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Nicole Florensa, una artista eclipsada

Una exposición en el Museu Apel·les Fenosa recupera su figura a través de sus grabados

Nicole Florensa en su estudio de París.

Nicole Florensa en su estudio de París.Fundació Apel·les Fenosa/Cedida

Glòria Aznar

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Nicole Florensa eligió la discreción, la prudencia, la reserva. Como muchas mujeres a lo largo de la historia, se mantuvo en un estricto segundo plano para que su marido brillara en todo su esplendor. Nacida Nicole Damotte (París, 1926-2012), firmaba sus obras como Florensa en homenaje a la madre de su marido, el escultor Apel·les Fenosa, a quien conoció en 1946 cuando él vivía exiliado en Francia. Fue su esposa, su musa, artífice de la creación de la Fundació Apel·les Fenosa, en El Vendrell, en honor a su marido, y una creadora hoy en día aún por recibir merecido reconocimiento.

Autour. Els hàbitats de Nicole Florensa, en el Museu Apel·les Fenosa del Vendrell, da a conocer hasta el 31 de este mes una selección de su obra gráfica a partir de nuevos focos. «He revisado sus exposiciones y he tratado su trabajo desde una mirada contemporánea, como si fuera una joven artista emergente. Me interesaba esta visión. De manera que la selección se ha hecho como si se tratase de una joven artista. No es una revisión histórica puesto que ya se había hecho», explica la comisaria Nekane Aramburu, directora de la Fundació Apel·les Fenosa. Precisamente, la muestra toma como punto de partida una de esas revisiones, presentada en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, en 2008, comisariada por el teórico especializado en la época Antonio Bonet Correa.

Nekane Aramburu, comisaria de la muestra y directora de la Fundació Apel·les Fenosa, con una imagen de Nicole detrás.​

Nekane Aramburu, comisaria de la muestra y directora de la Fundació Apel·les Fenosa, con una imagen de Nicole detrás.
Cedida/Fundació Apel·les Fenosa

Micro y macro

Autour. Els hàbitats de Nicole Florensa se compone de 21 grabados que reflejan situaciones, paisajes naturales y urbanos, secuencias cotidianas o representaciones subjetivas del mundo vegetal o animal. En ellos se distinguen Sant Vicenç de Calders, las colinas del Priorat, viñedos de verano, bosques de invierno y las calles de París. «El visitante descubrirá a una mujer que con su obra miraba a su alrededor. Cuando llegaba a Catalunya, Nicole quería conocer todos los rincones, se focalizaba en lo micro y en lo macro. En la casa, en su entorno, en el paisaje a través de la ventana, en el palacio, el jardín, los muebles...», destaca Aramburu. Composiciones de surrealismo etérico, sutiles, pero de trazo firme. En la muestra también se incluyen nueve fotografías que permiten entender la manera en la que abordaba los procesos de selección previos y un audiovisual procedente de la digitalización por parte de la Filmoteca de Catalunya de las películas de cine en 8 y 16 mm encontradas en la Fundació, en su mayoría de los años 60, secuencias que transportan a ese momento en el tiempo. Nicole trabajaba las técnicas del buril y la manera negra. Hay mucho en su obra de la influencia de la filosofía taoísta en la manera de entender el universo y la espiritualidad.

Del mundo al Vendrell

En París, el matrimonio Florensa-Fenosa se movía en el círculo de intelectuales, artistas, coleccionistas y exiliados. Entre ellos, la Escuela de París, el círculo de Picasso-Cocteau-Paul Éluard y Coco Chanel o la amistad próxima con Mercè Rodoreda o Josep Granyer. «Eran artistas internacionales, reconocidos en todo el mundo».

¿Por qué esa fascinación por Japón? «La mayoría de los ayudantes de Apel·les Fenosa en París eran japoneses. Llegó un momento en que le reclamaron la obra en aquel país y en 1966 hicieron un gran viaje, fueron muy bien acogidos por directores de museos», comenta Aramburu.

‘Branche devant un miroir’, 1965. Grabado al buril.

‘Branche devant un miroir’, 1965. Grabado al buril.Cedida/Fundació Apel·les Fenosa

En 1971 se inauguró en París la primera exposición de grabados de Nicole en la Galerie Jacob, a la que le siguió una decena, hasta los años 90. En el recorrido vital del matrimonio, Aramburu resalta la fecha de 1958 cuando adquirieron el palacio renacentista del Vendrell construido por la familia Nin. «Querían volver a Catalunya, comprarse en el Mediterráneo una casa con ventana gótica. Desde 1958 pasaban los veranos en El Vendrell y el resto del año en París, hasta su muerte».

‘Du haut de Montmell’, 1970. Grabado a la manera negra.

‘Du haut de Montmell’, 1970. Grabado a la manera negra.Cedida/Fundació Apel·les Fenosa

Como pasaría con Eduard Toda y el Castell d’Escornalbou o Carlos Barral con la Casa Barral en Calafell, el palacio renacentista se convertiría en un centro artístico e intelectual, un lugar de reunión del círculo más cercano al matrimonio. «Recuperaron el palacio, lo rehabilitaron de una manera muy sostenible. Es un paradigma medioambiental», dice Aramburu. «Era una producción artística» –añade la comisaria–. «Fenosa esculpía a la salida del jardín y dibujaba en la planta superior, la que es actualmente residencia de creadores. Mientras, Nicole tenía su taller de grabado en la parte de arriba de la torre, donde hemos descubierto los frescos del siglo XVIII. Preparaba las planchas aquí, pero la impresión se hacía en París, en el mismo taller en el que trabajaba Picasso», asevera la comisaria.

La muestra permanecerá abierta durante todo el mes de agosto y el día 30 los asistentes podrán disfrutar de una visita guiada, a las 12 horas, de la mano de la propia Nekane Aramburu.

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