Berlanga, en cuatro momentos

En el centenario de Berlanga, recordamos algunos de los momentos más brillantes de su dilatada y brillante carrera
 

25 junio 2021 18:53 | Actualizado a 26 junio 2021 19:36
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El final de “El verdugo”

Es, quizá, la mejor escena del cine español. De hecho, el propio Berlanga contaba que, cuando un amigo le explicó la anécdota de un verdugo destrozado porque tenía que ejecutar a una mujer, en seguida imagino aquella imagen. Se trata de una habitación enorme, con una puertecita al fondo. Por todo este espacio es arrastrado el protagonista, que se resiste a llevar a cabo la que tiene que ser su profesión.

“Plácido”: “nuestro pobre”

Aunque quizá la mejor escena de “Plácido” sea la del sorteo de personas sin hogar que se hace ante todo el pueblo bajo el lema “invite a un pobre a cenar”, una de mis secuencias favoritas es otra. Se trata de la discusión, rodada en un berlanguiano plano secuencia, entre una familia, que se lamenta de que sea justamente “su pobre” el que se haya puesto enfermo. La hipocresía y la lucha de clases, pasada por el filtro del humor crítico.

“Americanos, les recibimos con alegría”

No es una escena, sino una canción. La fiesta que organizan en Villar del Río para dar la bienvenida a los americanos, que llegan para salvar de la hambruna a la España de la posguerra, no solo se muestra en los balcones adornados sino en una tonada que se ha convertido en todo un himno para retratar un país, un momento histórico y el provincianismo en el que tanto se fijaría Berlanga. Evidentemente, al final de “Bienvenido mister Mashall”, los americanos cruzaran Villar del Río sin más.

El imperio Austrohúngaro

Siempre, siempre, siempre, Berlanga hacía referencia al extinto Imperio Austrohúngaro. También lo hizo en “Novio a la fuga”, que aunque no contiene la puesta en escena típica de Berlanga (plano secuencia), sí que revela su sentido del humor. En el arranque, que parece sacado de una película de Lubitsch, que muestra el trato de favor de los examinadores de una escuela a un niño de buena cuna. Mientras, el pobre protagonista suspende, porque no tiene ni idea del Imperio Austrohúngaro.

La caza del conejo

Seguramente, en el gusto del plano secuencia de Berlanga, algo tuvo que ver Jean Renoir y su dominio de la profundidad de campo. Quizá por eso, en “La escopeta nacional”, rinde homenaje a su obra maestra, “La regla del juego”. Las dos son disecciones de una clase social alta y en extinción, y de una violencia latente. En la escena de caza, Berlanga combina su gusto por el plano secuencia con el montaje fragmentado que Renoir usó en su película. Todo con Jaume, el catalán interpretado por José Sazatornil, en medio: él mata un conejo cuando la cacería era de perdices.

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