Marta Baceiredo: «Sin personas conmovidas, mi obra no tiene sentido»

Comprometida, en 2014 dio el salto hacia el activismo artístico en favor de los derechos animales y la ecología. También colabora en las exposiciones de la Associació Reusenca d’Artistes

14 agosto 2021 06:40 | Actualizado a 14 agosto 2021 07:24
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Comprometida con el arte y colaboradora de la Associació Reusenca d’Artistes de Reus (ARA) en las exposiciones colectivas, la artista multidisciplinaria Marta Baceiredo Talavero (Tarragona, 1985) trabaja con volúmenes, collage, pintura, barro, objetos encontrados, performance, etc., ya que dice que «cada técnica me permite expresar diferentes mensajes dependiendo de lo que quiera transmitir». Asimismo, a lo largo de su trayectoria ha llegado a la conclusión de que «a través del arte denuncia, se puede conseguir que el público se dé cuenta de la situación actual, y que la solución solo se encuentra en nuestras manos».

A lo largo de su trayectoria ha trabajado con diferentes técnicas, de las que dice «que le permiten adaptar la realidad que la rodea». ¿Con cuál se siente más identificada y por qué?

Puede que con la pintura, porque es lo que he hecho desde pequeña. Pero a lo largo de los años he ido ampliando técnicas. Ahora mismo estoy en un momento en el que lo que más me apetece es dar volúmenes, ya sea cerámica, metal o integrar objetos en un lienzo.

¿El arte no tiene límites?

El límite es el cielo, todo se puede expresar a través del arte. No hay límite, excepto todo aquello que comporte sufrimiento, o bien peligre tu integridad física o mental. Aquí ya hablaríamos de ética.

¿Por qué la creación artística debe ser algo más que una obra estética, en tanto que debe contribuir a fomentar la justicia social?

Como artista tengo la capacidad de comunicarme a través de herramientas que no son las habituales. Al comunicarme a través del arte creo que debemos aprovechar para transmitir algo más profundo que lo meramente estético. Las representaciones artísticas pueden conmover al espectador solo con mirar una obra. Ya se han representado millones de cosas hermosas, pero para mí ese tipo de arte es meramente decorativo. A lo largo de la historia muchos artistas han decidido desvincularse de la representación de la belleza y de la realidad idealizada. La representación plástica de las guerras, la pobreza, el hambre o el sexo han sido transgresoras en cada época histórica.

¿Qué momento atravesamos?

Ahora toca representar la situación de emergencia climática y falta de ética generalizada que estamos viviendo en nuestro planeta.

¿El espectador debe ser un activista artístico?

El espectador puede que ya sea un activista, y también puede no serlo y acabar siéndolo al ver algo que aún no sabía. Eso no dependerá de la obra sino de la misma persona. Dependerá del compromiso que tiene esa persona y de la visión de la vida. En mi obra, sin personas conmovidas con lo que hago, nada tendría sentido, ya que son obras que no son bellas, ni comerciales, y que nadie quiera tener en el salón de su casa. Son obras para hacer reflexionar a quien las mire, escuche o toque. Poder activar sus cerebros de alguna manera para mí es el mayor logro, es mi obra culminada.

De formación es Educadora Social. ¿En qué aspectos el arte puede transformar la sociedad?

El arte puede mover montañas, puede dar tanta información como un libro. Un detonante en mí fue una exposición en Madrid en la casa encendida. Eran todo un cúmulo de obras antiespecistas de artistas activistas que llevaban años luchando por cambiar el mundo… Al salir de allí me dije que yo quería ser una más. Si sumamos haremos más fuerza. A mí el arte me cambió la vida, supongo que puede cambiar las vidas en general.

En 2014 dio el salto profesional hacia el activismo artístico en favor de los derechos animales y la ecología. ¿Por qué?

Mi trampolín fueron algunos profesores de la Escola d’Art, sobre todo Manel Margalef, actual director del Museu d’Art Modern. David Salas, profesor de Historia del Arte, y jefe de estudios, y los y las compañeras que creyeron más en mí de lo que yo nunca he creído, como Aida, Cristina y Leandro. Sin ellos/as no hubiese sido posible esto.

¿Qué apoyo recibió?

A cada cosa que decía y hacía me hacían mil fiestas y yo me sentía muy bien. Me sentía útil. Veía un cambio en ellos y a la vez cambios en mí, y empecé a definir mi obra artística en una sola dirección sin poder cambiar de temática ya. El activismo artístico por los derechos de los animales no humanos es muy necesario, el arte pertenece a un contexto histórico. Nuestra actualidad es que por consumir tales cantidades ingentes de carne, arde el Amazonas, desertificamos tierras, y casi la mitad de la contaminación de la Tierra es por el proceso de creación de animales para el consumo humano.

