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Atravesando el muro

Además de su labor docente e investigadora, escribe poesía a través de la cual ha reflexionado sobre y con el viaje

14 agosto 2022 18:33 | Actualizado a 14 agosto 2022 18:40
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Comparto la pasión por viajar con los miembros de la Asociación de Viajeros y Escritores (AVE) que integra grandes viajeros mundiales y aventureros. Asociación fundada en Altafulla y presidida por Martín Garrido. El encuentro con estos grandes viajeros y enamorados del mundo me ha permitido ver lo modesta que es mi aportación, pero también recordar aquellos primeros viajes que realicé con una gran sed de conocer el mundo y aprender de él. Fruto de los viajes por Europa que inicié ya de muy joven, y que he profundizado a través de mi labor académica, es un libro de poemas que tiene como eje central el viaje y que lleva por título: Europa, en el viatge. Viajar como metáfora de la propia vida, pero también como una forma de riqueza cultural que evoca e inspira a continuar escribiendo y reflexionando sobre la propia vida.

En la primavera de 1986, cuando justo acabamos de entrar a ser miembros de la Comunidad Económica Europea y el muro de Berlín aún seguía erigido, un grupo de jóvenes tuvimos la oportunidad de viajar a Berlín, invitados por una asociación francesa y una alemana, cuyos intercambios estaban financiados gracias al presupuesto francoalemán para la reconciliación y construcción de la paz y la amistad entre los jóvenes de ambos países. Con la finalidad de alejarlos de las guerras y rencores que habían acechado ambos países en el siglo XX y en línea con los principios de la Comunidad Económica Europea.

Llegamos a Berlín después de viajar en tren hasta Clermont-Ferran, atravesar la Auvergne, para subir después en un autocar, con el grupo de jóvenes franceses de la asociación Peuble et Culture, que finalmente nos llevó hasta Berlín. Fue un viaje largo, parecía que íbamos hasta el Polo Norte, y lleno de anécdotas; entre ellas, nos encontramos en un área de servicio de Dijon al cantautor Lluís Llach.

La policía del Este entraba en los vehículos y revisaba uno a uno la documentación

Las risas y las bromas del viaje se disiparon al chocar con la realidad del muro de Berlín. Fue una clara imagen del absurdo y de la tristeza de la división del mundo en dos bloques antagónicos. Una paz armada, que no sabías cuándo podía estallar la guerra. Calles cortadas por el muro, vallas y vigilancia en las garitas dibujaban un ambiente sórdido y profundamente triste que solo alegraban algunos grafitis que desde el Berlín Oeste se habían pintado en el doble muro.

Nos alojábamos en un albergue squatter del Berlín Oeste. Después de reivindicaciones de espacio, los jóvenes de Berlín (punkis, verdes y otros grupos alternativos), habían conseguido, a través del movimiento squatter, por un módico precio, ocupar apartamentos vacíos y remodelar las antiguas fábricas del Berlín Oeste y convertir el barrio de la inmigración turca de Kreuzberg en un paraíso alternativo.

Pasamos al Berlín Este, al otro lado del muro, donde nos encontramos con jóvenes con quienes compartíamos los mismos anhelos, pero ellos estaban privados de libertad. Un chico nos contó que había viajado en moto por todos los países del Este comunista, del otro lado del telón de acero, pero tenía prohibido cruzarlo y conocer París, Roma o el Mediterráneo. Otros se habían casado por ‘conveniencia’ o por solidaridad, para poder pasar personas al Berlín Occidental.

Me robaron el pasaporte y tuve que ir a la embajada española para poder salir de Berlín. Aún por aquel entonces, la embajada estaba situada donde se hallaban las embajadas en la época de Hitler. Un edificio impetuoso y con símbolos fascistas. Finalmente, conseguí un salvoconducto para poder atravesar toda la RDA (República Democràtica Alemana) a través de aquella larga carretera vigilada, donde un túnel de vallas no te dejaba ver el paisaje.

A lo largo de la carretera que unía Berlín con la Alemania Federal la policía del Este entraba en los vehículos y revisaba uno a uno la documentación: mirándote fijamente a la vez la cara y la fotografía del pasaporte. En una imagen que hoy nos parecería cómica, pero que entonces nos imponía y nos la creíamos. Yo tuve que ir a distintos checkpoints y entregar allí el salvoconducto. A pesar de los controles puede llegar a la primera ciudad de la Alemania Federal, de cuyo nombre ahora no puedo acordarme, y que unía Berlín Occidental con la Alemania Occidental a pesar de la distancia.

Berlín era un enclave occidental en medio de la Alemania comunista dividida entre la zona de los aliados (franceses, ingleses y americanos) rodeados por un muro que los separaba del Berlín Este. Llegamos finalmente a Barcelona y lo que no sabíamos es que con nosotros viajaba la nube radioactiva de la explosión de la central nuclear de Chernóbil, que había estallado el mismo día que nosotros dejábamos Berlín.

La imprevisión de la historia hizo que solo tres años después, el 9 de noviembre de 1989, los berlineses y los habitantes de la antigua República Democrática Alemana atravesaran el muro para derrumbarlo. Los berlineses estandartes de la no militarización (no tenían obligación de hacer el servicio militar si se vivía en la ciudad) y del ecologismo: verdes y alternativos, vieron con un cierto espanto como se contaminaban las calles del Berlín Oeste cuando llegaban sus ‘conciudadanos’ del Este con los coches altamente contaminantes y arrasaban de productos básicos los supermercados. La construcción del futuro común y de las libertades es ya otra historia.

‘Europa, en el viatge’ reflexiona sobre las distintas formas de viajar y la metamorfosis que produce el propio viaje. El poemario tiene como contexto Europa. Un grupo de ciudades europeas cargadas de historia, desde Cracovia, a Nicosia o Reikiavik, entre otras. El libro verá la luz el próximo otoño gracias a Arola Editors.

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