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    Eloy Tizón: «La escritura nos da un paraguas para cubrirnos de la intemperie»

    El cuentista y novelista publica ‘Plegaria para pirómanos’, una obra que abraza la vida misma, entre el cuento y la novela rota

    06 abril 2024 18:19 | Actualizado a 07 abril 2024 17:30
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    El autor madrileño Eloy Tizón ha sido incluido entre los mejores narradores europeos en la antología Best European Fiction 2013. Su última obra, Plegaria para pirómanos (Páginas de Espuma), está compuesta por nueve cuentos entrelazados que abrazan la vida misma. Tizón la presentó esta semana en El Soterrani de Tarragona, acompañado por los autores Vanessa Simonka y Jaume Palau, con un lleno absoluto de público.

    Erizo, uno de los personajes, se repite. ¿Dónde acaba el cuento y empieza la novela?

    El libro está en un terreno fronterizo. Para mí es de cuentos, pero efectivamente, esa dimensión del personaje que se repite le da un sentido unitario que algún lector podría leer como una novela rota, las ruinas de una novela, más que una novela ortodoxa. Está en esa tensión entre la pieza individual y una estructura más novelesca.

    Es metaliteratura. Aborda la cuestión de qué es un autor.

    Seguramente un autor es un fantasma porque nunca está del todo claro quién es. Yo he querido reflejar tres maneras de vivir la literatura. La del escritor o escritora de éxito, lo que todos entendemos por el best-seller, que también tiene su trastienda; el escritor de culto, adorado por un número de seguidores, aunque sin éxito comercial y finalmente, la persona que lo intenta y lo consigue o no, pero está en los aledaños de la literatura. Me parece que son tres grandes bloques en los que podemos dividir a la mayoría de escritores.

    Usted está en el medio.

    Soy una mezcla.

    De culto, aunque con éxito.

    Todo entre comillas.

    Se dice de usted que es el mejor cuentista.

    Son hipérboles.

    $!Eloy Tizón: «La escritura nos da un paraguas para cubrirnos de la intemperie»

    ¿El cuento debe tener una moraleja o quedar abierto a criterio del lector?

    Me gusta más el cuento abierto que el cerrado con moraleja porque es la manera que tengo de invitar al lector a que entre en mi terreno, a que me acompañe y rellene los huecos, los espacios en blanco que yo no digo. Porque el cuento narra una serie de hechos, pero también deja otros sin narrar. Y a veces, esos que no se narran tienen mucha fuerza, la fuerza de lo que no se sabe, ese elemento misterioso, la única habitación de la casa de la que no te dejan abrir la puerta. Ese juego entre lo que se dice y lo que se oculta es algo muy propio del género breve, del cuento y que le da muchísima tensión, mucha fuerza.

    ¿Nada es real hasta que se escribe o se dibuja, como se dice en estos cuentos?

    No diría que la realidad no existe, pero sí creo que cuando la realidad se filtra, cuando pasa por las artes visuales, por el cine o por la literatura, cobra una intensidad y una potencia que sin ellas no tendría o sería mucho menor. Necesitamos el arte para darle forma a algo que no lo tiene. En la vida pasan muchas cosas a la vez, se repiten, está mal construida en términos narrativos. Sin embargo, una narración nos permite esa limpieza a la hora de contar algo.

    Más ahora con tantos inputs. ¿Estamos en la época del cuento?

    Es una época propicia, desde luego. Porque empezar una novela de 800 páginas implica casi un compromiso, un contrato muy costoso. Hay novelas largas maravillosas, pero yo creo que el cuento sí nos permite esa relación un poco más intermitente. Podemos leer uno y a lo mejor, hasta la semana que viene no leer otro. Incluso si no tienes un recuerdo claro, releer un cuento te lleva unos minutos. Mientras, releer una novela es más trabajoso. Sí creo que se adapta bien a nuestra forma de vivir.

    ‘Plegaria para pirómanos’ se cuestiona el sentido de la vida. ¿Es escribir un cuento?

    Una parte importante del sentido de la vida es escribir, desde luego. La escritura nos da un paraguas para cubrirnos de la intemperie. No nos ayuda a entender los secretos de la vida porque es algo imposible, que ni la mente más privilegiada puede saber, pero es un elemento de consuelo, de abrigo, de apoyo. En los momentos duros siempre recurrimos a la historia, o cuando algo nos ahoga, poder desahogarnos contándoselo a otra persona. Y escribir es lo mismo, es compartir penas, alegrías y esperar a que haya alguien que nos escuche.

    Ese juego entre lo que se dice y lo que se oculta es algo muy propio del género breve, del cuento

    ¿Usted lee cuentos?
    Sí, es lo que más leo.

    ¿A quién?
    Soy muy curioso. Entonces, intento estar abierto a todo, desde escritores clásicos que, por supuesto hay que leerlos, y con los que disfruto muchísimo.

    Ahora están de moda los clásicos.
    Me parece maravilloso. Se reeditan y, además, se reeditan bien, en ediciones muy apetecibles, que es importante. También me gustan mucho las voces nuevas. Ahora hay una explosión de narradoras. Antes, en el cuento no había o no llegaban a nuestras manos tantas narradoras y ahora hay una vitalidad narrativa escrita por mujeres que hay que escuchar y aprender de todo lo que tienen que contar.

