por algún dios?
La diosa Sejmet, la de la curación, la leona. Y en la novela destaca Anubis. Evidentemente Anubis es el guía del inframundo, es el que lleva el alma de la persona muerta al más allá para ser juzgada. Entonces, venía muy a cuento que fuera su máscara la que oculta al asesino. 

¿Ha tenido ocasión de visitar la tumba de Tutankamón?
Me hubiera gustado, pero no he estado en Egipto. Ojalá algún día, cuando pase toda esta locura, pueda ir. Evidentemente investigas mucho. Tenemos a disposición muchísimos documentales sobre la tumba KV62 en el Valle de los Reyes. Una de las teorías que he incluido en la novela y que me pareció bastante interesante fue que esa tumba no era la destinada a Tutankamón. Se construyó para el consejero Ay, pero este, en sus ansias de poder, se apropió de la de Tutankamón y al joven faraón lo enterró en la suya. Porque nadie se explica que Tutankamón tuviera una tumba tan pequeña. Todo lo que se va descubriendo al respecto sigue siendo bastante interesante. Y va para largo.

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