«Ahora sonamos por primera
vez a los Toreros Muertos»

Cuesta descifrar cuándo Pablo Carbonell (Cádiz, 1962) habla en serio o está de broma. Es un cachondo de manual. El humor es inherente a todos sus proyectos, ya sean musicales, de cine o televisión. «Aprovechando que estaremos en Tarraco y que últimamente estoy muy metido en la época de los romanos, me viene a la cabeza que Julio Cornelio contrató a Plauto y le dijo ‘necesitamos que la gente se ría’. Estamos al borde del apocalipsis y necesitamos reírnos», dice desde el otro lado del teléfono con su habitual aire despistado.

Este domingo vuelve a Tarragona con su banda de toda la vida, Toreros Muertos, y sus clásicos de siempre: Mi agüita amarilla, Yo no me llamo Javier, On the desk o Soy un animal. El concierto será por la tarde, a las 20.00 horas (apertura de puertas a las 19.00), en la Sala Zero, donde cada vez que tocan llenan.

«El horario va acorde con nosotros, ya no nos va tocar a las doce o la una de la noche. Es raro que sea por la tarde, pero está funcionando muy bien, se están vendiendo las entradas. Mucha gente vendrá, además, como si fuera sábado y al día siguiente, cuando les suene el despertador a las siete o las ocho de la mañana para ir a currar y estén con resaca, pensarán: ‘estos cabrones me engañaron ayer’. Convertiremos una tarde de domingo de estar en casa con el pijama y tomando una tisana en un sábado de concierto. Y nos lo vamos a pasar muy bien», comenta Carbonell.

El último trabajo hasta la fecha de Toreros Muertos es un disco de versiones de Javier Krahe, publicado apenas un mes antes del confinamiento, en febrero de 2020. «No vamos a tocar ninguna canción de ese álbum. Como mucho cogeré yo una guitarra y cantaré algo», dice el polifacético y carismático artista, que avanza que «algún tema nuevo sonará» aunque el repertorio será el esperado.

«Estamos en lo de siempre, pero ahora somos menos teatrales y más marchosos. Siempre nos hemos caracterizado por un desarrollo ecléctico de nuestras personalidades y por bromear sobre los estilos. Pero ahora hemos decidido mostrar el sonido que nos gusta y, por primera vez, sonamos a los Toreros Muertos», cuenta. «Antes –prosigue– hacíamos una cumbia y creíamos que éramos colombianos. Hacíamos un rock radical y nos creíamos que éramos de Barakaldo. Hacíamos un paso doble y creíamos que éramos un grupo folclórico. Ironizábamos. Y ahora no, ahora estoy preocupado por que sonemos a nosotros».

Hasta se están tomando en serio los ensayos, dice. «Hoy hemos ensayado por la mañana y por la tarde. Es algo que nunca hacíamos, increíble. Hemos incorporado a un nuevo bajista y el anterior toca ahora la guitarra. Sonamos muy bien, como nunca, a castañazo. Pero no nos hemos puesto más serios, ahora es mucho más divertido», aclara.

«Un poco locos»

Ya están cerca de cumplir cuatro décadas sobre los escenarios –la banda se fundó en 1984–y empiezan a tener un áurea de grupo de culto. «Hemos superado muchos movimientos y hemos estado ahí casi siempre. Y así hemos llegado a convertirnos en personas venerables. ¿De culto? Hombre, yo veo muchas influencias de nuestra propuesta en algunos sitios. Pero, en realidad, nosotros éramos un grupo más iconográfico que divertido. El éxito de los Toreros Muertos, además de que estábamos un poco locos, era también por la sátira musical. Fuimos innovadores», concluye.