Lilith, ¿diosa o demonio?
La insumisa, que huyó del Edén y del mismísimo Adán, es hoy baluarte del feminismo

Lilith, de John Collier
Caos, lujuria y maldad; sexualidad, libertad y rebelión; oscuridad y luz. Todo ello es Lilith. Enigmática y siempre poderosa, ha alimentado la fantasía y creatividad, desde las tradiciones religiosas y esotéricas de donde partió hasta el arte y la cultura contemporáneas. La perspectiva es voluble; la mirada, relativa. Si una criatura es testigo de ello, esta es la polifacética Lilith.
Si bien es conocida, sobre todo, por huir del paraíso y, por ende, de Adán, abandonándolo, su origen hunde sus raíces tiempo atrás al relato bíblico, en el mundo mesopotámico, especialmente en las culturas sumeria, acadia, babilónica y asiria. En aquellos lares era Lilitu y Ardat Lili, espíritus femeninos que formaban parte del panteón demoníaco: vinculada a la noche, la infertilidad y la seducción masculina, generadora de enfermedades, con especial aversión a embarazadas y niños. Causante de lo que hoy se conoce como muerte súbita, también provocaba abortos y partos mortales. En consecuencia, existía toda una práctica mágica para proteger a las madres y bebés de sus ataques. Por ejemplo, los textos del Conjuro contra los Lilu, en tablillas de arcilla con escritura cuneiforme, que se han recuperado en casas privadas y templos del actual Irak, son antiguos hechizos, redactados en acadio, rituales apotropaicos –de protección– para defenderse de las fuerzas invisibles.
Disputas en el paraíso
Su verdadera transformación se produjo en la literatura rabínica de la Edad Media, especialmente en el texto judío –no canónico– Alfabeto de Ben Sira o Sirach, (siglos VIII–X d.C.). En este relato, Lilith se presenta como la primera esposa de Adán, creada del polvo, en igualdad de condiciones. Sin embargo, cuenta la leyenda que cuando Adán se negó a otorgarle dicho status, que Lilith requirió incluso en la sexualidad, esta pronunció el nombre de Dios en vano y abandonó el Edén hacia el Mar Rojo, donde regresó a su estado inicial de demonio, el que ya tenía en Mesopotamia, condición que nunca la abandonará por completo, aunque será una demonia ambivalente.
Esta interpretación será trascendental para entender su evolución hacia un símbolo de independencia e insumisión, baluarte del feminismo posterior.
Goethe y Joyce
Como primera esposa de Adán la retrata Goethe (1749-1832) en la Parte I de la Noche de Walpurgis, en Fausto, en una escena cargada de simbolismo, voluptuosidad y elementos sobrenaturales. En ella, Mefistófeles y Fausto asisten a un aquelarre en el Brocken, una montaña asociada con espíritus. Es durante el baile de brujas cuando se la menciona: «Quién es esa doncella, pregunta Fausto; Lilith, responde Mefistófeles. La primera mujer de Adán. Ten cuidado con sus encantos. Su cabello largo y sedoso hace presa del joven desprevenido y no lo suelta jamás». El irlandés James Joyce (1882-1941), interesado en mitología, religión y literatura clásica, recupera también el Alfabeto de Ben Sira. Lo hace en Ulises, en el episodio Oxen of the Sun (Los bueyes del sol), en una conversación sobre la creación y la fertilidad.
A partir del siglo XIX, en el Romanticismo y el ocultismo europeo, escritores y personajes como Madame Blavatsky (1831-1891) y miembros de la sociedad británica Golden Dawn, la restablecen como figura esotérica, como una forma de confrontar y reintegrar el lado oscuro del ser, en lugar de rechazarlo. Ya no solo como demonio, sino como símbolo de lo oculto, lo femenino reprimido y lo prohibido. Transmuta en un arquetipo del poder, la libertad, la sombra y la sabiduría vedada.
Pero si en algo se aprecia su drástica evolución es en las representaciones que han llegado hasta nuestros días, desde sus orígenes. El pintor británico John Collier (1850-1934) creó una de las pinturas más conocidas en su obra Lilith (1887). En este óleo sobre lienzo, la presenta como una mujer desnuda de cabello dorado, abrazada por una serpiente, lo que enfatiza su conexión con la sensualidad y la amenaza. El gran maestro del Renacimiento Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564), le guardó un espacio en la Capilla Sixtina. En el fresco Pecado original y expulsión del Paraíso terrenal aparecen Adán y Eva bajo el Árbol del Conocimiento mientras una serpiente con cuerpo de mujer les ofrece el fruto prohibido. Diversos análisis iconográficos y simbólicos apuntan que Miguel Ángel fusionó a la serpiente con Lilith.
El mundo contemporáneo
En la actualidad, Lilith está más presente y es más versátil que nunca, en series, películas, cómics y videojuegos. En la serie Supernatural o en el videojuego Diablo IV sigue siendo una figura demoníaca poderosa y seductora. En el universo del suizo H. R. Giger (Hans Ruedi Giger) no es un personaje específico, sino un concepto que se utiliza como inspiración para su arte, de estética biomecánica y sexualidad alienígena. Tampoco en Harry Potter, de J. K. Rowling, está incorporada explícitamente, aunque simbólicamente, Hermione encarnaría a la mujer que accede al conocimiento profundo, lo usa y no espera permiso para actuar. Al mismo tiempo, la serpiente, asociada a la casa Slytherin y Voldemort es un emblema tradicional. En Marvel aparece como «Madre de Todos los Demonios» y en la película Lilith, de Robert Rossen, interpretada por Jean Seberg, se la considera peligrosa por su libertad emocional.
Son solo algunas de las expresiones de un personaje alegórico y reivindicativo abrazado por la lucha feminista: rebeldía, desobediencia y autonomía. Una figura que refleja la percepción social femenina a través de los siglos y el profundo miedo que provoca una mujer que no acepta someterse a los dictados establecidos.