    Estas páginas contienen culpa y perdón. Se dice que vivir es no enterarse. ¿Qué significa?

    Creo que hay que estar con los sentidos muy abiertos y no adormilados porque entonces no nos enteramos de nada, pero en ciertos momentos, cuando existe sobrecarga de información, es bueno mantener una mínima distancia para poder respirar, apartarse un poco, no necesitar saberlo todo. Ocurre, por ejemplo, con las noticias, que nos aplastan literalmente día a día con desgracias y guerras.

    ¿Qué le queda por ver?

    El libro tiene mucho de reflexión sobre la importancia de la mirada y en ese cuento en particular, el personaje parte desde una cierta soberbia, se pregunta si algo le podrá sorprender ya y al final del recorrido, de esa larga enumeración que hace, termina en lo contrario. De alguna manera, creo que por mucho que veamos, siempre el mundo va a ser nuevo, siempre nos va a sorprender, no hay que considerarse de vueltas de nada porque la vida nos va a ofrecer algo que nos haga girar por completo nuestro punto de vista. Debemos pensar que siempre somos aprendices.

    Siento cierta afinidad con los personajes perdidos, igual porque es un reflejo de que yo también estoy bastante perdido, no me considero en posesión de grandes verdades

    ¿Qué hay de usted en Erizo?

    Compartimos muchas letras Erizo y yo. Me gustaba eso y también esa ambivalencia que es un personaje que tiene sus pinchos, sabe mantener cierta distancia pero a la vez, con una carita de ternura. Ese juego entre lo que pincha y lo que es abrazable me gustaba. Y en bastantes de los cuentos, digamos que el punto de partida es algo personal, algo que me ha sucedido o que me han contado, algo muy cercano. Lo que ocurre es que luego el cuento cobra su vida y me lleva a inventar y a no olvidar que son ficciones. Es decir, que también hay mucho de invento. Un 30% de cosas vividas y un 70% de invención, de exageración. Por ejemplo, la situación del tipo al que le para la policía le ocurrió a un amigo mío en la adolescencia. Es un recuerdo que tenía muy lejano y es totalmente verídico. Luego, a partir de un punto interviene la distorsión. Pero me da tranquilidad saber que empiezo de algo que conozco, que he vivido, que eso es auténtico, nadie puede rebatirme la verosimilitud, y luego ya inventamos, que para eso está también la literatura.

    Erizo va a veces muy perdido.
    Siento cierta afinidad con los personajes perdidos, igual porque es un reflejo de que yo también estoy bastante perdido, no me considero en posesión de grandes verdades. Y por otro lado, creo que literariamente dan más juego los personajes desorientados, que van buscando, que se equivocan, los hace más empáticos para el lector, no el personaje que lo tiene todo claro, que tiene muy fijado su lugar en el mundo. Son unos personajes un poco más chaplinianos, que van por su camino, les pasan cosas y cometen errores.

    No tiene prisa por publicar. Es una maravilla.
    No sé si es una maravilla o una desgracia. Para mí la literatura es una actividad artesanal. Entonces, dado que en la vida, normalmente, en nuestras profesiones nos exigen ser resolutivos, productivos, cumplir con nuestros deberes y es algo que me parece bien, cuando me pongo a escribir es como la compensación de todo eso. Me doy el lujo de ser lento, de tardar, de escribir con parsimonia, todo lo que un empleo no te permite porque te echarían, el sistema te barrería. La literatura tiene esa maravilla y esa magia de que podemos ser lentos, podemos revisar mil veces un cuento, podemos verlo cómo crece casi en términos orgánicos y eso es parte de mi disfrute. El desquite que tengo contra la vertiginosidad del mundo.

    Por mucho que veamos, siempre el mundo va a ser nuevo, siempre nos va a sorprender, no hay que considerarse de vueltas de nada porque la vida nos va a ofrecer algo que nos haga girar por completo nuestro punto de vista

    Con todo lo que se está publicando...
    En realidad, si hablas con personas relacionadas con el mundo literario, todas están de acuerdo en que se publica demasiado, es una locura, pero ninguno hacemos nada para cambiarlo. Entonces, yo como autor en mi pequeña parcela, intento desde luego no saturar, no aburrir a los amigos y que cuando publico un libro tenga al menos un nivel que no me avergüence de él. Es lo mínimo.

    Usted también es un poeta.
    Soy un poeta disfrazado. La palabra poeta me parece muy fuerte, muy grande para mí, es un traje que me queda grande, pero la poesía ha sido uno de mis alimentos primordiales. He intentado aprender de los poetas a la hora de componer los cuentos. Yo me fijo en cómo ordenan sus libros, con un primer poema que generalmente es como una declaración de principios y luego se plantea un viaje en torno a un tema o hilo común. O en la importancia del título para despertar curiosidad.

    Como el suyo.
    Es un título muy de libro de poesía. No se refiere a ningún cuento concreto, es más bien la atmósfera con la que invito al lector para despertarle curiosidad.

    Es una portada muy llamativa. ¿Idea suya?
    El título y la imagen los elegí yo. La composición de una figura clásica, elegante, rota por el brochazo tiene algo clásico y moderno a la vez.

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