¿De dónde le viene ese vínculo con la naturaleza?

Mi familia siempre ha estado muy vinculada a la naturaleza. Mi padre al mar, y mi madre a la tierra. Nos hablaban a mi hermana y a mí de plantas, de animales, de problemas climáticos, de pobreza extrema, migraciones, etc. Siempre nos llevaban de vacaciones a sitios llenos de árboles y animales. Nos pasábamos el verano durmiendo en tienda de campaña con una mochila y poca cosa más. Nos leían cuentos sobre este tema. Siempre ha estado presente. En mi casa siempre fueron muy activistas.

¿Cómo el arte puede despertar la empatía hacia el planeta?

Las obras de gran formato y con grandes volúmenes conmueven bastante. También representando animales más cercanos a nosotros/as. Desde Europa, las vidas de animales que dependen de nosotros de una manera más cercana, y por tanto más empática pueden ser las de una vaca, un tiburón, un rorcual o un cerdo. La representación estética de un elefante o un jaguar en occidente puede ser más majestuosa, pero no tenemos una incidencia tan directa en su extinción y por tanto puede hacer que el espectador no fluya con la pieza al verla. Puede quedar impresionado, pero contento y a gusto porque su vida no depende de él o de ella. En cambio un pollo broiler o una gallina si van a depender, dependerán si al salir de la exposición se los coma o no.

¿El ser humano es el centro del universo?

Yo soy anti antropocentrista. Seria en resumen lo contrario a ser humanista. No creo que el ser humano seamos el centro del universo, creo que somos una millonésima parte de él. Lo suelo representar no representando al humano, y si representando a animales no humanos. El retrato dota de importancia a un ser, los retratos son encargos de la representación del yo, del ego. Se han encargado por personas importantes desde hace años. No me gusta hacerlos vestidos ni humanizados, me gusta representarlos tal cual sobre fondos monocromáticos para evitar distracciones en los espectadores.

También ha estudiado el Ciclo de Joyería Artística de l’Escola d’Art i Disseny de Tarragona.

La joyería artística me permite ir un paso más allá de lo que es el arte en sí. Crear objetos que la gente pueda comprar y llevar hace que el arte se expanda. Vender una pieza es como soplar un diente de león y ver como vuelan las semillas. Son pequeñas obras de arte que viajan sobre sus portadoras, y les preguntaran y les explicaran, y se generaran diálogos más allá de una exposición en un museo. Allí es donde sigo creciendo como artista, esto no tiene fin. La joyería tiene algo que una escultura o una pintura no tienen, y es en primer lugar su tamaño, son pequeñas y prácticas. Y en segundo lugar, que es un objeto de deseo como ningún otro. Una joya genera en las personas algo que nunca generará un cuadro (al menos en la mayoría).

¿Las crisis artísticas son una fuente de inspiración?

Puedo decir que sí, porque toda mi obra habla de una crisis, es decir, en resumen hablo de la crisis climática. Si no empezamos a espabilar vamos a perder nuestro hábitat. Se habla hace tiempo de la sexta gran extinción masiva mientras seguimos de brazos cruzados. Por suerte cada vez más gente le pone remedio, y si seguimos así gracias a ellas podremos salvar el planeta.

Colecciona imágenes de pilas que encuentra en la calle.

Refleja lo poco que le importa el mundo a muchas personas. Pocas cosas hay tan contaminantes como una pila, y pocas cosas tan contaminantes son tan fáciles de gestionar a la hora de deshacerte de ellas. En las tiendas hay unos contenedores donde pone ‘pilas’, allí es donde van. Pues pese a ser tan sencillo, no te puedes ni imaginar la cantidad de pilas que me llego a encontrar con los simples paseos habituales de mi vida cotidiana. Desde 2016 fotografío todas ellas y en la web hay una selección, pero tengo 175 pilas fotografiadas. Que el suelo, mar y aire que habitamos estén llenos de basura que genera el ser humano, es ya una realidad, pero pilas por el suelo siempre he pensado que denota ya otro nivel. Encontrar pilas al lado del contenedor, o a los pies de los árboles, te hace pensar si a alguien le importa el planeta. Esta tierra que va a ser el objeto regalado más valioso que nunca tendremos, no está siendo cuidada, y bailamos impunes sobre ella al son de nuestro egocentrismo.

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